Hay etapas en la carrera de un ciclista que determinan cómo será recordado en el futuro. Momentos memorables que dan sentido a este deporte más allá de las nacionalidades, los equipos y los gustos de los aficionados. Hasta hace un par de días, cuando dentro de 50 años alguien se preguntase quien fue Simon Yates (1992, Bury) se hablaría de su hermano gemelo Adam, de su enorme parecido, como dos gotas de agua. Se comentaría que ganó la Vuelta a España de 2018 y que ese mismo año se quedó sin el Giro de Italia por un hundimiento inesperado en la penúltima etapa, en la subida a Le Finestre, mitad asfalto mitad tierra, tras un ataque a 80 km de meta de su compatriota Chris Froome.
Hoy, el mayor de los Yates, que creció con el sueño de ser profesional en el momento del resurgimiento del ciclismo en las islas de la mano de Wiggins y el Tour que conquistó en 2012, de la ciencia del equipo Sky ha reescrito la forma en la que el mundo del ciclismo ojeará su historia. Simon se redimió en el lugar que le había atormentado durante años. Que le visitaba por las noches entre pesadillas. Cerró las cicatrices de aquel 2018 con una obra maestra de inteligencia táctica y fortaleza mental en el lugar de la tragedia. Su llanto en la meta, su incapacidad para reflexionar sobre lo logrado y su felicidad ayer en el podio de Roma forman parte de una de las más bellas historias de la ronda italiana en su época moderna. Completó la fiesta para el Visma, su equipo, el neerlandés Kooij con el triunfo al esprint en la última etapa con llegada a Roma.
Un accidente de su padre Jhon, asiduo de la bicicleta y de ese club, tuvo la culpa de que comenzasen correr
Inglés de Bury, un pueblo al norte de Manchester donde los niños sueñan con ser futbolistas y no con subirse a una bicicleta para aguantar la lluvia y el frío británicos, Simon y su hermano Adam dieron sus primeras pedaladas en las carreteras de Edenfields y Ramsbottom, más al norte del condado de Lancashire, en el equipo Bury Clarion. Un accidente de su padre Jhon, asiduo de la bicicleta y de ese club, tuvo la culpa. Durante su recuperación llevó a los chicos al recién inaugurado Velódromo de Manchester y allí comenzó la pasión de los chicos.
Con 21 años, ya convertido en una de las grandes promesas del ciclismo, Simon conquistó el Mundial en pista por puntos, triunfo que le abrió la puerta al profesionalismo.
Yates logró ser invisible y Van Aert lo condujo a la gloria
Diez equipos y 34 victorias de etapa (6 en el Giro, 2 en el Tour y 2 en la Vuelta), Yates acudió a este Giro como líder del Visma, pero lejos de ser uno de los claros favoritos a la victoria final. Se mantuvo siempre con opciones, se dosificó en cada rampa, fue prudente en cada ataque y ello le otorgó la bula de parecer un rival menor. Hasta lograr ser invisible en la jornada decisiva. El día que asestó el golpe maestro para que el Giro le devolviese lo que le debía. Ni Del Toro ni Carapaz, sus principales rivales, perdieron el Giro. Lo ganó Yates. Simon. El mayor. El de Bury. El que siete años después celebró en la ciudad eterna, donde fue bendecido por el Papa León XIV y por los amantes de la bicicleta.