Pogacar rinde a Vingegaard en La Loze, donde se impone O'Connor

Tour de Francia | Etapa 18

El danés ataca al esloveno en La Madeleine pero llega vacío al puerto más duro de este Tour

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Ben O'Connor celebra su triunfo en el Col de la Loze

CHRISTOPHE PETIT TESSON / EFE

A mitad del puerto, en Courchevel, todo es confort. La estación de esquí de la élite, donde el lujo tiene acento francés, se rodea de chalets de madera, hoteles de cinco estrellas y pistas de saltos de esquí donde en invierno vuelan los profesionales. Pero toda esa exclusividad se queda desnuda cuando la carretera serpentea sobre la ladera hacia la cumbre. Los árboles ceden ante la roca. 26 kilómetros de cinta de asfalto parecen no tener fin. Ayer, el habitual silencio de una carretera que hasta 2019 no era más que una pista de mantenimiento fue interrumpido por cientos de aficionados. Es el col de la Loze, el puerto más duro de esta edición, que no existía hasta hace cinco años pero que se ha convertido en el mito moderno del Tour a marchas forzadas. 

Y allí, a través de una carretera pensada únicamente para la práctica deportiva, donde el aire escasea y las piernas tiemblan, la batalla prometida por Vingegaard para doblegar Pogacar no llega nunca. Ni un solo ataque se dedican los favoritos hasta el último kilómetro. Puede más la fatiga acumulada tras las ascensiones previas en el col du Glandon y el col de la Madeleine. Aprovecha la ocasión Ben O’Connor, que repite victoria en los Alpes tras la lograda en Tignes en 2021. El habitual ataque final del líder esloveno liquida, quizás definitivamente, este Tour y también a un Jonas Vingegaard que cruza la meta completamente abatido.

Antes del Tour, el obstinado Vingegaard situó esta jornada como clave para sus aspiraciones. Su preparación se concentró en estudiar cada milímetro de esta subida con pendientes que varían de un 6 % a un 24% en cuestión de metros a 2.300 metros de altitud. Pero la etapa reina contaba antes con otros dos puertos de categoría especial. El col du Glandon (21,7 km al 5,1%) y el col de la Madeleine (19,2 km a un 7,9%). En total, tres puertos con longitudes cercanas o superiores a los 20 kilómetros, para un total de 5.450 metros de desnivel positivo acumulado.

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No quiso perder el tiempo el Visma y ya en La Madeleine aceleraron la carrera. Su estrategia era desfondar al esloveno antes de llegar al último puerto. El ritmo de Sepp Kuss desmontó el pelotón. De pronto, Vingegaard y Pogacar estaban solos cuando quedaban 72 kilómetros para la meta. Y el danés atacó. Se armó de valor y cumplió su promesa de ser un suicida a pesar de todo. Pero Pogacar aguantó. Nada parece afectarle en este Tour. El danés recibió la ayuda de Jorgenson, escapado por delante, para asistirlo en la última parte del puerto y dirigir el descenso. Pero el plan había fracasado.

En la ascensión definitiva, Ben O’Connor y Einer Rubio se marcharon por delante junto Jorgenson, cuyas fuerzas ya escaseaban. El australiano es era más fuerte y se marchó con decisión desde lejos, como hizo en Tignes en 2021, cuando atacó a falta de 17 kilómetros para ganar su primera etapa en el Tour. En esta ocasión la amenaza por detrás era mayor, pero los kilómetros pasaban y Vingegaard, rendido, no se movía. Ante la pasividad del Visma, Pogacar ordenó tomar la cabeza para un nuevo paseo militar. En la meta, el esloveno rindió definitivamente a su rival, tan valiente como inofensivo ante la superioridad manifiesta del patrón de la carrera.

Y mientras Pogacar, que todavía tendrá que defender un día más de montaña con la llegada a La Plagne, camina hacia su cuarto Tour de Francia, el ciclismo español sufrió uno de los golpes más duros de los últimos años. En un mismo día, Carlos Rodríguez, con una fractura en la pelvis, y Enric Mas, agotado por el esfuerzo de los últimos días, decidieron abandonar. Son dos ejemplos más de las profundas heridas, tanto mentales como físicas, que es capaz de causar esta carrera. 

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