Y la Vuelta se sumerge en un callejón oscuro

Ciclismo | Vuelta a España

“Tolerancia cero hacia los disturbios y hacia los incidentes violentos”, anuncia el alcalde de Madrid, escenario el domingo del cierre de la carrera

MOS-CASTRO DE HERVILLE (PONTEVEDRA), 09/09/2025.- El ciclista colombiano Egan Bernal (c), del INEOS Grenadiers, se proclama vencedor de la etapa 16 de la Vuelta Ciclista a España que se disputa este martes entre Poio y Mos-Castro de Herville (Pontevedra), de 167.9 km de recorrido. EFE/ Javier Lizón

Egan Bernal esprinta paga superar a Mikel Landa, este martes 

Javier Lizón / EFE

En vez de deslizarse sobre el asfalto, sumergiéndose en carreteras anchas y disfrutando de preciosas ascensiones, la Vuelta a España patina hacia un callejón oscuro.

La lluvia de banderas y manifestantes propalestinos se politiza, condiciona las etapas, amedrenta a los ciclistas, desconcierta a los organizadores y definitivamente irrita a los políticos, que entran en escena y proclaman:

–Por aquí, no.

“Tolerancia cero hacia los disturbios y hacia los incidentes violentos”, dice ahora el popular José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid, seis días antes de que el pelotón irrumpa en la capital del país, que será el escenario del domingo, cierre de la carrera. “Si se producen incidentes, los reprimiremos de la forma más rápida posible”.

El creciente reguero de protestas, marea de banderas propalestinas que ondean en el horizonte y toman paseos y zonas de meta, enturbia la prueba, que va avanzando con el agua al cuello.

Embarcados en la última semana, apenas hablamos de las cuitas del líder Jonas Vingegaard (ayer sufrió un pinchazo en el penúltimo puerto; salvó el jaque al tomar de inmediato la bicicleta de un compañero de equipo), de los éxitos parciales de Juan Ayuso y Marc Soler, de los arreones de Mikel Landa (segundo ayer) y de la victoria de un renacido Egan Bernal, campeón del Tour del 2019 y el Giro del 2021, vencedor este martes en una etapa mutilada.

Las manifestaciones propalestinas recortan en ocho kilómetros el desenlace de la etapa; se la adjudica Bernal

En vez de disputarse 167,9 kilómetros, los que se tienden entre Poio y Mos, la sesión se vio reducida a 160, resueltos con una línea improvisada con tiza sobre el asfalto y un puerto menos, un segunda categoría que culminaba la jornada y podía haber toqueteado la general. No le quedaba otra a los organizadores si querían garantizar la seguridad del pelotón, de los aficionados y, sobre todo, de los ciclistas del Israel-Premier Tech.

Figueres, Olot, Zaragoza, Lumbier, Bilbao, Monforte de Lemos, Mos ahora... cada día es un sobresalto para el convoy. Los ciclistas del Israel-Premier Tech (ninguno de ellos luce ya el nombre de Israel en el uniforme; tampoco distinguimos esa palabra en el autocar del equipo) pedalean con la boca pequeña, tan encogidos como resignados, pues las órdenes del equipo son claras (aquí no se retira nadie) y los posicionamientos de los burócratas, burocrátimente inamovibles.

–El reglamento nos impide ordenarle al Israel-Premier Tech que abandone la carrera –dice la organización de la Vuelta, que se quita de encima la patata caliente.

Si alguien tiene que plantear la marcha del equipo israelí, eso es cosa de la Unión Ciclista Internacional (y este organismo no abandona su posición de neutralidad política ante los bombardeos de Gaza) o del mismo Israel-Premier Tech, viene a decir La Vuelta. Si se van, que lo decidan ellos.

Más allá de las cuitas de los miembros del equipo israelí, hay más ciclistas particularmente damnificados.

Javier Romo (Movistar) se bajó ayer de la bicicleta.

Le resultaban insuperables las heridas que había sufrido en la víspera, a 56 km de meta, desconcertado por la torpe invasión de un manifestante: el tipo había resbalado al borde de la carretera, irrumpiendo en la calzada, y su tropezón descentró a Romo, que cayó también y se hizo diversas heridas.

Me han jodido La Vuelta y creo que no me lo merezco –decía Romo este martes a TVE, minutos antes de que arrancara la etapa.

Más tarde, a 85 kilómetros de esa meta a la que no iba a llegar ningún ciclista, decía adiós.

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