El Grinch es el Atlético

La prórroga

Si me es requerido espíritu navideño para escribir sobre lo vivido en Montjuïc, toda la generosidad irá a parar al equipo de Hansi Flick, en especial en dirección a Pedri y Raphinha, que acabaron el partido agotados físicamente y hundidos anímicamente, tirados un buen rato sobre el césped, preguntándose cómo se puede perder un partido tan bien jugado. La respuesta la tiene el Atlético de Madrid de Simeone, un grupo de futbolistas al servicio de una idea radicalmente pragmática del fútbol, como si este no fuera un deporte, sino un trabajo de fontanería sin espectadores. El merecimiento y el ornamento son elementos que no les interesan. Ganar como sea es la religión, empatar también cuela como mandamiento. Son al disfrute lo que el Grinch a la Navidad. Ladrones de la alegría ajena. Todos los respetos hacia ellos, se les ve felices hace años. Defendiendo con uñas y dientes y haciendo de cada ataque una excepcionalidad, por eso lo aprovechan tanto y a otros como al Barça no les cunde, a veces, la acumulación.

Dispusieron los azulgrana de muchísimas ocasiones de gol, movieron el balón de un lado a otro, combinando el pase largo y el corto, honraron la creencia de aquellos que entienden el fútbol como una vía de escape para embellecer el ocio de sus vidas. Pero no acertaron a marcar, en especial Lewandowski, y perdieron, aunque hicieron todo por ganar. La secta de Simeone cantó victoria.

Apostatemos del resultadismo por un día y alabemos la intensidad con la que se tomaron la función los azulgrana. Marc Casadó, que últimamente se está viniendo arriba y ha pasado de tío anónimo a cabecilla de tribu, avisó a media semana que para ganarle al Atlético había que igualarle en energía. La afirmación no era nada del otro jueves (aunque la dijera el jueves), pero sonaba a lógica después del intolerable ataque de pereza de sus compañeros en los partidos contra el Las Palmas y el Leganés.

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Simeone celebra el gol de la victoria del Atlético 

Alex Caparros / Getty

Flick se alineó con su Kimmich replicante y correspondió al escoger a los corajudos Gavi y Fermín para paliar la baja de Lamine Yamal. Enfrente esperaba el equipo de Simeone, representado ahora en el césped (lo que faltaba) por uno de sus hijos, Giuliano, que se toma el fútbol como si la semana que viene le fueran a meter en la cárcel y tuviera que darlo todo para conmutar la pena. Para contrarrestar ese ímpetu nada mejor que reclutar a los dos canteranos con más sacrificio, esa pareja que actúa como si en su fase de formación en la Masia las extraescolares las hubieran hecho en el club de la lucha. El plan salió bien. El Barça ahogó al Atlético, lo encerró en su campo y Pedri flotando y Raphinha aguijoneando una y otra vez abrumaron a los colchoneros. 1-0 al descanso.

Los que llevamos más tiempo en esto fruncimos el ceño y nos entendimos entre nosotros sin decirnos nada, y el Atlético nos dio la razón siendo fiel en extremo a sí mismo en un par de minutos. Primero, no devolviendo una pelota que por fair play le correspondía al Barça y, después, aprovechando dos migajas de pan para hacerse un señor bocadillo con el que zamparse al Barça. Al final, para colmo, metieron el segundo.

Y el Atlético le robó la Navidad al Barça.

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