2025, patada a seguir: Laporta vive al día y Flick logra más popularidad que números

El año acaba para el FC Barcelona

El mandato del presidente azulgrana transita por su cuarto año y ya se puede afirmar que confundir deseos con realidades es el rasgo que mejor lo describe

GRAFCAT1463. SANT JOAN DESPÍ (BARCELONA), 29/11/2024.- El jugador del FC Barcelona Lamine Yamal y su entrenador, Hansi Flick, durante el entrenamiento del equipo blaugrana este viernes en las instalaciones de la Ciudad Deportiva Joan Gamper para preparar el partido de LaLiga que mañana disputarán ante Las Palmas. EFE/Enric Fontcuberta.

Hansi Flick otea el horizonte con Lamine Yamal, la mejor noticia del Barça en años, en primer plano

Enric Fontcuberta / EFE

A principios del pasado mes de septiembre, Joan Laporta aseguró en una comparecencia ante medios de comunicación que los continuos apuros del FC Barcelona con el fair play económico para inscribir jugadores no le preocupaban. “No hemos llegado a la fórmula 1-1 porque no hemos querido”, afirmó con suficiencia. Ese mismo día, el presidente azulgrana apuntó también que, “si no hay imponderables, volveremos cuando dijimos”, en referencia al regreso al estadio Spotify Camp Nou. Y se adornó para acabar, haciendo sonreír a la primera fila ocupada por sus directivos y empleados más cercanos. “Me gusta generar ilusiones y motivar, pero sin lanzar proclamas frívolas. Yo podría desatar el optimismo con mucha más potencia y me estoy conteniendo”. Meses después, Dani Olmo no tiene garantizada la inscripción para jugar en el 2025 y el primer equipo sigue jugando sus partidos en Montjuïc, estadio frío del que han volado nueve puntos en los últimos tres partidos, sin cita concreta para el regreso.

Laporta encaja con el populismo que se lleva hoy en política: manda solo y mezcla deseo con realidad

El mandato de Joan Laporta transita por su cuarto año y ya se puede afirmar que confundir deseos con realidades es el rasgo que mejor lo describe. Desprovisto de director general por voluntad propia, Laporta, a escala menor, pero con extrema similitud, manda al estilo de los nuevos líderes políticos de las grandes potencias: solo, sin apenas oposición y acompañado de acólitos que le adulan. Aquel Kennedy catalán que se quiso ver se asemeja más hoy a un Trump de kilómetro cero que vive al día montado sobre un guion zigzagueante que él mismo escribe cada mañana. Hoy se trata de cómo inscribir a Olmo o de cuándo volver al Camp Nou, ayer fueron el asado de Messi, la Superliga de la mano de Florentino o el gran proyecto (ruinoso hasta nuevo aviso) de Barça Studios. Mañana, Dios dirá. Incluso la luminosidad del reciente contrato de renovación multimillonario firmado con Nike tiene un reverso sombrío. Allí donde se dijo (campaña electoral) que se acabó la falta de transparencia con las comisiones, aparecen intermediarios incluso para cerrar operaciones en las que no se sabe por qué hacen falta. Darren Dein, el mismo mediador utilizado para estrechar la ­mano de Spotify, ha sido requerido para resolver las negociaciones entre dos partes, club y multinacional norteamericana, a las que no hacían falta presentar porque llevan décadas colaborando. Poco se sabe de la función de Dein, pero se intuye que ha sido colosal a juzgar por los millones de euros que se llevará. Varias decenas. Muchísimos, para una sola persona.

Poco se sabe de los socios, sea porque Montjuïc no ha calado o porque su talante ha cambiado

Laporta no responde ante casi nadie porque la voz del socio se va silenciando con cada mandato. Todos los presidentes prometen mejorar la discutible representatividad de la asamblea, pero a la hora de la verdad, al llegar al poder, proceden a pasarle un nuevo cepillado. El espíritu contestatario tampoco se advierte en Montjuïc, sea porque quienes acuden aprueban la gestión de Laporta, sea porque cualquier muestreo, en un estadio al que decenas de miles de abonados no han querido ir, se hace complicado.

El equipo ha caído en picado en la Liga, pero su buen papel en la Champions le protege del desánimo

En las redes sociales, la crítica, por constructiva que sea, se castiga con el insulto sistemático por parte de un laportismo militante, sobre todo en X, abrazado y premiado por el club, y ya van unos cuantos periodistas de referencia que se han dado de baja para oxigenarse. Algunos de ellos, por cierto, eran auténticos azotes cuando quien mandaba era Bartomeu, pero eso ni siquiera puntúa. Por otra parte, el papel de la prensa especializada respecto al poder, en comparación con otras etapas, es tibio.

El acuerdo con Nike define este mandato: se esconden las cifras y se enriquece a un intermediario

Hansi Flick, por su parte, es un caso único. Pese a la inesperada caída en picado de su equipo en la Liga, a nadie se le ocurre cuestionar su figura. El técnico alemán cae bien y el recuerdo de su despampanante inicio, así como su gran papel en la Champions League (segundo clasificado en el nuevo formato), atemperan cualquier amago de queja mediática o directiva. Puede más la semana mágica en la que su equipo encadenó las victorias contra el Bayern y contra el Madrid en el Bernabéu (0-4), desplegando un gran juego, que el posterior desfallecimiento en el campeonato español, pese a que los números sean más propios de una soberana crisis que los de un bajón accidental. Sin duda, la aparición de jugadores como Marc Casadó y la consagración de Lamine Yamal ayudan a suavizar un ambiente que para otros entrenadores, con iguales o mejores registros, fue mucho más áspero.

Así las cosas, la esperanza del regreso del mejor fútbol, como se vio el pasado sábado ante el Atlético pese al desgraciado resultado final, frena de momento preocupaciones o tempestades latentes que se desatarán en el 2025 si los resultados no se revierten pronto.

Acaba el 2024 y el FC Barcelona sigue atravesando una situación difícil, económica y deportiva, lejos de su casa y con demasiados frentes abiertos.

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