Líder destacadísimo después de ganar 0-4 en el Bernabéu y 3-1 el derbi al Espanyol, el Barcelona está siete puntos por detrás del Real Madrid, nuevo mandamás en la Liga. Una desventaja de más de dos partidos es un mundo a pesar de que queden 18 jornadas por delante. El derrumbe blaugrana es de campeonato y lo curioso es que más que a un bache de juego puntual haya que atribuirlo a una irregularidad propia de un proyecto que está empezando su andadura.
Guardiola (08-09), Tito Vilanova (12-13), Luis Enrique (14-15) y Valverde (17-18) ganaron la Liga en su primer curso en el banquillo del Barça pero aquello fue excepcional y no puede ser la costumbre, sino que sirve para, con el tiempo, darle más valor.
Tras cuatro jornadas sin ganar
El equipo de Flick ya está a siete puntos del liderato del Real Madrid y ve cómo el Athletic le iguala
La rutina semanal está pudiendo con la jovialidad del equipo de Flick, divertido e inconstante por definición, al que le cuesta lidiar con la presión de tener que ganar cada semana. Esa tensión es agotadora para una plantilla aún en busca de liderazgos poderosos. Mientras acumula tropiezos, ve cómo se abre un abismo que será difícil de salvar con la cabeza de la Liga y, al mismo tiempo, el Athletic de Valverde, al que despachó con solvencia en la semifinal de la Supercopa, le iguala a puntos (39) en la clasificación.
A diferencia de lo que venía sucediendo con Koeman y Xavi, el Barça se muestra grande con los fuertes y débil con los pequeños. No es un problema de calidad o de no dar la talla porque en los días importantes es cuando ha enseñado su mejor versión, sino de no prestar atención a los detalles, ya sea en casa (el Las Palmas y el Leganés le sorprendieron en Montjuïc) o fuera (cuando se dejó empatar por el Celta, el Betis y el Getafe pese a adelantarse).
El tridente se encalla
Lewandowski no marca desde el Villamarín, Raphinha lleva cuatro jornadas seco y Lamine Yamal no celebra en la Liga desde el Bernabéu
La Liga se le ha cruzado al equipo barcelonista cuando iba lanzado. La derrota en San Sebastián –donde le anularon a Lewandowski el 0-1– abrió unas grietas en la confianza del equipo que solo han hecho que ampliarse ya que la goleada al Mallorca (1-5) fue un espejismo. Suma cuatro jornadas sin victoria y solo ha sumado dos puntos de los últimos 12 posibles.
El Barça perdió contra el Atlético jugando mucho mejor que los de Simeone, seguramente porque su exuberancia goleadora se ha esfumado también. Solo ha conseguido dos dianas en 270 minutos y de goleadores menos habituales (Pedri y Koundé).
Los blaugrana son conscientes de que están contra las cuerdas en la pelea por el título y eso les tiene algo bloqueados. Lo nota también el tridente ofensivo, que está completando una temporada espectacular pero andan peleados con la finalización. Raphinha lleva cuatro partidos de Liga seco, desde Mallorca, Lewandowski, el pichichi, no ve puerta desde el Villamarín y Lamine Yamal no celebra en el campeonato desde el Bernabéu... en octubre.
Con la Supercopa ya en el bolsillo
La Champions es un especial y motivadora y todo va de cara mientras que en la Copa la final está a tres partidos
Poniéndose los cimientos de un proyecto ilusionante, con muchos jugadores jóvenes y –no hay que olvidarlo– sin el portero titular y capitán, tiene cierta lógica que se le estén dando mejor los torneos cortos e intensos –ya ha ganado la Supercopa y lleva paso firme en la Champions– que una Liga larga que exige mucha regularidad y una mentalidad y callo que aún no tiene.
En Europa, salvo la derrota en Mónaco, todo le ha ido de cara. Es una competición distinta, por especial y motivadora. Mientras que en la Copa del Rey los futbolistas saben que comienzan de cero y no importa la dinámica, que todo depende de ellos y que el título está más cerca (máximo de cuatro partidos). Todo esto les hace estar más enchufados. El encuentro contra el Benfica en Da Luz puede ser un nuevo ejemplo de esos oasis paradisíacos, divertimentos, que encuentra el Barça para salir de la monotonía liguera que tanto le cansa y le asfixia. En la Copa y la Champions se respira otro aire, más libre, sin ataduras ni mochilas.