Cuando Gamper lloró como un niño

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Se cumplen cien años del cierre gubernativo del FC Barcelona por seis meses

ARXIU FC BARCELONA Palco presidencial del campo de Les Corts, 14 de junio de 1925, con ocasión de un Barça-Júpiter como homenaje al Orfeó Català. De izquierda a derecha: Cambó (con sombrero), Millet, Gamper, Cabot y Moragues.

Joan Gamper, con Lluís Millet a su derecha, en el palco presidencial de las Corts el 14 de junio de 1925

FCB

En estas fechas de junio se cumplen cien años de la mayor sanción jamás sufrida por el FC Barcelona: el cierre absoluto de todas las actividades por espacio de seis meses, de junio a diciembre de 1925. El centenario justifica sobradamente que los hechos, que han sido narrados –también en estas páginas– en numerosas ocasiones, sean recordados y matizados, porque en algunos casos se han arrastrado errores.

Las cosas sucedieron así: el 14 de junio de 1925 el Barcelona organizó en las Corts un encuentro amistoso contra el Júpiter como homenaje al Orfeó Català, que acababa de actuar en Roma con éxito. Una banda de música perteneciente a un barco inglés interpretó, sin que estuviera previsto, los himnos de España e Inglaterra. Al sonar los acordes de La marcha real, se produjeron numerosos silbidos (o sobre todo siseos, según las fuentes) que provocaron denuncias ante el gobernador civil. España se hallaba en ese momento bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera y Barcelona sufría el control estricto y la prohibición de cualquier exhibición catalanista de otro militar, Joaquín Milans del Bosch. El Barcelona, que acababa de proclamarse campeón de Copa (la Liga aún no existía) era un club marcado como sospechoso, además de una entidad consolidada, de gran potencial y con el mejor equipo y el mejor estadio de España. En 1918 se había sumado a la campaña por un estatuto de autonomía, desde 1919 enviaba una delegación a las celebraciones del 11 de septiembre, había catalanizado sus documentos internos y sus publicaciones en la prensa... Todo ello, por supuesto, quedó prohibido con la dictadura primorriverista.

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Un informe policial propuso la disolución de la entidad blaugrana, así como la expulsión del presidente del club, Joan Gamper. Finalmente se decretaron los seis meses de suspensión de actividades, como medida represiva para una entidad “desafecta a España”. Mientras se estudiaba la sanción, Gamper aún pudo presidir dos reuniones de su junta, los días 16 y 18 de junio de 1925, pero finalmente se vio forzado a abandonar el país, y el club quedó en manos del vicepresidente Joan Coma, quien interpuso recursos y solicitó medidas de gracia sin el menor resultado. La directiva en funciones se reunió el 10 de julio para estudiar las respuestas que Milans del Bosch iba dando a los argumentos de defensa. También el 11 de agosto, el 2 de noviembre y el 9 de diciembre, en sesiones que contaron siempre con la presencia de un delegado gubernativo.

El cierre del club por seis meses podía, en realidad, desembocar en la asfixia económica y deportiva. Parece evidente que alguien calculó una situación dramática insalvable en la que los socios no pagarían las cuotas para un espectáculo inexistente, los empleados abandonarían la entidad al quedarse sin sueldo, los futbolistas ficharían por otros clubs y las competiciones arrancarían sin el Barça, que no podría tampoco hacer frente a los pagos previstos, especialmente el vencimiento de las obligaciones emitidas para costear la construcción del terreno de juego. No era la disolución inmediata, pero sí una asfixia lenta y certera.

Sin embargo, nada de esto sucedió. Los jugadores se mantuvieron fieles, los socios, de forma mayoritaria, siguieron pagando y las bajas que se produjeron quedaron cubiertas con altas de personas que empatizaron con la entidad blaugrana. Suele citarse el caso del futuro presidente Josep Sunyol, pero no es exacto. En los archivos del club consta su alta en meses anteriores al partido contra el Júpiter.

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Antes de abandonar Barcelona, Gamper aún firmó la garantía personal de una cuenta de crédito que se abrió en la Banca Jover para hacer frente a los pagos inmediatos, hubo socios destacados que se movilizaron para recaudar fondos y el siguiente Campeonato de Catalunya se aplazó hasta diciembre para garantizar la participación del club.

No es cierto, como se indica a menudo, que se tratara únicamente de la clausura del campo. Ni que se redujera el castigo a tres meses. En absoluto. El Barça no jugó ni un partido, en casa o fuera, entre el nefasto 14 de ­junio y el 25 de diciembre. El Orfeó Català, también castigado, reanudó sus actividades el 13 de octubre.

En toda esta historia hay nombres destacados que han caído en un cierto –o total– olvido. Como es el caso de Joan Baptista Roca (padre de Miquel Roca i Junyent), uno de los principales impulsores de la recuperación del Orfeó y del Barça. O de un miembro de la Federación Catalana que intentó intermediar en el perdón al club aunque recibió una respuesta inmisericorde: “Pídame la vida de un sentenciado a muerte, pero no clemencia para el FC Barcelona”. También merece citarse a Narcís Deop, directivo blaugrana y amigo íntimo de Gamper, que vivió en primera persona el golpe tremendo que sufrió el fundador: “El hombre que siempre sonreía, que contagiaba optimismo y no conocía el odio llegó a su domicilio amarillo como la cera, con rostro enfermizo. Le acababan de cerrar el club que él había fundado, que conservaba toda su juventud y las ilusiones de toda una vida. Lloraba abrazado a su esposa como un niño. Nunca le había visto una lágrima”. Deop explicó también que Gamper pasó dos meses entre Inglaterra, Francia, los Países Bajos y Suiza y tuvo que dar su palabra de honor de que nunca más sería directivo del Barça “porque solo con esta promesa se le permitió regresar a Catalunya”.

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