Dicen que Berna inspiró a Albert Einstein, que vivió siete años en la ciudad y desarrolló sus teorías más revolucionarias junto a la calma del río Aar. Un genio de la Matemática y de la Física, áreas que podrían explicar con precisión como Aitana Bonmatí descorchó con un taconazo que solo estaba en su mente un partido cerrado ante Suiza, donde lo único que fluía era el tiempo. Hasta que la doble Balón de Oro, gris como España hasta entonces, imaginó lo inimaginable y dejó sola a Athenea del Castillo, que remachó. Ahí murió cualquier atisbo de vida en las anfitrionas.
A los genios hay que dejarles en el campo aunque se atraganten con un dos más dos. Nunca se sabe cuándo aparecerá la inspiración que les hará resolver la ecuación: como decía Picasso –y seguro que muchos otros antes– mejor que le pille trabajando.
Eso le ocurrió a una España imprecisa, plana, obstruida por el orden suizo, pero confiada en que en algún momento aparecería ese milagro. Un 76% de posesión y un balance de ocasiones de 12 a 2 al descanso eran el mejor aval. “Creábamos muchas ocasiones, pero no marcábamos. No acertamos, pero estuvimos fluidas”, comentó la propia Athenea.
Seguramente, conocía la historia, y que en esta ciudad no solo hay teorías, sino fenómenos paranormales. La moneda no iba a caer de perfil.
Ya conocida es la historia de la Copa de Europa de 1961 en la que el Barcelona perdió ante el Benfica de Eusebio por 3-2. Los azulgrana estrellaron hasta cuatro remates a los palos cuadrados de las porterías. Tras ese partido, la UEFA los cambió a redondos. Este viernes, Irene Paredes lanzó un cabeza al palo, al igual que Patri Guijarro. El rechace fue para Esther, a bocajarro, quien también lo lanzó al poste. Ya iban tres. Pero el cuarto remate fue para adentro. Adiós fantasmas.
Las dos desgracias de Berna
España lanzó tres remates a los postes y falló dos penaltis, de Mariona y Alexia
Las de Montse Tomé encontraron premio en la segunda mitad, porque en Berna todo acontece cuando se acercan los momentos clave. Como la final del Mundial de 1954 en la que Alemania Federal remontó un 0-2 a Hungría, la de Puskas, Czibor y Kocsis, en un partido llenó de sospechas bajo la lluvia. Que si las botas o el doping. ¿Cómo los alemanes pudieron obrar ese milagro ante los Magiares Mágicos?
La selección española femenina no obró un milagro. Hizo los deberes, pero vivió un mal trago con tres postes, dos penaltis fallados y la baja de Laia Alexandri para las semifinales. Nervios y un peaje caro hasta el taconazo de Berna de una Aitana Bonmatí que cambió la historia.