Cuando Gabri Veiga, con 21 años, decidió fichar por el Al Ahli a razón de 12 millones de euros netos, el fútbol mundial se echó las manos a la cabeza. El más expresivo fue por aquel entonces el jugador del Real Madrid Toni Kross, quien lo tildó de “vergonzoso”, entre otras cosas por su crítica al país asiático por la vulneración de los Derechos Humanos. Una cruzada que le valió muchos silbidos en la Supercopa de España. Era incomprensible, según los cánones del fútbol tradicional, que un talento como el del gallego, en el radar de los mejores clubes europeos, decidiera tirar por la borda esos años tan trascendentales en una liga menor como la árabe. Por mucho que acabara bañado en petrodólares.
Aquella operación tiene su intrahistoria. La representación de Pini Zahavi debía sacarlo del Celta -había un pacto no firmado con el mediapunta-, el contrato con el Nápoles que estaba a punto de caramelo que se rompió al final (debía percibir allí 1,8 millones anuales) y el cierre de mercado de verano que apremiaba sin que nadie pagase su cláusula. Eso le llevó a Arabia, que empezaba a apostar por jóvenes sub-23 para poblar sus mejores plantillas.
Dos años después, Gabri Veiga fichó por el Oporto. El estreno del centrocampista no fue el mejor, como el de su equipo, eliminado a las primeras de cambio en el Mundial de Clubs. Su contador empezará de cero tras las vacaciones, con 24 millones en el bolsillo y la lupa de la Premier y de los mejores clubes europeos encima. “Es un movimiento inteligente, irse a un club trampolín y vendedor como el Oporto. Hay la lupa encima de él, lo siguen todos los scouters, pero necesita hacer una gran temporada”, explica a La Vanguardia uno de esos ojeadores de un club top de la Premier que patean los campos peninsulares.
La opinión de los scouters
“Lo de Oporto es inteligente: lo siguen todos los 'scouters', necesita hacer un gran año”
Gabri Veiga ha vivido dos años lejos del foco. Viajó con su novia, vivió en un hotel la mayor parte del tiempo y utilizó los servicios de un entrenador personal para entretenerse y trabajar por las mañanas, teniendo en cuenta que los ritmos y la intensidad son diferentes en Arabia. Al menos esa es la teoría. En enero quería volver a Europa, y al final ha encontrado el club ideal en Oporto, a menos de dos horas en coche de Vigo. Podrá reencontrarse con la familia, ya sin urgencias económicas porque ganó en Arabia lo que se hubiera embolsado en 13 años en Nápoles.
Su caso es analizado por todo el fútbol europeo porque cogió el sentido contrario: es una cobaya del proyecto de Arabia, un termómetro para otros jóvenes, ahora que, por ejemplo, Pau Prim o Unai Hernández, del Barça Atlètic, también optaron por irse a Oriente Próximo.
Con Veiga hay dos incógnitas. Hay dudas sobre cuánto tardará en recuperar el nivel tras el paréntesis competitivo de Arabia. Iván Díaz, preparador físico del Burgos el curso pasado y con experiencia en el Al-Ittihad Jeddah Club, rompe mitos. “Hay un concepto equivocado. En mis años allí, examiné las cargas con los GPS, que medían los metros recorridos, los sprints de alta intensidad... Los saudíes son velocistas, sus números eran buenos. Necesitas un alto componente condicional para aguantar un fútbol más caótico, de transiciones, desordenado”.
Rompiendo mitos de Arabia
“Necesitas un alto componente físico para aguantar el fútbol saudí, es caótico”
Uno de esos ejemplos es el de Aymerich Laporte, convocado por Luis de la Fuente para la pasada Eurocopa y capital en el triunfo de la selección española. Rindió como nunca cuando durante el año compitió menos que siempre.
Dani Pastor, que forma parte del cuerpo técnico de Vicente Moreno, logró el título de Liga con el Al-Shabbab y le pone matices a Díaz: “Los ritmos de intensidad son diferentes, pero también sucede entre LaLiga y la Premier. A Arabia no van de vacaciones. Aunque la competición no sea a la misma. Miro el ejemplo de Gudelj, que se fue a China y luego volvió al Sevilla y siguió al máximo nivel, y creo que no habrá problemas para reajustarse”. El médico Misael Rivas, del mismo club, se pone en el otro extremo. “En mi opinión, sí se baja el nivel. Quizás a corto plazo puedes creer que hay más descanso, pero al final acumulas más horas con menos exigencia”, dice.
Desde un punto de vista médico, hasta dos temporadas en Arabia podría hasta tener algún beneficio para un jugador que se ha librado de la locura del calendario en Europa. El doctor Ramon Cugat valora el caso de aquellos jóvenes que pueden descansar más por el ritmo o por jugar menos partidos. “El desgaste no ha sido tan fuerte. Ha ido sobrado. Pero la clave son las lesiones, es lo que te hace alargar o menguar tu carrera”. En este caso, el futbolista sí tuvo una lesión en el tobillo en su primer curso que le dejó 90 días fuera de los terrenos de juego.
El propio Cugat reconoce que, a los 23 años, todo se acelera, la adaptación es rápida, y si no ha habido grandes lesiones y todo se ha desarrollado con equilibrio, su aclimatación debe ser rápida: “Es la flor de la vida. Tiene que simplemente entrenar y ponerse al 100%. Con más de 30 años es más difícil. El nivel lo debe tener. Insisto en las lesiones, porque es el factor que más te limita y que puede alterar el cuentakilómetros del coche”.
Gabri Veiga tiene ahora la oportunidad de revertir las críticas. Ya ha ganado en la cuenta corriente. Ahora quiere volver a ser aquel jugador que apuntaba en Europa, destinado a la selección absoluta y a jugar en un grande, y pone en jaque si estar dos años en Arabia es perder el tiempo -futbolísticamente hablando- o si es fácil reengancharse a la rueda.