Nuno Mendes cosió el balón a la red en el último penalti y el PSG lo celebró a lo grande en Udine. Había igualado un 0-2 adverso ante un Tottenham superior, con una marcha más y con la copa en su mano; pero se echó atrás y le dio vida a los de Luis Enrique, a quienes le faltaron piernas pero no talento. Un gol de Gonçalo Ramos en el añadido forzó una tanda en la que Chevalier, el portero que ha desbancado a Donnarumma, fue clave. Un título de Supercopa de Europa en chanclas como aperitivo de los parisinos en un curso en el que de nuevo aspiran a todo.
Nunca una final se disputó con tanta desigualdad de condiciones. El Tottenham llegó con el depósito lleno en 40 días de dobles sesiones y partidos (hasta seis). El PSG hace nueve días estaba en cualquier playa de la costa francesa. Y un mes atrás perdía de mala manera el Mundial de Clubs ante el Chelsea tras una temporada en la que acabó empachado de éxito con la ansiada Champions. Demasiados condicionantes para jugarte la vida en esta Supercopa descafeinada, otra locura del calendario. Pero nade fue lo que parecía. El que estaba menos preparado acabó mejor que el que llegaba sobrado. El fútbol es más mental que físico, y el paso atrás del Tottenham le condenó a los penaltis.
Precisamente, y antes de eso, los 'spurs' copiaron desde el comienzo la receta de los 'blues' en Nueva York, en el último recuerdo futbolístico del PSG. Presión asfixiante en la salida de balón que cortocircuitó la máquina de Luis Enrique. Si el técnico le abrió la puerta de salida a Gigi Donnarumma por su juego de pies, Chevalier, el portero maravilla del fútbol francés de 23 años, se vio obligado a jugar en largo. No lució en su mayor virtud, demostró sus notables reflejos, pero salió en la fotografía del 0-2.
Antes de que llegara ese gol que parecía definitorio, los ‘spurs’ demostraron esa marcha más que les hizo superar en todas las facetas al PSG.
En medio de la pesadez francesa, con sus jugadores con grilletes en los tobillos, solo Barcola era un faro desde la derecha. Le ganó la partida a Pedro Porro, pero sus internadas no encontraron rematador. Dembélé retrasaba demasiado su posición, Kvarashtelia no llegaba a zona de remate y Doue jugó de interior. Los ‘spurs’ neutralizaron cualquier acción.
Poco a poco, el Tottenham fue creciendo. Encontró una mina en el balón parado y en la velocidad de Kudus, un incordio incluso para Nuno Mendes. Sacó petróleo de una acción en el costado derecho y en esa falta nació el 0-1. Un centro al segundo palo rematado por Porro, tocado por Palhina y remachado, tras una buena mano de Chevalier, por Van de Ven. El VAR no intervino pese a que pudo haber falta en el salto a Marquinos. Con ese gol, todo fue bajada para los ‘spurs’ a cinco minutos del descanso.
Y, nada más comenzar el segundo acto, de nuevo una acción a balón parado, botada frontalmente por Porro, la remató Romero de cabeza a gol. Chevalier midió mal el bote. Luis Enrique movió el banquillo, pero no hubo manera; al PSG le faltó fluidez, juego y, cuando piso área en posiciones favorables, aparecía antes una pierna inglesa para frenar la acción. Las décimas de segundo determinan los ganadores de cada guerrilla, y el Tottenham siempre llegaba antes.
A la que no llegó fue al remate de Kang-in Lee, un zurdazo a falta de cuatro minutos para el final que añadió un cierto picante a la Supercopa y castigó el exceso de miedo del Tottenham. Otra genialidad de Dembélé la remató a gol Gonçalo Ramos. Ver para creer. La gasolina del PSG estaba en su mente y alzó un título casi imposible.