El Girona se descompone al grito de “directiva dimisión”

Girona, 0 - Levante, 4

A los 30 minutos fue expulsado Witsel y a los 46, Vitor Reis: una alfombra roja para un Levante que goleó con tantos de Etta Eyong, Carlos Álvarez, Koyalipou y Romero

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En el comienzo de la segunda mitad, Vitor Reis fue expulsado por clavarle los tacos a Carlos Álvarez, jugador del Levante 

David Borrat / EFE

Girona es ahora mismo Murphy. Todo lo que puede salir mal, sale peor. La tostada no cae ni por el lado de la mantequilla, sino que se desintegra antes de alcanzar el suelo. O, lo que es lo mismo, cuando el equipo de Míchel necesita ganar para remontar el vuelo, se queda con nueve jugadores, el Levante le pasa por encima y todo el mundo sale de Montilivi desencajado, enfadado con la actuación arbitral y resignado a que será una temporada como las de antaño, de pico y pala. Pero primero hay que encontrar esas herramientas. Y ahora mismo nadie sabe en qué almacén están. “Directiva dimisión” cantaron al unísono la grada, tras el 0-3, por primera vez de forma tan coral. Otros aficionados ya habían desfilado. De la Champions a la descomposición.

Y eso que las primeras aproximaciones fueron del Girona: una internada de Arnau Martínez y un tiro con balas de fogueo de Joel Roca, que fue al lateral de la red. Dispuestos a cambiar la suerte, los de Míchel salieron como si los hubiera liberado de una jaula, pero rápidamente volvieron a amansarse. Resaltaba el técnico que la portería a cero le daba seguridad a su equipo, y como si ese fuera el propósito el balón, el dominio y la sensación de control fueron del Levante. A los 18 minutos, el Girona ya llevaba dos amarillas (Witsel y Arnau) y su banda derecha era un coladero, sin la solvencia de un tierno Vitor Reis al cruce.

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Esa igualdad postiza saltó por los aires a la media hora de juego. Witsel entró fuerte a una disputa y, para el colegiado, pisó a Vencedor y fue merecedor de la segunda amarilla. El público se le echó encima, los jugadores del Girona quedaron incrédulos, pero no hubo vuelta de hoja. El día ideal para levantar el vuelo debía continuar con una ala rota. Demasiado castigo para un Girona en horas bajas en todos los sentidos.

No tardó demasiado el Levante pasar del control a la amenaza, en echarle cloroformo a sus posesiones con una culebra moviéndose entre líneas, Carlos Álvarez, y un delantero que todo lo que le llega lo reposa al piso. Etta Eyong podría hasta rematar cascotes. Y así hizo en el minuto 43, al filo del descanso.

Álvarez atrajo a varios jugadores en la frontal, abrió a la derecha para Toljan, cuyo centro encontró la cabeza del camerunés. Blind no llegó, Gazzaniga, que ya había hecho antes la vista gorda a un remate al palo de Brugué, todavía menos. 0-1. Silbidos, impotencia y una segunda parte por delante para sufrir. Solo el canterano Joel Roca, con una conducción de área a área, levantó a los ‘gironins’ de sus asientos.

Pero todo empeoró tras el descanso. Míchel sacó a Francés y Rincón, por Arnau -con amarilla- y un empequeñecido Asprilla. Y, a los dos minutos, Vitor Reis fue expulsado porque no supo despejar un balón y le clavó los tacos en el muslo de Carlos Álvarez. El propio menudo y talentoso jugador anotó el 0-2. La barrera se abrió y Gazzaniga no llegó.

Con nueve jugadores solo restaba pasar por una penitencia. No había partido, era un calvario, una fustigación que se agravó con el 0-3 de Iván Romero. Todavía faltaban 20 minutos más el añadido. Y entonces, la grada desató su frustración al grito de “directiva dimisión” o “diles que se vayan”. El primer cántico paso del 'Jovent gironí' a la tribuna, fue coral, dicho por aquellos que visitan cada 15 días Montilivi.

Los que se quedaron bajo el sol de septiembre, aplaudieron las tímidas acciones ofensivas de su equipo, jugando con nueve. El intento ya era una heroicidad. Y llegó el cuarto, ya en el añadido, en otra acción dudosa de Gazzaniga y antes justo del final. Anotó Koyalipou. El “directiva dimisión” fue silenciado por una megafonía a todo trapo. El Levante celebraba. El Girona se mantiene en ese proceso de descomposición que no encuentra solución después de cinco partidos. Un solo punto. 

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