A falta de un reconocimiento en el nuevo Camp Nou –los napolitanos lucen a Maradona como una estampita por muchísimo menos–, a Messi algún día le dedicarán una estatua en Miami.
Será, sin embargo, un monumento nacional. Allí acudirán en romería los estadounidenses aficionados al soccer para darle las gracias y postrarse ante él aquel día en que Estados Unidos gane la Copa del Mundo de fútbol.Todo llegará.
El astro forjado en la Masia, y que tanto dio al Barça, sigue dictando lecciones a los 38 años. Marca goles como si fuera un vicio. Este sábado metió los dos primeros contra los de Nashville y el Inter entró en las semifinales de la MLS, cada vez más cerca de su primer título.
El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, habla junto al trofeo del Mundial de Clubes, el pasado junio en Miami
A pesar de llevar tiempo fuera de la Champions, Messi continúa siendo el reclamo. Por el fútbol estadounidense han transitado grandes estrellas. Pelé, Cruyff, Beckenbauer o Beckham, otro jugador influyente en el resurgimiento de este deporte en EE.UU. y uno de los fundadores del equipo que llevó al argentino a Florida. Ninguno ha tenido su impacto. Por supuesto que hay un sector del fundamentalismo merengue que jamás aceptará que es el mejor de la historia, hasta que tal vez lo destrone Lamine Yamal, aquel bebé al que meció en la cuna, pero citarlo permite romper fronteras y entablar conversación en cualquier lugar del mundo.
Ese efecto también parece provocarlo Gianni Infantino, presidente de la FIFA, aunque por todo lo contrario. Mentar a Infantino en numerosos salones equivale a disparar palabras poco elogiosas dedicadas a este adorador del poder.
EE.UU. es uno de los tres países (los tres norteamericanos, junto a Canadá y México, el gran filón de público de la MLS) que organizará el Mundial del próximo verano. Infantino, que entra por el Despacho Oval como Pedro por su Casa Blanca, sabe muy bien a que árbol debe arrimarse.
Que más da que el presidente Donald Trump amenace con un despliegue policial y militar, al estilo autoritario de Videla, para perseguir a los visitantes de tantos países que no le gustan o que esté dispuesto a crear un caos organizativo quitando sedes a ciudades como Chicago porque no se rinden a sus deseos.
Pues eso, Infantino, en su afán por trascender más allá de sus negocios, se ha sacado de la manga una versión futbolera del Nobel de la Paz, el sueño de la erótica política que anhela Trump. Ahora ha anunciado que se entregará el 5 de diciembre en el Kennedy Center de Washington durante el sorteo del Mundial. En las apuestas ya saben quién ganará y no hace falta repetir su nombre.

