Messi se convertirá este domingo en el futbolista con más partidos en los Mundiales, con 26. Lo que sigue a continuación son cinco momentos clave en su carrera en esta competición. En Essen, a 10 kilómetros de Gelsenkirchen, en la cuenca del Rhür alemán, el jueves 16 de junio del 2006 era festivo. Una procesión congregaba a la mitad de la población, la católica. En Essen estaba alojada la selección albiceleste por el Mundial de entonces pero la parroquia argentina no estaba para fiestas. El debate versaba sobre la titularidad de un Messi que estaba ante su debut en la Copa del Mundo. Había un cierto clima de histerismo. Qué raro. El seleccionador, José Pekerman, se enfrentaba a un batallón de preguntas sobre si Leo iba a ser titular. “En Argentina llegaron a decir que mi hijo estaba hospitalizado. Mi familia estaba desquiciada y me empezaron a telefonear. Han sido pseudoinformaciones. Está perfecto, con muchas ganas. Acabará jugando. Hay que tener paciencia”, explicó a este diario el padre del jugador, Jorge Messi. No sólo estaba para jugar, sino que jugó y la "rompió", como también había pronosticado su progenitor en charla con este diario. No salió de inicio pero sólo en un cuarto de hora dejó su sello. Salió por el exespañolista Maxi Rodríguez, le dio una asistencia a Hernán Crespo y metió el último gol del encuentro tras pase de Tévez. Argentina se impuso por 6-0 a Serbia y Montenegro. Messi no podía ser más feliz ese día en la gris Gelsenkirchen. Cuatro años después de su primer Mundial Messi llegaba a Sudáfrica como uno de los mejores futbolistas del planeta. Campeón de Europa en 2009 con el Barça y futbolista capital del proyecto casi perfecto de Josep Guardiola a Leo le esperaba al frente de la albiceleste un Maradona mitificado como siempre y que siempre tenía que ser el protagonista por encima de sus jugadores. Con su porte de patriarca fue el centro de casi todas las miradas y el eje de todas las polémicas y declaraciones. Como seleccionador fue un fiasco y Argentina fue vapuleada por Alemania en cuartos de final por 4-0. Messi terminó llorando en el vestuario. En el Mundial sudafricano el rosarino ni siquiera vio puerta. A sus 27 años Messi llegaba al Mundial de Brasil en plenitud de condiciones, aunque su año (el del Tata Martino) no había sido el más boyante a nivel colectivo en el Barcelona. Pero Argentina, que contaba con futbolistas en boga como Ángel di María fue quemando etapas. Con sufrimiento, como frente a Suiza, o Holanda, a la que eliminó en semifinales en los penaltis, pero con éxito en definitiva. Messi disputó la primera final del Mundial de su carrera. Delante, de nuevo Alemania, su verdugo en 2006 y en 2010. El escenario, ideal. Nada más y nada menos que Maracaná, el templo de un Brasil vapuleado por los alemanes. Toda Argentina palpitaba en ese partido y decenas de miles de argentinos campaban por Río de Janeiro a la espera del título. Pero esa tarde en el coliseo carioca Alemania también doblegó a Argentina. La historia pudo cambiar si Gonzalo Higuaín hubiera materializado una genial asistencia de Messi, pero falló. En la prórroga un gol de Götze decidió y Messi quedó descompuesto y sin copa. La bella ciudad de Kazán, capital de Tartaristán, fue un cementerio para los gigantes en el Mundial del 2018. Allá cayó Neymar y su Brasil frente a Bélgica en cuartos de final, por ejemplo. Pero días antes, en octavos, fue el turno de la Argentina de Messi, que fue barrida por un ciclón. Pocas veces en un campo de fútbol se ha visto una exhibición tal como la que protagonizó un imberbe Mbappé frente a Messi. Dos goles y un penalti provocado por Mbappé doblegaron la resistencia argentina (4-3). La albiceleste, con el histrión Sampaoli al frente, caía en uno de sus pocos partidos decentes del campeonato. Casi siempre fue un equipo nervioso y repleto de ansiedad. El seleccionador no ayudaba precisamente a pacificar el ambiente. El Messi más líder y más maduro consiguió llevar a su grupo de muchachos a la final, la segunda de su carrera. Con siete goles y tres asistencias el argentino ha jugado el mejor Mundial de su vida. Protagonista, capataz y admirado por sus compañeros, Leo es por fin admirado en su tierra. Su jugada superando al central Gvardiol en semifinales, por la banda derecha, como si fuera aquel chaval que tenían que detener a patadas, ya forma parte de los anales del fútbol. Este domingo puso la guinda coronándose campeón del mundo, anotando dos goles y marcando el primero de los lanzamientos de penalti que darían el título a la albiceleste. Supremo.
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