A las puertas de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Sharon van Rouwendaal estaba desesperada. Su país, Holanda, había tirado la toalla. También su entrenador, Philippe Lucas, el sargento de hierro de las aguas abiertas. Sus hombros no iban. Estaban destrozados.
Con apenas 22 años, la nadadora que había brillado en piscina (diez medallas internacionales entre 2010 y 2015 en pruebas de espalda y estilo libre), dio el salto a las distancias de fondo y estaba abocada a la retirada. Pero en su camino se cruzó Mónica Solana, la fisioterapeuta que acompañó a Mireia Belmonte en sus años dorados. Y obró el milagro con “la fuerza mental” de Van Rouwendaal.
Sharon van Rouwendaal y Mónica Solana.
”Esto no va a funcionar. Sí, tenía el hombro destrozado”, recuerda. La nadadora se habituó a coger cada sábado el coche para viajar desde Montpellier a Barcelona y tratarse con Solana, que dio con la tecla y poco a poco llevó a su clienta a recuperar la fuerza y la movilidad. Lo que antes era “dolor y desesperación” viró en un ritmo endiablado en el agua que pocos podían seguir. Con ese esfuerzo, la neerlandesa llegó a Río de Janeiro y, en Copacabana, nadó hasta un oro que meses atrás parecía imposible. Había nacido una estrella desde el dolor más hondo.
”Su etapa con Lucas fue crucial. Con él hizo la transición a las aguas abiertas, con él aprendió a tolerar entrenamientos inhumanos y exploró sus límites físicos y psíquicos. Si aguantas los entrenamientos de Lucas, eres capaz de aguantar lo que sea”, rememora Sergi García, ex director técnico de esta disciplina en España y ahora asesor de diversos nadadores.
Van Rouwendaal era una “máquina perfecta”. Una nadadora con unas extraordinarias condiciones fisiológicas, con una gran punta de velocidad en los finales de carrera y con ganas de reinventar este deporte. Una de sus innovaciones, poder ser igual de competitiva en los 5km, los 10 (la prueba olímpica) y los 25. Antes había especialistas de la larga distancia, pero ella desafió las leyes. “Muy pocos pueden lograr lo que logró Sharon. A nivel estratégico, siempre fue muy inteligente. Fue de las primeras nadadoras en provocar ataques más largos que el típico sprint final de 100 metros. En muchas ocasiones, le gustaba poner la prueba bastante dura a partir de la mitad”, explica el ex director técnico español.
Sus duelos con la brasileña Ana Marceloa Cunha, oro en Tokio 2020, fueron de época. “Su rivalidad fue muy bonita y al mismo tiempo feroz. Su principal diferencia radica en su manera de ser. Estamos comparando a una neerlandesa con una brasileña, y aunque tengan en común muchas cosas como su profesionalidad, su capacidad de trabajo y su inteligencia táctica, su manera de funcionar es totalmente distinta”, relata García.
“Cunha siempre ha estado rodeada de su ambiente brasileño y en los últimos años en el grupo italiano de Antonelli, un grupo latino, más caluroso, más risueño y divertido, donde esa diversión y ambiente más agradable no está reñido con el éxito. En cambio Sharon se rodeó de ambientes más fríos, más rígidos como el de Philippe Lucas y Bernd Berkhahn. Ambas tienen madera de líder. En aspectos técnicos, Sharon siempre ha sido más rápida que Cunha, pero Cunha lo ha sabido compensar con inteligencia táctica y evolucionando al máximo sus habilidades técnicas propias de las aguas abiertas como el posicionamiento en el grupo, el drafting, el paso de boyas, el avituallamiento, las llegadas...”, prosigue.
Hizo de las aguas abiertas un estilo de vida, se compró una casa, un coche y pudo vivir de su pasión”
Y eso le llevó, de nuevo y ya a los 31 años, a ganar el oro en las aguas del río Sena de París en los Juegos de 2024. Con ese tatuaje de una pisada de su perro, fallecido, en la mano derecha. La fiebre de Van Rouwendaal por las aguas abiertas le convirtió en una de las primeras profesionales de esta disciplina: “Hizo de las aguas abiertas un estilo de vida, dónde consiguió muchísimos premios por medallas, World Cups y clasificaciones finales (overall) con cantidades económicas que le permitieron comprarse su casa, su coche y en definitiva, vivir de su pasión, vivir de la natación, vivir de las aguas abiertas”.
Dos oros y una plata olímpicas; tres oros, cuatro platas y un bronce mundiales; ocho oros, dos platas y un bronce europeos. Pocas han conseguido lo de Sharon. Ninguna cambiar para siempre el sentido de una disciplina en auge.


