¿Río 2016? Aquellos Juegos fueron un buen problema
Thomas Bach
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Le pregunto a Ernest Riveras (61):
–¿Cuándo se enamoró usted de los deportes?
–Hombreeeee, lo recuerdo bien. Yo tenía doce años, ¡eran los Juegos de Montreal 1976! El horario era chungo, se lo puede imaginar, con aquellos husos. Pero no me importó: los seguí por televisión. Luego mi madre trajo un libro que hablaba del olimpismo y empecé a leerlo...
–¿Qué relación había entre sus padres y el deporte?
–Ernesto, mi padre, trabajaba en Radio Juventud. Y Anna Maria, mi madre, era locutora de Radio Barcelona.
–No pudo usted escapar...
–Somos cinco hermanos. Los tres mayores veíamos el maratón de Nueva York, el Grand National de hípica, el Cinco Naciones de rugby. Mi madre ponía el Oxford-Cambridge, me aprendía de memoria la revista Nuevo Basket de los ochenta.
–No pudo usted escapar –le insisto.
No pudo escapar, y sus miles de fieles seguidores lo agradecemos.
En sus 39 años como periodista deportivo, le hemos escuchado en radios (Cadena 13) y le hemos visto en televisiones, quince años en MotoGP para Telefónica, Movistar+ y DAZN, y décadas en RTVE. Como comentarista, le avalan seis Juegos Olímpicos. De esa experiencia sale La historia oculta de los Juegos Olímpicos, la obra que le ha editado Almuzara.
Atlanta’96 fue terrible. La ciudad ni se enteró de que allí se estaban celebrando unos Juegos Olímpicos”
(...)
–¿Y nunca quiso ser usted un deportista de élite?
–Yo no era bueno en nada –responde.
–¿En nada de nada?
–Bueno, parece que tenía futuro en el tenis de mesa. ¿Se acuerda usted de Josep Maria Palés?
–¡Pues claro, hombre!
(Palés fue leyenda del tenis de mesa, ganó nueve Campeonatos de España; fue olímpico en Barcelona’92).
–Un día, en Segur de Calafell, Palés me vio jugando. Y me propuso que fuera a entrenarme con su club. Al segundo día llegué tarde y me echó.
–¿Y cómo lo llevó usted?
–Me dio igual. Si había llegado tarde era por algo, supongo.
–Pues nada, que usted prefirió ponerse a contar historias...
–Cuando entré en RTVE, en 1988, aquel fue un momento bestial. De repente me encontré junto a Olga Viza y Pere Barthe, a quienes había estado siguiendo hasta entonces.
–Y en Barcelona’92 se estrenó usted como comentarista olímpico.
–Deberían haber sido mis mejores Juegos, pero fueron los peores.
–¿...?
–Inventaron Canal Olímpic, un pool entre TVE y TV3, me metieron allí y yo, que me había preparado para cubrir el atletismo, me vi cubriendo la natación junto a Jordi Robirosa. No teníamos ni idea, ni él ni yo, y ahí estaba Martín López Zubero agarrando un oro...
–¿De fútbol tampoco entendía?
–Soy socio perico por Pol, mi hijo (tiene otro hijo, Àlex), pero hasta ahora el fútbol nunca me ha interesado salvo en algunos partidos de Champions o en los Mundiales. Sigo tragándome el resto de deportes, el Mundial de ciclismo, la Ryder Cup, las motos, el rugby...
–Y su mujer, ¿cómo lo lleva?
–Natalia, que es abogada, me lo acepta. Aunque antes yo era un loco y ahora he aprendido a dosificarme.
–Atlanta’96, Sydney 2000, Londres 2012...
–Atlanta fue terrible. La ciudad ni se enteró de que allí se estaban celebrando unos Juegos. En Sydney fui feliz, siempre metido en la zona mixta. Y en Londres cubrí las ceremonias de apertura y clausura, y también hice programas resúmenes y el atletismo, que es el deporte rey del olimpismo, usted lo sabe bien.
Me dice que, en su imaginario, los Juegos se encuentran muy por encima de la Copa del Mundo de fútbol. Me habla de Michael Phelps en Pekín 2008, el año de sus ocho oros, más que nadie nunca en unos Juegos.
–Éramos los últimos en entrevistarle y el hombre estaba trinchado. Solo teníamos cinco minutos de entrevista. Todo iba bien pero, cuando estábamos acabando, el cámara me dijo: ‘No le hemos puesto el micrófono’. Entré en pánico, miré al agente de Phelps y le miré a él y ambos se mostraron condescendientes y aceptaron repetirlo todo, incluso mejorado.


