La cura para cualquier cosa es agua salada: el sudor, las lágrimas o el mar
Isak Dinesen
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Cada viernes desde hace siete años, el despertador de Cesc Granada (60) suena a las cinco y media.
A esa hora es noche cerrada y aun adormilado, llueva o nieve, Cesc Granada se pone el bañador y los tejanos y también la camiseta o el chubasquero o lo que toque, y luego pedalea en la penumbra, desciende desde Gràcia hasta la Barceloneta y frente al mar canda la bicicleta, deja la ropa en la mochila y, en bañador, se sumerge en las aguas.
Se va por dos o tres horas, se va junto a Sergi Roura (fue nadador olímpico en Barcelona’92) y Joan Castellsegué (fue portero en el CN Catalunya de waterpolo), y a veces, cuando los tres amigos están mar adentro, todos se agarran a una boya y desde allí contemplan el alba, la salida del sol.
–Supere eso. Me basta con ver el sol para saber que soy feliz –me dice Cesc Granada mientras ambos nos asomamos al Mediterráneo.
Hoy el mar está calmado y tibio pero no me cuesta imaginarme unas aguas embravecidas y gélidas, sobre todo cuando llega el invierno, y por eso le pregunto:
–¿Y lo disfruta siempre? ¿Y qué pasa si hace frío? ¿Y no usan neopreno?
Cesc Granada enarca una ceja.
–¿Neopreno para combatir el agua fría...? –me pregunta–: lo duro no es el agua fría. Lo duro es salir de ella cuando fuera estás a tres o cuatro grados centígrados. Cuando acabamos, me seco deprisa, me pongo la camiseta y los pantalones y entro en calor mientras pedaleo de vuelta a casa.
(Margarita Puig, que nadaba y waterpoleaba en los tiempos de Cesc Granada, me cuenta que estos tres fenómenos irreductibles “son de la liga del anti-neopreno, y eso no lo cambia nadie”).
Uno de los recorridos matinales, a nado, de Cesc Granada
–Bueno, al principio llevábamos el neopreno –me confiesa Cesc Granada–. Pero nos lo hemos ido quitando. Las sensaciones son incomparables. Algunos temen la oscuridad del mar, las corrientes, las medusas, las sombras de los peces... Nosotros hemos hecho un trabajo para superar esos miedos y el frío.
–¿Cómo lo hacen?
–Es esencial el control de la respiración. Cuando entras en el agua fría, el dolor en la sien es insoportable. Crees que nunca se irá, pero a los treinta segundos se difumina, y esas sensaciones mágicas te acompañan durante todo el nado.
Pongo cara de póquer.
Odio nadar en agua fría.
¿Si el agua está muy fría? Eso no importa. Eso no me quita la felicidad de entrar en el mar y dejarme ir”
–No me baso en evidencias científicas, pero son mis sensaciones –me dice–. Le diré algo: se calcula que debes estar tantos minutos como grados tiene el agua. Si está a diez grados, no más de diez minutos. Si está a ocho grados, no más de ocho minutos. También le diré que el mar de Barcelona casi nunca baja de los doce grados.
–¿Y esa pasión por el agua?
Dice que le viene de niño.
Jaume, su padre, era entrenador de waterpolo en el Atlètic. Jordi, su tío, era jugador. Cesc Granada iba a ver actuar al uno y al otro y al principio nadaba, pero luego se aburrió de nadar.
–La pelota, hombre, la pelota. Donde haya una pelota... –me dice mientras traza una redonda con las dos manos.
La pelota, pues: se pasó al waterpolo y jugó en el Atlétic, el CNB y el Catalunya, y ganó Supercopas españolas y Recopas europeas y jugó con Estiarte, Toto García Aguado, Chiqui Sans, Giorgio Payà, Alfredo Gómez, Chava, Miki Oca y el recordado Jesús Rollán.
Y mientras jugaba al waterpolo se doctoró en Ciencias Físicas (¡es astrónomo!) y dirige la escuela Nou Patufet y está casado con Emma y tiene tres hijos y hace ocho años superó un ictus del que había despertado en el hospital Sant Pau, y por eso ya no juega al waterpolo (“no puedo recibir un golpe en la cabeza”) y por eso ahora prefiere nadar.
–¿Qué quiere que le diga? El ictus no me cambió tanto: disfrutaba de la vida antes de sufrirlo y la disfruto ahora. Pero mire qué maravilla, imagínese el silencio del alba, ahí al fondo, agarrados a la boya.
Y me muestra la foto del amanecer.
La foto del amanecer de Cesc Granada junto a sus compañeros
(Este fin de semana se disputa la Radikal ocean52 en aguas de Llafranc y Calella de Palafrugell; Cesc Granada estará allí, atendiendo a los nadadores en la oficina de incidencias. “Si puedo cuadrar los horarios, me escaparé y nadaré en algún relevo del domingo”, me cuenta).




