En el despacho de Fran Garagarza en la ciudad deportiva Dani Jarque no hay nada. Solo unas sillas y una mesa para hacer reuniones. No hay cuadros, ni pósters, ni una biblioteca ni siquiera un ordenador. El director deportivo del Espanyol guarda su tesoro en su teléfono móvil, su revólver, y se pasea de despacho en despacho a cualquier hora del día.
Es complicado escudriñar la obra y los milagros del de Mutriku, ahora mismo uno de los directores deportivos de moda en la Liga después de, en tres años, aupar al Espanyol de Segunda a Primera y consolidarlo en el mercado con la ayuda de la nueva propiedad (“viajamos a Burnley; fue enriquecedor, pusimos planteamientos en común y todo se desarrolló en dos direcciones”). Negociador implacable (60 millones de ingresos en tres mercados de verano), ha logrado reorganizar la plantilla: eliminó los salarios más elevados, la rejuveneció (25 años) y la ‘catalanizó’ (51%) con una obsesión aplaudida en el Espanyol por generar patrimonio (entre el primer equipo, el B, el C y los cedidos, se manejan más de 80 jugadores).
Hurgar en su pasado es cómo buscar una aguja en un pajar. “Era una persona muy dedicada, con mucha pasión por el fútbol e interesado en aprender. Es modesto y ha ido evolucionando. Le mete constancia a las cosas”, explica Mikel Etxarri, una institución en el fútbol vasco, profesor de Garagarza en la Escuela de Entrenadores de Kirolene. Hasta cinco miembros de la secretaría técnica del Eibar en la etapa de Garagarza recibieron un whatsaap de La Vanguardia. La conversación expiró al preguntar por el actual director técnico del Espanyol.
“Es honesto, humilde, directo, trabajador y apasionado”, lo define en cinco palabras un extécnico del fútbol base del Espanyol. “No conozco a nadie que, con su cargo, vaya a ver partidos del Juvenil B o, el día que el primer equipo se juega la salvación, se pase por el entrenamiento más suave del filial”, detalla. “No flota, es sencillo, cercano y utiliza un vocabulario convencional”. Y finaliza: “Te dice cosas que no quieres escuchar, afronta conversaciones difíciles”. Otros matizan: “Cuando ya no le interesas, envía a otros a hablar contigo”.
Te dice cosas que no quieres escuchar, afronta conversaciones difíciles”
No hay nadie que discuta a Garagarza en Sant Adrià, una especie de Clint Eastwood por su personalidad recia, su desconfianza y también su espontánea sensibilidad (“en Navidad nos llegaron a casa unos regalos suyos, eran para mis hijos”, añade este extécnico). Solo hay dos personas que le generan la máxima confianza. Unai Ezkurra, analista de datos, y Mar Rovira, la psicóloga. Luego, surgen las dos caras de un director deportivo que no deja indiferente, que vino a Barcelona sin la familia para poder dedicarse en cuerpo y alma.
“Cuando fiché, tuve que pasar un test. Era como un psicotécnico. Tardé cuatro horas en completarlo. Una pregunta era sobre mi disponibilidad, y allí puse 24/7... Y era de verdad”, cuenta el mismo extécnico. Con Garagarza no hay horarios. “Es lo más difícil de la gestión de Fran -cuenta otro exentrenador-. Él te puede llamar a las 23:30 u 00:00”, relata. “Siempre bromeaba y decía que esto era para gente sin hijos o divorciada”, añade. Lo sufrieron todos, hasta Manolo González.
Esa falta de horarios, fruto de la exigencia del propio director deportivo y su afán por controlar todas las áreas, cambia los ánimos de algunos profesionales. “Si no se lo coges, te lo echa en cara”, explica otro de los técnicos del fútbol base que lo dejó el curso pasado. “Yo a las 22:00 desconecto el móvil. Quiero estar con mis hijos. Pero él me llamaba. Al final tuve que hacer una excepción, buscar cómo podía evitar todas las llamadas menos la suya, para estar siempre localizable”, relata el técnico.
La personalidad de Garagarza le está trayendo éxito al Espanyol. “Me da igual mi figura, lo que me importa es el club”, reiteró. Y es expansiva y avasalladora en Sant Adrià. El director deportivo “fiscaliza” y los que mantienen sus horarios saltan: “Debe entender que más horas no es mayor productividad”. “Vamos a hacer esto por si lo pide y así no nos echa bronca”, explica otra fuente que comenta lo que piensan (y verbalizan) algunos formadores.
El intervencionismo del técnico
“Puede bajar al vestuario para decirte que defiendas los córners de otra manera”
Porque la sombra de Garagarza está presente en todas las capas. “Es intervencionista. Pero creo que no puede tratar a todos por igual”, se quejan. “Puede bajar al vestuario después de un partido y decirte que defiendas de otra manera los córners o que no puedes hacer un tercer hombre cuando inicie el portero. Un día dijo que qué pasaba, que no iba a ver nunca a un equipo de la base jugando 4-4-2. Es el sistema que le gusta, pero luego ficha a un director metodológico que tiene otras ideas”, añaden.
El gusto de Garagarza por el fútbol está en el Eibar de Mendilibar, de ahí por ejemplo la apuesta inicial por Luis Miguel Ramis y posteriormente por Manolo González, que se ha ido adaptando de la misma manera que su jefe. “Él quiere ser competitivo, pero es un término genérico y abstracto. No vi demasiado claras las líneas a seguir. Quiere equipos sólidos, aguerridos, que ataquen rápido...”, añade el exentrenador.
Ese carácter obsesivo le lleva también a controlar la foto del perfil de whatsapp de sus entrenadores para que no le suceda de nuevo lo que a uno de ellos, quien mantuvo una imagen en la que aparecía en la sala de prensa del Barça con el escudo de fondo. Y fue la comidilla de la cantera durante un tiempo.
Tres años después de su llegada, su método personalista ha rescatado al primer equipo de temporadas irregulares. Con curvas, pero con resultados. En otras áreas del club, como el fútbol base, se van acostumbrando a una manera de hacer diferente, de cambios y horas extra, que ahora vivirá otra vuelta de tuerca con el Vilassar de Mar, porque a los juveniles les falta experiencia en el “otro fútbol”. El que domina Garagarza, sin duda el director deportivo más impactante de Primera, que ahora afronta sus meses más dorados e inciertos a la espera de lo que decida Alan Pace.