Este Rafael Nadal casi cuarentón que ahora recibe homenajes y parabienes y que recorre las alfombras rojas sonriendo a quienes le rodean, relajado como está tras su adiós al deporte, le ha abierto casi todas las puertas al tenis de nuestro país.
En sus días, Nadal se había adueñado de Roland Garros, cómo luce su escultura en el recinto, y se había lucido en Flushing Meadows y en Melbourne Park, y había derrotado a Roger Federer en la hierba de Wimbledon, y se había proclamado campeón olímpico en individuales y en dobles.
Sin embargo, nunca había llegado a imponerse en el escenario indoor de Rotterdam, superficie rápida que siempre incomodó al tenis español, al mismo Nadal (perdió la final del 2009 ante Andy Murray) o al gran Juan Carlos Ferrero, que cayó ante Lleyton Hewitt en el 2004.
Si retrocede en el tiempo, es posible que Ferrero haya sacado alguna conclusión, algún aprendizaje, de aquella lejana derrota ante Hewitt, penúltima esperanza del tenis aussie.
Y si es así, es posible que algo le haya contado a su pupilo, este Carlos Alcaraz (21) que paso a paso va cerrando los círculos que su antecesor, Nadal, no había logrado redondear.
La vida son casualidades, y ese tema tenía hipnotizado a Paul Auster (QEPD) y a veces, a este cronista.
Y para muestra, un botón.
Resulta que Alcaraz, el buque insignia del tenis español, el heredero de Nadal y el pupilo de Ferrero, ha ido a romper la maldición de los españoles en Rotterdam ante Alex de Miñaur (25), última esperanza aussie, tenista Top 10 (hoy es el noveno) que llega pero no del todo, entre otros motivos porque el talento murciano se le cruza sistemáticamente en el camino.
Tres veces se han medido entre sí y tres veces se ha impuesto Alcaraz, la última en este indoor de Rotterdam y ante los 15.000 curiosos que, muy gustosamente, han comprado su pase a un espectáculo interesante (6-4, 3-6 y 6-2 en 1h55m).
(Otro dato singular: con este triunfo, Alcaraz alcanza los 17 títulos, uno más de los que luce Ferrero, su mentor).
Adaptación
El tenis de Alcaraz se ha adaptado a los rivales, al potente servicio de Hurkacz o al juego de fondo de De Miñaur
–Tenía un pique ahí con Juan Carlos (Ferrero) –decía Alcaraz más tarde–. Pero este partido ha sido de ida y vuelta.
¿Se desmonta así el relato que Paolo Lorenzi, ex tenista italiano y hoy director del Masters 1.000 de Roma, había dibujado en estos días, diciendo que al tenis de Alcaraz “le falta una identidad”?
Más o menos, se desmonta.
Pues la verdad es que, en estos días, el talento murciano ha ido desplegando toda suerte de recursos para adaptar su juego a las características del rival.
En la víspera, ante Hubert Hurkacz, Alcaraz se había reconcentrado en el resto: no le quedaba otra ante un sacador como el polaco, tenista-catapulta que sirve a 220 km/h y que le había endosado diez aces.
Y esta vez, ante De Miñaur, tocaba reinventarse de nuevo
Porque De Miñaur juega al desgaste. Se planta en la línea de fondo, alarga los peloteos, arriesga lo justo (ahora más que antes), parece un tenista español, no australiano.
De Miñaur es fino pero resistente, aguanta lo que le echen, y solo flaquea cuando se siente presionado. De Miñaur está cerca de alcanzar la cima pero no lo logra por ahora y ya veremos si lo logra en el futuro, entre otros motivos porque forma parte de la Next Gen, y esa generación ha sido pasto del otoñal Big Three (ya solo queda Djokovic) y, ahora, de los cachorros.
Los cachorros son Alcaraz o Jannik Sinner.
Se rompe una maldición
Ningún español, ni Nadal ni Ferrero, había logrado imponerse en el torneo neerlandés
Si Sinner interrumpía a De Miñaur hace un año, también aquí en Rotterdam, ahora lo ha hecho Alcaraz, vaya maldición envuelve al australiano.
(La misma maldición que envuelve a Zverev, Medvedev, Rublev, Tsitsipás, Tiafoe o Auger-Aliassime: entre todos ellos suman un solo Grand Slam, el US Open de Medvedev en el 2021).
–Alex siempre es muy duro. Su juego es incómodo, es rapidísimo, tiene grandes habilidades y por eso está donde está, se merece estar peleando por los grandes torneos –decía Alcaraz, repuesto de la pelea, en realidad una montaña rusa y un compromiso excepcionalmente igualado (Alcaraz sumaba 79 puntos; De Miñaur, 75) solo resuelto en la tercera manga, cuando el aussie cedía dos servicios de un tirón y veía cómo se le desmontaba el castillo–: me he mantenido con calma, en especial tras perder el segundo set, estoy contento por haber podido tener el control y lidiar con todo.