El tenis contemporáneo se lo disputan italianos y españoles. Cuando no son Jannik Sinner y Carlos Alcaraz quienes se apropian de un nuevo Grand Slam (entre ambos se han apuntado nueve de los diez últimos disputado), entonces son los segundos espadas quienes les cubren las espaldas.
O eso dice esta Copa Davis.
En estas finales no juegan Sinner ni Alcaraz, y tampoco Lorenzo Musetti ni Alejandro Davidovich, y sin embargo el fondo de armario de ambas academias les catapulta hacia aventuras sensacionales.
La aventura corona a los italianos (2-0, tras las victorias de Berrettini sobre Carreño y Cobolli sobre Munar), ya tienen su tercer cetro consecutivo, pero reivindica a la escuela española, hipotéticamente debilitada tras el adiós de Rafael Nadal, en realidad no tanto, visto lo visto.
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En la Copa Davis, lo sabe todo aficionado, el tenis es tenis, pero también es otra cosa.
En la Davis, el tenis se aventura hacia otras dimensiones. Se futboliza, se hooliganiza, como quieran llamarlo. En Italia, por seguir el relato, se tifosiza.
En esta Davis italiana se juega sobre el sintético del Bologna Fiere pero también en las gradas, y el volcánico escenario solivianta a Jaume Munar, el mágico, que se le queja a Flavio Cobolli, su adversario, como recriminándole:
–No me los eches encima.
Para entonces estamos en la segunda manga y se ha enrarecido el partido, el segundo combate en esta final de la Davis, la undécima que alcanza el tenis español.
Durante el primer set, Munar ha sido más mágico que nunca. Se ha adjudicado ese parcial en apenas 31 minutos (6-1), pero ahora Cobolli empieza a alzar el vuelo, se está sacudiendo de encima el peso del compromiso, un duelo de banderas e himnos, y ha sembrado dudas en la mente del balear, tenista crecido en estos días en Bolonia, sensacional en su estreno ante Lehecka y también en la semifinal ante Alemania, pese a su derrota frente a Zverev.
Durante un buen rato, Cobolli (22.ª raqueta del mundo) ha sido un flan. Ha visto cómo Munar se le montaba encima. Sin embargo, ahora se ha sacudido los demonios: se golpea en el pecho, golpea la banderita que luce en su camiseta, y revira el encuentro, lleva el asunto al tie break y entonces cierra las vías de agua.
“No sé ni cómo lo he hecho, pero somos los campeones del mundo”, dice Cobolli tras su victoria decisiva
Cuando Cobolli gana el segundo set se iguala este segundo partido y Munar se siente acorralado. Su magia pierde aura y, al final, se rinde.
Cobolli cierra el título por 1-6, 7-6 (5) y 7-5 y luego se sincera:
–No sé ni cómo lo he hecho, pero somos campeones del mundo.
Jaume Munar contempla la Copa Davis, este domingo en Bolonia
A su lado, le escucha Matteo Berrettini.
Ha sido Berrettini, el gigante italiano, quien encaraba la apertura de la final. En el primer partido, ha desesperado a Pablo Carreño. Berrettini no le ha dado una sola opción. Ha servido con contundencia, ha liderado el juego cuando sacaba (se iba hasta los trece aces), y le ha apretado las tuercas al resto.
Berrettini (29), tantas veces a un paso de la gloria (en su palmarés lucen una final de Wimbledon, una semifinal en el Open de Australia y otra en el US Open; en el 2022 llegó a ser la sexta raqueta del mundo), se multiplica en los compromisos de la Davis, a partido único y sobre una superficie rápida.
Berrettini es un tenista Davis, y en las gradas los boloñeses se tifosizan.
Vociferan, celebran cada punto de su gigante como si no hubiera un mañana: Carreño (34) se desnorta y el italiano se viene arriba.
–Con el público a su favor, Berrettini se ha sentido muy cómodo y a mí me ha faltado un poquito más –dice el asturiano cuando todo ha acabado, poco antes de que Munar intente corregir la deriva ante Cobolli.
Pese a las ausencias de Alcaraz y Davidovich, el tenis español ha demostrado que tiene recursos en el armario
En el Berrettini-Carreño, ambas mangas son simétricas, se decantan en el mismo punto, en el noveno juego. En ambos momentos se atasca el servicio de Carreño y por ahí se cuela el italiano: resuelve ambos sets con idénticas roturas y luego ya no suelta a la presa.
(Berrettini se impone por 6-3 y 6-4 en 1h18m).
–He fallado los dos primeras bolas en los dos juegos en que servía y con eso se me ha complicado todo –dice Carreño.
Con Munar, luego y durante cincuenta minutos, entra la magia.
Munar es el mágico Munar, y ante Cobolli despliega su arte de prestidigitador.
Para asombro del italiano –y también, para asombro de Filippo Volandri, capitán de los azzurri –, Munar maltrata al anfitrión. Gana los seis primeros intercambios, rompe el servicio de Cobolli, se mete en la pista en el segundo saque del rival (el balear resta un metro por delante de la línea de fondo, todo lo contrario que Cobolli, que se va dos metros y medio por detrás), y en 31 minutos se lleva la primera manga.
Hay margen para la ilusión, o eso parece, pero hasta ahí.
Este presente es sensacional para el tenis italiano, lo nunca visto en su academia: tiene a Sinner, ha ganado la Davis del 2023 y la del 2024 y aquí se ha quedado, otro año más en lo alto.

