Un ejecutivo tecnológico lanza monedas de oro al mar como si se trara de piedras, jactándose de su riqueza sin ninguna inquietud por su futuro. Otro conserje de Vermont, en cambio, llevó una vida de extrema discreción y ahorro: no es hasta que fallece que su familia descubre una fortuna que asciende a los ocho millones de dólares. Otro inversor de Wall Street, formado en Harvard y conexiones privilegiadas, pierde todo su patrimonio durante una crisis financiera, víctima de una confianza excesiva y de una total de previsión. ¿Qué podemos extraer de estos escenarios, en absoluto ficticios? Que más allá de balances, el éxito financiero no es cuestión de formación académica, sino, esencialmente, de comportamiento. «Hacerlo bien con el dinero —dice Morgan Housel en La psicología del dinero, uno de los títulos más reconocidos sobre este asunto— tiene poco que ver con qué tan inteligente eres y mucho que ver con cómo te comportas». Si la educación financiera nos enseña a analizar números, rara vez nos prepara para factores psicológicos que sí determinan en última instancia nuestra más íntima relación con la riqueza.
Housel parte de una intuición, que es que las decisiones económicas no se basan solo en datos, sino en experiencias de vida, sesgos cognitivos y nuestra completa relación con la incertidumbre. ¿Por qué entonces algunos ahorran con disciplina total mientras otros arriesgan su patrimonio en inversiones dudosas? De entrada, cada persona vive el dinero según sus propias experiencias. No hay reglas universales. «Tus experiencias personales con el dinero representan tal vez el 0.00000001% de lo que ha sucedido en el mundo, pero quizá el 80% de cómo crees que funciona». Lo cual explica por qué dos personas con idéntico nivel educativo y similar acceso a la información pueden tomar decisiones financieras radicalmente distintas. Al final, nuestra relación con el dinero está más determinada por nuestra historia que por nuestro conocimiento técnico.
En corto: nadie está loco.
Pero todos somos distintos.
Hacerlo bien con el dinero tiene poco que ver con qué tan inteligente eres y mucho que ver con cómo te comportas.
Un ejemplo de Housel. Si creciste en una economía estable, te costará entender el miedo a la inflación que tienen quienes vivieron crisis económicas. Si, en cambio, en tu juventud el mercado bursátil estaba en auge, tu visión de la inversión será más optimista que la de alguien que perdió su dinero en medio de una crisis. Las decisiones financieras de cada quién son un reflejo de su historia. No hay una ecuación racional detrás. «El desafío —dice Housel— es que ninguna cantidad de estudio o apertura mental puede recrear genuinamente el poder del miedo y la incertidumbre». Por eso da igual que dos personas tengan la misma información: sus acciones con el dinero serán radicalmente distintas, pues lo que los mueve no es la lógica pura, sino la emoción y la memoria de lo vivido.
«Cada decisión financiera que toma una persona —leemos en el libro de Housel— tiene sentido para ella en ese momento y marca las casillas que necesita marcar». La realidad es que la mayoría de nuestras decisiones financieras son justificables desde nuestro punto de vista, pero extrañas para quienes no han vivido lo mismo. Por eso entender el dinero no es solo cuestión de lógica; es, sobre todo, cuestión de empatía.
También Housel desmonta la idea de que el éxito financiero es solo el resultado del esfuerzo. Bill Gates, por ejemplo, estudió en una de las pocas escuelas del mundo con acceso a una computadora en 1968. Su talento fue clave, pero también su improbable oportunidad. Paralelamente, Kent Evans, su compañero y amigo, tenía las mismas habilidades y ambiciones, pero murió en un accidente de montañismo antes de poder desarrollar su carrera. «La suerte y el riesgo son hermanos. Ambos son la realidad de que cada resultado en la vida está guiado por fuerzas distintas del esfuerzo individual».
La clave de una buena estrategia financiera no es maximizar ganancias, sino administrar riesgos y dejar margen para el error.
Es decir, que podemos influir en nuestro destino, pero nunca controlarlo del todo.
En ese sentido, la clave de una buena estrategia financiera no es maximizar ganancias. Al contrario: se trata de administrar riesgos. La mayoría de los millonarios que pierden su fortuna no lo hacen por falta de talento, sino por no dejar margen para el error. «El truco para lidiar con el fracaso es organizar tu vida financiera de manera que una mala inversión aquí y una meta financiera fallida allá no te eliminen del juego». Tener espacio para equivocarse es justo lo que diferencia a quienes mantienen su riqueza de quienes la pierden en una mala jugada. Aceptar que el riesgo es parte del proceso permite tomar decisiones más prudentes y sostenibles a largo plazo.
Entre los enemigos más peligrosos del éxito financiero figura la incapacidad de detenerse. Sirva de ejemplo la historia de Rajat Gupta, ex CEO de McKinsey, que pasó de ser un huérfano en India a uno de los ejecutivos más reputados en todo el mundo. Su fortuna llegó a estar valorada en 100 millones de dólares, y con ella bien pudo haber vivido sin preocupaciones. Con todo, su ambición lo llevó a involucrarse en un escándalo de información privilegiada que lo llevó a prisión. «No hay razón —leemos en La psicología del dinero— para arriesgar lo que tienes y necesitas por lo que no tienes y no necesitas».
Lección: si no defines cuándo tienes suficiente, nunca lo tendrás.
O como dice Housel: «El capitalismo moderno es un experto en dos cosas: generar riqueza y generar envidia». Aprender a decir «esto es suficiente para mí» es más importante que cualquier estrategia de inversión. Al final, lo que importa no es acumular, sino vivir con menos ansiedad sobre el futuro. Al mismo tiempo: el dinero tampoco son solo números. Es miedo, esperanza, inseguridad, optimismo, suerte (a veces: mucha suerte) y decisiones tomadas en la mesa del comedor. Tampoco basta con conocer las reglas matemáticas de las finanzas: hay que entender la psicología que las rige. «El dinero —concluye Housel— es un espejo que refleja nuestras emociones y valores». Que es como decir que no gana más quien más acumula, sino quien mejor comprende su propia relación con el dinero.
Antonio J. es escritor y cofundador y director editorial de www.rrefugio.com, agencia especializada en contenido, ecommerce, estrategia digital y branding.