Siempre me ha fascinado esos profesionales liberales que siguen ejerciendo con vigor, lucidez y buena reputación cuando ya han superado los sesenta y cinco, los setenta o incluso los ochenta años. Arquitectos que siguen firmando proyectos de referencia; economistas que siguen asesorando con más criterio que nunca; médicos que no solo conservan pacientes, sino que incorporan nuevos; docentes a quienes los alumnos escuchan embelesados; escritores con voz viva, o artistas deslumbrantes a sus noventa años. ¿Qué tienen en común estas personas? ¿Por qué a algunos parece no afectarles el relevo generacional?
Porque lo cierto es que el entorno sí que cambia. Cambian los métodos, los canales de distribución, las herramientas tecnológicas, los marcos normativos. Y con cada cambio, surge un nuevo grupo de jóvenes profesionales, con otras miradas, otras técnicas, otra manera de entender la profesión. Muchos en la fase final de sus carreras se sienten entonces fuera de lugar. Lo aceptan con resignación, convencidos de que “ya no es su mundo”. Y te dicen: “Es que viene savia nueva, los jóvenes, empujando fuerte”.
Y, sin embargo, hay séniors y que no solo no lo dicen, sino que siguen. Persisten. E incluso mejoran. La pregunta clave es: ¿qué hacen estos que no hagan los otros?
Creo que esta es la respuesta: son capaces de distinguir qué partes de su experiencia siguen siendo útiles en el presente. Se despojan de lo que ya no les sirve y conservan lo que sigue teniendo valor. Ese ejercicio es el que les mantiene relevantes.
Por lo tanto, no caducan las personas. Caducan ciertas capacidades. Ciertas competencias, determinadas maneras de hacer, ciertos hábitos profesionales. Y el secreto de quienes no envejecen profesionalmente no está en tratar de emular a los jóvenes, sino en cribar de manera casi intuitiva qué cualidades y puntos fuertes propios, de aquellos que siempre uno ha tenido, son aún más necesarios en el nuevo entorno que acecha.
Profesional sénior
Para ello hay que saber distinguir cuáles de nuestras cualidades siguen siendo útiles en el presente. Ese juicio, cuando es acertado, es lo que mantiene relevantes a los séniors que siguen en la brecha.
Evidentemente, hay también una componente actitudinal. Mantener la curiosidad, observar con humildad, tener ilusiones y proyectos. Creer en el savoir faire . Pero en cada tiempo, sea cual sea este, son necesarias competencias profesionales y cualidad humanas. Se trata de saber identificarlas y ponerlas en valor.
Como dijo Maragall en su Elogi del viure : ama tu oficio, tu vocación, tu estrella, aquello para lo que sirves, aquello en lo que realmente eres uno entre los hombres.
