Hace dos semanas, durante el concierto de un cuarteto de cuerda y piano, el director comentaba brevemente cada obra. Al llegar a las dos últimas piezas, sorprendió al público con su comentario: “La inteligencia artificial y yo hemos creado estas dos obras para mostrarles cualidades poco exploradas del violonchelo”.
La frase pasó casi desapercibida, pero plantea interrogantes de fondo. Por supuesto, ignoro si el director pagó derechos de autor o si simplemente utilizó sus propias obras para alimentar a la IA. En cualquier caso, el asunto no es menor desde el punto de vista económico. En España, las industrias culturales y creativas representan entre el 2% y el 3 % del PIB, en un sector que abarca desde iniciativas tradicionales, como una librería independiente o un museo, hasta proyectos innovadores como una productora de videojuegos o un festival de música electrónica.
La irrupción de la inteligencia artificial en la creación de contenidos ha generado un vacío legal que debe resolverse: ¿quién percibe los ingresos por autoría cuando una obra es producida, en parte o totalmente, por una máquina? Expertos y colectivos del sector cultural reclaman al legislador una respuesta inmediata que garantice una retribución justa y transparente en un panorama creativo cada vez más automatizado.

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El 29 de enero, este periódico informaba de que “el Ministerio de Cultura retira el real decreto para regular la propiedad intelectual de las obras ante la IA”, una decisión que ilustra la complejidad de aplicar el reglamento de Inteligencia Artificial de la UE en el ámbito de la creación artística. Al no establecer límites cuantitativos a la minería de textos y datos, obliga a interpretar su aplicación dentro del marco del derecho de autor europeo, que solo permite el uso sin autorización previa para fines de investigación científica no comercial (siempre que no esté prohibido el acceso legal) o cuando el titular de derechos no haya prohibido expresamente el uso mediante mecanismos legibles por máquina.
Para garantizar la transparencia en la creación de obras culturales con IA es fundamental reforzar la trazabilidad del proceso creativo. Implica documentar cada fase de la producción, desde la entrada que da el usuario para que el modelo genere una salida (los llamados prompts ), hasta los modelos y datos utilizados. Es necesario incorporar, por ejemplo, registros automáticos que permitan considerar la obra como una cadena en la que modificar cualquier eslabón implica alterar todo el sistema. Esta tecnología, conocida como blockchain, se utiliza para certificar la autoría y asegurar la integridad del proceso.
En definitiva, se hace cada vez más urgente una colaboración estrecha entre científicos, creadores y juristas para salvaguardar la propiedad intelectual y proteger el futuro de las industrias culturales y creativas. Consciente de esta necesidad, la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras (Racef) ha centrado parte de su actividad reciente en analizar el papel de la IA en diversos ámbitos, incluida la economía de la cultura. Entre sus líneas de actuación destaca el impulso de un enfoque interdisciplinar: solo una acción conjunta, que combine conocimiento técnico con una reflexión ética y jurídica rigurosas, permitirá establecer marcos normativos claros, capaces de garantizar tanto la innovación como la sostenibilidad de las prácticas culturales en la era digital.