Cuesta creer que Sundar Pichai, consejero delegado de Google, mantenga una sonrisa permanente aun estando la compañía bajo el foco regulatorio y judicial. Tal vez se deba a que vale en bolsa 3 billones de dólares y en la primera mitad de este año los beneficios ascendieron a 62.736 millones. Al grano: a finales de agosto, Pichai recibió con alivio la decisión de un juez en Estados Unidos, quien rechazó la petición del departamento de Justicia (DoJ) de obligarla a poner en venta su sistema operativo Chrome, a la vez que rebajaba a correctivos menores la sanción por ser “un monopolio que se comporta como un monopolio”, en palabras del juez. Ha quedado judicialmente establecido que Google mantiene intacto su dominio sobre las búsquedas online, pero el remedio pudiera ser peor que la enfermedad, venía a decir el juez Amit Mehta.
“Por primera vez, se presenta una perspectiva genuina de que aparezca un producto capaz de presentar un desafío real al dominio de Google sobre el mercado”, argumentaba en la sentencia. Se refería, sin nombrarlos, a los chatbots o asistentes que, haciendo uso de la llamada inteligencia artificial, están mordiendo cuota a este y otros motores de búsqueda: las nuevas generaciones tienden a preguntarlo todo a la IA, no a Google.
Trocear mercados (y empresas) ¿es una fórmula antimonopolio adecuada?
La jueza Leonie Brinkema, de Virginia, está a cargo de otro proceso en el que se acusa a Google de ejercer un monopolio sobre la publicidad online, un negocio íntimamente ligado al buscador indultado. Y es indiscutible que la publicidad es su primera fuente de ingresos. Y con un 87% del mercado estadounidense según el DoJ. Los alegatos finales se escucharán en noviembre y la sentencia de Brinkema tardará varios meses.
La cadena de la publicidad online tiene tres componentes: 1) el sistema que los medios usan para ofrecer sus espacios publicitarios, 2) las herramientas con las que los anunciantes pujan por esos espacios, y 3) el software que vincula los dos anteriores. En mayo, la jueza ya declaró a Google culpable de montar un monopolio en el primero y el tercer componente. Por lo que el DoJ propone que Google sea forzada a desprenderse del software que sustenta el mecanismo de la subasta.
Así como en el caso del buscador el juez reconoció haber cambiado de posición porque las circunstancias han cambiado, en el juicio sobre publicidad online Google replica que existe una competencia cada vez más intensa, pero asimismo deja caer una fórmula que podría aceptar: abrirse a plataformas ajenas como Prebid, de código abierto y apoyada por algunos medios importantes.
Google gestiona cada segundo 8,2 millones de peticiones de espacio publicitario
En su línea tradicional, el DoJ opina que trocear el mercado es la mejor fórmula para combatir los monopolios. Es lo que propone: desgajar dos mecanismos que conforman la plataforma de Google: Ad Exchange y DoubleClick for Publishers. El problema es que jamás han funcionado por separado y su transición podría llevar hasta cuatro años. Ha de tenerse en cuenta su complejidad: la plataforma de Google gestiona 8,2 millones de peticiones de espacios cada segundo.
Así como en el caso del buscador, Google se está adaptando a la corriente mediante su propia versión de IA, Gemini, en la publicidad online. Su defensa pasa por introducir cambios parciales e insistir en que desmontar su plataforma sería innecesario y contraproducente. En el fondo, lo que está en juego es un posible precedente para domeñar a la industria: depende de que unos reguladores (supuestamente chapados a la antigua) tienen la fórmula idónea para dar un revolcón al gigante que controla la evolución (y su perversión, según otros) del espíritu original de internet.

