Con la llegada de Yolanda Díaz al Ministerio de Trabajo el dialogo social ha entrado en declive. Esto la convierte en una las peores gestoras laborales de este medio siglo de democracia. Tal vez el mayor error lo haya cometido el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, cuando hace siete, años pactó con el entonces dirigente de Podemos, Pablo Iglesias, poner en manos de una política comunista el diálogo entre patronal y sindicatos.
En su primera etapa de ministra entre enero del 2020 y noviembre del 23, Díaz aceptó la concertación tripartita –entre Gobierno, patronal y sindicatos– como fórmula para afrontar los grandes cambios. Se pactaron los cambios a la reforma laboral que se había hecho para superar la crisis del 2008 y funcionó. Y se lo apuntó como un gran éxito personal. Otra cosa muy distinta fue lo que ocurrió en su segunda etapa en el Ministerio de Trabajo. Envalentonada con el cargo de vicepresidenta segunda decidió instrumentalizar electoralmente la concertación social para relanzar a su recién nacida formación política Sumar. En vez de ejercer de árbitro entre los agentes sociales convirtió a los sindicatos, sobre todo a CC. OO., en correa de transmisión del gobierno de coalición progresista y de su propio partido.
El papel de los sindicatos
Todos los gobiernos, tanto de izquierdas como de derechas, han sufrido al menos una huelga general por las sucesivas reformas laborales, de pensiones o del seguro del paro
La involución que se produjo en el ámbito laboral fue notoria. ¡Con todo lo que había costado romper la sumisión de CC. OO. al PCE y de UGT al PSOE! El objetivo de aquella separación había sido convertir a los sindicatos en auténticas organizaciones de masas y eso exigía liberarles de la carga ideológica de la transición y convertirlos en organizaciones profesionales e independientes. Es decir, en lugar de ser organizaciones al servicio de los partidos, dedicarse a defender los intereses de los trabajadores.
Esa independencia del poder político, junto a la lucha contra la dictadura, les había convertido en instituciones muy útiles y respetables para la sociedad. Todos los gobiernos, tanto de izquierdas como de derechas, han sufrido al menos una huelga general, a causa de las sucesivas reformas laborales, de pensiones o del seguro del paro. Felipe González fue el más castigado por el poder sindical a causa de las profundas reformas estructurales que se vio obligado a realizar para sacar al país de las sucesivas crisis económicas.

Pero no todo fueron movilizaciones. Lo que más hubo fueron pactos y acuerdos. Desde el Estatuto de los Trabajadores, que CC.OO. no firmó, hasta miles de convenios colectivos y acuerdos Inter confederales. Aquella concertación permitió a España vivir la mayor etapa de libertad y progreso económico y social de nuestra historia. Yolanda Díaz ha terminado con esta cultura del diálogo con agentes económicos y sociales. Al menos así lo expresó en el Congreso de los Diputados el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. En su opinión, cuando el “diálogo es unilateral se convierte en monólogo, como se ha puesto de manifiesto en el intento de reducir la jornada laboral por ley, igual que se hizo con la subida del salario mínimo sin pensar en el impacto que tendrá en el empleo”.
Es cierto que Yolanda Díaz es muy popular gracias a las medidas que ha adoptado contra viento y marea. Siempre los ministros de Trabajo más populistas han sido los mejor valorados. Pero esto no significa que hayan sido los mejores, sino al revés. En un momento de enfrentamiento político y social como el que vivimos, es fundamental recuperar el pacto social entre patronal y sindicatos, así como un gobierno que crea de verdad que se consigue más con una cucharada de miel que con un cántaro de hiel.