Cuando la política interfiere en las operaciones empresariales las cosas suelen terminar mal. Así pasó con la opa hostil lanzada en 1987 por el Banco de Bilbao sobre Banesto, una entidad sin fuelle y que estaba mal gestionada. La operación contaba con el apoyo del entonces ministro de Economía socialista, Carlos Solchaga. Fracasó y su presidente, José Ángel Sánchez Asiaín, tuvo que dimitir. A partir de ahí se sembró la semilla de lo que años después sería una grave crisis del sistema financiero español.
Esto no significa que la fracasada opa del BBVA sobre el Sabadell tenga que terminar necesariamente de la misma manera. Sin embargo, la historia nos enseña que los políticos cuanto menos intervengan en las empresas mejor. El Gobierno de coalición progresista si se ha distinguido por algo ha sido por su intervencionismo: entrada en el capital de Telefónica y de Talgo; control accionarial de Indra; intento de impedir que Ferrovial cambiase su sede social; duras condiciones al BBVA para que fracasase la opa del Sabadell, etcétera.
El tiempo dirá si el fracaso de la opa sirve para fortalecer el sistema financiero o no
Para el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, esto es algo normal y hasta conveniente. En su opinión, cada parte ha protegido aquello que le importaba. El Gobierno defendía los intereses generales, de las pymes, de los trabajadores, y de los clientes financieros. No opina lo mismo Bruselas, que entiende que ese papel le corresponde a instituciones como el Banco de España, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia o la Comisión del Mercado de Valores.
En realidad, lo que el Gobierno defendía eran sus intereses electorales y la continuidad de la alianza con sus socios catalanes. El Sabadell es un banco muy querido en Catalunya y no podía dejarle caer. Todo lo demás son cuentos de caballería.
El problema es que esta opa tenía lógica financiera, por eso la defendió el BCE y la alentó desde la sombra. Para el BBVA tenía un carácter defensivo, dado que el 70% de sus activos están en países de alto riesgo como Turquía y México. Al Sabadell le falta fuelle en la gestión, como pone de manifiesto su baja cotización bursátil hasta que recibió la oferta vasca.
En el fondo las opas son como las cacerías. El depredador se fija en la presa más débil para comérsela y fortalecerse. Hace unos años el Sabadell intentó fusionarse con el Popular, que ya estaba muy débil, pero fracasó en su intento y poco después la pieza que quería cobrarse acabó intervenida y vendida al Santander por un euro. Lo mismo pasó con el Banesto de Mario Conde, que rechazó la opa del Bilbao y terminó también siendo intervenido y comprado por el Santander. Bankia fue otro ejemplo de una fusión fallida que terminó intervenida y comprada por La Caixa.
El tiempo nos dirá si el fracaso de la opa sobre el Sabadell ha servido para fortalecer al sistema financiero o no. De momento, el mensaje que se ha lanzado al mercado es que en España no es posible una operación empresarial si no está alineada con los intereses del Gobierno y de sus socios de coalición.