Dos mil días de Calviño

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Fiel a sí misma en todo momento, para lo bueno y para lo malo. Así es Nadia Calviño, y así lo muestra en el libro en que repasa sus cinco años y medio en el Gobierno Sánchez, reivindicando un balance positivo frente a pandemias, guerras e inflación, criticando al INE y explicando sus controversias con el socio minoritario de coalición

Nadia Calviño

Nadia Calviño                                                                                                                                                                                        

Dani Duch / Propias

Es fiel a sí misma en todo momento, para lo bueno y para lo malo. Genio y figura para dirigir el Ministerio de Economía, para presidir el BEI y también para escribir un libro contando su trayectoria en el Gobierno. Siempre atenta, controlando cada proceso y todos los detalles desde el inicio hasta el fin. Si en el ministerio no salía ni una nota de prensa sin que Nadia Calviño la hubiera verificado personalmente, el libro que acaba de publicar, “Dos mil días de Gobierno”, editado por Plaza y Janés, lo ha escrito ella de principio a fin, no hay duda. Lo empezó a preparar en agosto del 2024, lo acaba de publicar y ya está en gira de presentación, esta semana en Barcelona.

Fiel a sí misma porque relata con detalle aquellos 5 años y medio, desde que entró en el Gobierno hasta que se fue al BEI, transmitiendo desde la dificultad de pasar de funcionario internacional de alto nivel, con gran influencia, pero siempre en una posición de segundo plano, a la primera línea de la política; y como navegar en un marco político agitado como el español del periodo 2018-2023 (aunque entonces aún no sabíamos lo que era la auténtica polarización). Le costó la adaptación, pero la tuvo que llevar a cabo con rapidez, aunque siempre le quedó un punto de incomodidad cuando tenía que combinar los mensajes políticos con los datos que tan bien domina. La conocí de alta funcionaria en Bruselas y meses después la traté ya como ministra de Economía en Madrid. Se había fogueado en la política, se notaba, aunque intuyo que nunca se sintió del todo cómoda en este papel en que hay que potenciar el marco para colocar el fondo del mensaje.

En el recorrido exhaustivo por la época que ofrece el libro no desvela secretos, pero sí que aporta una relato pormenorizado y esclarecedor de la época, con el balance de lo que se llevó a cabo, su enfado con el Instituto Nacional de Estadística (INE) y las controversias con el socio minoritario de coalición. Todo en un marco de reivindicar “la buena política”, como contó en una entrevista con "La Vanguardia".

No aparece el nombre de Yolanda Díaz ni una vez en las 334 páginas del libro

Un balance que Calviño ve muy positivo, y que incluye hacer frente a una pandemia, las derivadas de una guerra y domar una inflación galopante. En la postpandemia esta vez sí que Europa respondió de verdad, fue la gran Europa, no la que practicó el austericidio como hizo como respuesta a la crisis financiera, ni la que después se ha resignado a un vasallaje con los Estados Unidos de Trump. Fue tal vez un momento de lucidez, pero lo importante es que dio paso a los Next Generation, operación exitosa que permitió una recuperación económica rápida, la V en palabras de Calviño, con España como gran beneficiado de esta solidaridad europea con la que todos salieron ganando.

Parte del diseño de los Next Generation fue español, lleva el nombre de Calviño. Una vez conseguido el visto bueno de Alemania y Francia (la clave de todo) a esta emisión de bonos europeos, fue la entonces ministra española la que negoció en Bruselas el sistema de hitos y reformas indispensables para recibir gradualmente y condicionadamente los fondos. Pactó una fórmula para España, que después se aplicó a otros países. También fue Calviño la que decidió una estrategia arriesgada de concentrar las ayudas en los primeros años que, ciertamente, era cuando más falta hacían, pero suponía aumentar las dificultades para canalizar un montante tan elevado de fondos en tan poco tiempo. Objetivo cumplido a medias, todavía ahora con dificultades para canalizar lo que queda de los fondos antes de que termine la fecha límite, las reformas en el próximo verano y los últimos pagos a final del 2026. En esa negociación, a Calviño le ayudó mucho su conocimiento de la Comisión Europea. Era uno de los suyos, y esto se notó.

Nadia Calviño

Nadia Calviño en la presentación del libro en Madrid                                               

Efe

Unos fondos que permitieron una recuperación de la economía española, que mostraban todos los indicadores en positivo, o casi todos, porque faltaba uno, y no precisamente uno cualquiera. Era el más importante, el PIB, que los datos INE infravaloraron durante varios años. No fue hasta 2024, cuando el Instituto Nacional de Estadística corrigió hasta más tres puntos el alza registrada en 2021 y 2022. Una infravaloración que alimentó las críticas de la oposición durante una larga temporada, apuntando a que no existía la recuperación que vendía el Gobierno. El enfado de Calviño es palpable. “A pesar de la evidencia, la infraestimación del PIB se mantuvo durante tres largos años….hubiesen podido llevar a decisiones erróneas de política económica de no haber tenido nosotros tan claro que había un error”, escribe en el libro.

Calviño también repasa las guerras internas en la coalición de Gobierno. Algo a lo que no quiere dar excesivo protagonismo, argumentando que fue más ruido de fondo, y polémicas en los medios que no realidad en las políticas aplicadas. Pero, también reconoce que a ella se convirtió “para una parte del Gobierno en el enemigo a batir y, al mismo tiempo, para muchos ciudadanos y sectores del mundo económico nacional e internacional en el principal frente de resistencia antes las ideas más radicales e irresponsables del socio minoritario”.

Relata un aislado contacto un punto sorprendente con el entonces vicepresidente Pablo Iglesias, y más significativo, en las 334 páginas del libro no aparece ni una sola vez el nombre de Yolanda Díaz. Ellas dos protagonizaron una guerra soterrada, que salía frecuentemente a la superficie con múltiples episodios variados, especialmente durante la negociación de la reforma laboral. Si una era la radical, la otra era la que moderada, una combinación de tiras y aflojas que, de alguna manera y con múltiples baches en el camino, permitió reunir el consenso en la reforma laboral. Algo que en la época nadie creía posible, pero que se consiguió, sumando tanto sindicatos como patronal a una reforma que se moderó sustancialmente respecto a los proyectos iniciales (de otra manera la CEOE no hubiera entrado en el acuerdo), pero que ha transformado el mercado laboral español, con resultados a la vista.

Es muy crítica con el INE y su infravaloración del crecimiento del PIB que podría haber llevado a malas decisiones en política económica

Cuando Calviño aterrizó en el Gobierno en Madrid, una sorpresa para todos, se la calificó de tecnócrata ortodoxa de Bruselas, definición que ella solo acepta a medias. Le vale lo de tecnócrata y la procedencia de Bruselas es innegable, pero no se ve a sí misma como ortodoxa, sino como gran reformista. Las dos cosas pueden ser compatibles. La verdad es que el calificativo que se relaciona instintivamente con su figura es el de defensora de la ortodoxia, pero también es cierto que deja un rastro reformista contundente. La respuesta a la pandemia, con el redescubrimiento de los ERTE, el plan del cambio, y otras medidas aplicadas en el periodo en que estuvo al frente de Economía, muestran su capacidad de reformar, Todo añadido al símbolo de baluarte de contención que se le otorgó frente a ideas radicales.

“Nosotros tenemos a Nadia y ellos a nadie” dijo Pedro Sánchez en una ocasión en referencia al PP. Una Nadia que ahora ha relatado su paso por aquel Gobierno en un libro porque, dice, “escribir me ayuda a pensar”.

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