Franco murió físicamente en una cama de hospital, rodeado de cables, tubos y drenajes, del que salían partes médicos surrealistas, macabros, contradictorios reconducidos por una familia en pánico por lo que pudiera ocurrir, capitaneada por el marqués de Villaverde, el marido de Carmencita, la hija del dictador que, para bien o para mal, trasformó España en un país en blanco y negro. La reacción de tristeza ante el óbito por una parte de la población, supuso un sobresalto para todos aquellos que vivíamos al margen del régimen o en clara oposición a él. Algunos miles de los nuestros, arrastrábamos, desde hacía más de un mes, botellas de champán con el deseo de festejar el deseado fin de la dictadura que las fuerzas de la oposición no habían conseguido adelantar.
Como no estoy de vuelta de nada, sigo reflexionando en busca de despejar claves de aquellos tiempos que siguen marcando el presente. Una de las estrategias del franquismo más social fue resolver parte del problema del hacinamiento urbano. Millones de familias se vieron obligadas a dejar el campo y trasladarse a las concentraciones industriales y urbanas. Al plan sindical de 1954 para la ocupación de viviendas de protección oficial de muy bajo costo –100 pesetas mensuales– y escaso espacio –50 metros cuadrados de media–, se añadió también la congelación de las llamadas rentas antiguas de los alquileres y la obligada prórroga indefinida de los contratos. Una de cal y otra de arena para transformar España en un país de propietarios humildes y agradecidos como remedio a las luchas sociales de antaño. Todo propietario quiere conservar lo que posee. También fue el pasto de especuladores que se hicieron millonarios y llegarían a conquistar el poder económico que ha priorizado la construcción y el negocio inmobiliario como la gran industria nacional, junto al turismo, como contraposición a la peligrosa economía productiva, generadora de empleos de calidad que requiere estudios, contactos exteriores, idiomas, independencia y libertad de comercio.
Verano en la calle Serrano de Madrid: los hábitos de vida han empezado a cambiar, también en el modo de vivir el tiempo libre que desembocará en los años 80.
La represión, el miedo y la obediencia debida aseguraba la recomendación de gente afín al régimen para obtener la rápida adquisición de este tipo de vivienda a los desfavorecidos que seguían fielmente la sumisión. Las estructuras sindicales del franquismo resolvían las concesiones del taxi, de los estancos, de las gasolineras y de todo aquello que controlaban de forma favorable para quienes adoptaban el silencio como norma de vida. La fe en el franquismo por parte de la población fue mayor de lo que cuentan los relatos históricos posteriores al uso. Por otra parte, el ambiente claustrofóbico y opresor supuso un retraso cultural y social respecto a los países democráticos del entorno. El franquismo promovió una educación de baja calidad vigilada por un catolicismo ultraconservador. Las autoridades académicas se controlaban desde el Ministerio del Interior. Dichas imposiciones forzaron la doble moral, la hipocresía y el patriarcado reaccionario del ordeno y mando. Otra de las prácticas que nacieron en aquellos tiempos fue el cultivo del amiguismo interesado en busca de la obtención de un buen enchufe y recomendación, como método más eficaz para el logro de ciertos privilegios. El esfuerzo, el estudio y el mérito se consideraban nocivos por despertar la conciencia crítica.
En aquellos años, se rebautizó a la juventud contestataria como la nueva clase social
En el lado opuesto, grupos de jóvenes roqueros, influidos por el hipismo, la contracultura, la poesía beat , la psicodelia y la buena literatura, iniciaron viajes al exterior, sin fecha de retorno, en grupo, en autostop, en autobuses, en coches destartalados, en barcos de bajo costo con destino a Ibiza, Formentera, Londres, Ámsterdam, la India en busca de experiencias, contactos y una nueva espiritualidad. El culto a la naturaleza, la ecología, las comunas, la creatividad en grupo, la pasión por otras culturas y la necesidad de una libertad sexual liberadora y sin culpabilidad, fueron las vitaminas descontaminantes para la regeneración democrática real. En aquellos años, se rebautizó a la juventud contestataria como la nueva clase social.
Las corrientes antiautoritarias post-mayo del 68, el fracaso del comunismo en media Europa, la necesidad de una democracia participativa y el convencimiento de que toda delegación política, sindical e intelectual desactiva lo que dice representar, aceleraron la trasformación de la vida cotidiana en distintos lugares de España y estimuló el nacimiento de publicaciones alternativas que a su vez articularon los nuevos movimientos sociales y culturales de liberación tras la ruptura con el autoritarismo y con cualquier dependencia política. Sin subvenciones y con muy poco dinero, se consiguió transformar el imaginario colectivo en todos los campos de la creatividad y de la cotidianidad.
Nació una nueva sociedad laica, no racista, antimilitarista y partidaria de las libertades
Los relatos y estudios sobre los últimos años del Franquismo y de la transición han desatendido el activismo cultural y social protagonizado por una parte de la juventud que reinventó las formas de vida comunitaria, artística y familiar. Nació una nueva sociedad laica, no racista, antimilitarista, partidaria de las libertades y lo hizo aplicando el principio anarquista del apoyo mutuo, compartiendo lo poco que se tenía y lo mucho que se vivía. Detestaban el consumismo como remedio contra el aburrimiento y sabían que el progreso a cualquier precio tendría un efecto devastador para las culturas y para la naturaleza. El cómic, la renovación de las artes, el rock progresivo, las nuevas publicaciones, los cuadernos de nueva poesía, el cine en super 8, el Foro libre de Las Ramblas y del barrio del Raval, la apertura de locales libertarios y la aparición del teatro independiente: Joglars, Comediants, Claca; del rock progresivo en la Cuca Fera, La Enagua, Zeleste, el Jazz Colon, Les enfants, el Magic, el Born fueron focos de una concentración de rebeldía que incitó una trasformación sin precedentes sin intervención del sector público.
La aparición de relatos ideologizados que manipulan la memoria quizá sea una de las causas del retorno a la España encapsulada. Hemos olvidado lo que fuimos y lo que pudimos ser y no somos: una democracia sin trampa.