Pinocho
Dirección: Matteo Garrone
Intérpretes: Roberto Benigni, Federico Ielapi
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Producción: Italia-Francia-G. Bretaña, 2019. 125 minutos. Fantástica HH
En el 2002, cinco años después del éxito clamoroso de La vida es bella , Roberto Benigni realizó una versión de Pinocho que fue un fracaso total. Tenía ya 50 años Benigni, pero la edad no fue obstáculo para que se adjudicara el papel protagonista: el muñeco de madera que cobra vida. Ahora, el mismo actor asume en la película de Matteo Garrone el rol de Geppetto, el humilde creador del muñeco, en lo que promete ser el primer trago de la pequeña borrachera de adaptaciones del cuento de Carlo Collodi que se avecina. Para el próximo año está anunciado el estreno de una versión animada, ya en fase de rodaje, dirigida al alimón por Guillermo del Toro y Mark Gustafson. Y la factoría Disney, en su actual obsesión por reformular con actores de carne y hueso sus clásicos de la animación, tiene previsto otro Pinocho para el que suenan los muy respetables nombres de Robert Zemeckis (realizador) y Tom Hanks (Geppetto), aunque no están confirmados.
De momento, disfrutemos con la recreación que nos hace el autor de Gomorra , que es muy simple, pero muy bonita visualmente. Benigni tiene protagonismo al principio, y en la escena de la taberna donde, desesperadamente hambriento, intenta ganarse un plato caliente usando sus conocimientos en carpintería, se luce como es debido: puro Benigni. Pero después de esculpir a la marioneta, su presencia en la película se reduce drásticamente. Pues lo que cuenta son las aventuras de Pinocho, que son múltiples y están ilustradas con singular belleza. Los escenarios son brillantes, a caballo entre el realismo (algunos planos generales del trabajo de los agricultores parecen descartes de Novecento ) y la fantasía digitalizada. Y la figuración, tanto la humana como la animal (el simio, la descomunal mujer caracol…), es fastuosa y muy atenta a la inflexión de las voces; en este sentido, la versión original es tan imprescindible como en un filme de Pasolini. Como versión fiel del cuento, hay también crueldad y sordidez, pero prevalece la luminosidad, la fantasía al desnudo, el espectáculo para todos los públicos.