En España, la mayor parte del tejido empresarial está formada por pequeñas y medianas empresas, cuyo día a día combina ilusión, esfuerzo y una gestión constante del riesgo. En ese recorrido, no todas las amenazas tienen la misma probabilidad ni el mismo impacto, y todavía menos en cada etapa del negocio. Aun así, no conviene ignorarlas: la previsión resulta esencial. En este punto, más que limitarse a “contratar una póliza”, la clave pasa por definir una estrategia aseguradora capaz de acompañar a la pyme desde sus primeros pasos hasta su madurez, sin frenar su crecimiento.
“Las pymes necesitan el seguro adecuado en cada momento. Nuestro enfoque es modular y revisable: empieza por lo esencial y añade capas a medida que surgen nuevos riesgos”, explica Francisco Rey, responsable de Desarrollo de Negocio de Seguros en BBVA.
Un seguro refuerza la solvencia y transmite confianza a empleados, clientes y proveedores
La vida de una pyme avanza por etapas, cada una marcada por retos y riesgos. Cuando una incidencia inesperada amenaza con alterar ese ritmo, la protección adecuada deja de ser un gasto y pasa a convertirse en un elemento decisivo para garantizar la continuidad. Actúa como un soporte que consolida la estabilidad, permite una respuesta inmediata y preserva el crecimiento. Además, un seguro no solo repara daños. También refuerza la solvencia y transmite confianza a clientes, proveedores y empleados. Una pyme que analiza sus riesgos y adapta sus coberturas a su evolución dispone de un entorno más seguro para avanzar sin sobresaltos.
Los inicios: proteger lo esencial
La etapa inicial concentra muchos de los pasos decisivos. Una sola incidencia puede comprometer la viabilidad del negocio, de modo que las coberturas básicas son imprescindibles. La responsabilidad civil protege ante reclamaciones por accidentes o daños a terceros; el seguro multirriesgo cubre el local, la maquinaria o el inventario frente a incendios, robos o fugas de agua; y las pólizas de vida y accidentes aportan estabilidad a socios y empleados. En esta fase prima la supervivencia operativa: evitar que un siniestro inicial frene el despegue.
Crecer sin descuidar la protección
Cuando el negocio crece, los riesgos se multiplican. En esta etapa, se trata de proteger la escala: lo que antes era un contratiempo puede implicar pérdida de clientes. La digitalización avanza e introduce sistemas de gestión, facturación electrónica o bases de datos con información sensible. Un ataque informático puede generar pérdidas, interrupciones o sanciones, por lo que los seguros de ciberriesgos se vuelven esenciales: cubren intrusiones, bloqueos o filtraciones y facilitan asistencia técnica para restablecer la normalidad.
Con el desarrollo del negocio, también gana peso la movilidad. Una avería o un robo puede alterar rutas, entregas y costes operativos. Asegurar los vehículos de reparto, transporte interno o visitas comerciales protege la operativa diaria y evita interrupciones costosas.
Empresas consolidadas
Cuando el negocio madura, los riesgos se vuelven más sofisticados. La ampliación de clientes que pagan a plazo puede tensionar la liquidez, y el seguro de crédito actúa como amortiguador. A medida que crece la organización, las decisiones directivas adquieren más peso, por lo que las pólizas de administradores y directivos (D&O) ofrecen protección ante posibles reclamaciones. Además, los seguros de salud colectivos refuerzan el bienestar del personal y ayudan a retener talento. En esta fase, el objetivo es proteger la reputación y la liquidez mientras la empresa consolida su posición.
Riesgos específicos según el sector
Algunas actividades requieren coberturas adaptadas a vulnerabilidades muy concretas. En el ámbito agrario, por ejemplo, las explotaciones dependen del clima, las plagas y otros factores biológicos que afectan cultivos, ganado y maquinaria. Las pólizas orientadas a este sector contemplan fenómenos meteorológicos adversos, enfermedades en el ganado o pérdidas derivadas de alteraciones ambientales que pueden comprometer la producción anual.
En la industria, la maquinaria crítica sostiene el ritmo de la producción y cualquier avería provoca paradas costosas, mientras que en el sector de la hostelería, la dependencia absoluta del local convierte la protección del establecimiento y sus equipos en un factor esencial para evitar interrupciones prolongadas.
Revisión y ajuste continuo
Así, la protección aseguradora avanza hacia soluciones más flexibles, pero la clave sigue en el análisis. No se trata de comparar precios, sino de identificar riesgos reales y ajustar coberturas según la evolución del negocio. Una revisión anual o ante cambios relevantes –nuevas líneas, expansión, incorporación de personal o tecnología– garantiza un equilibrio entre coste y protección. “Trabajamos para ajustar las coberturas a la evolución de los riesgos de nuestros clientes: con revisiones anuales o cuando hay cambios importantes en el ciclo de la empresa. Así nos anticipamos a posibles riesgos y que los mismos estén correctamente asegurados”, añade Rey.
Acompañar el ciclo de vida de la pyme con coberturas dinámicas y revisables permite ganar tranquilidad y foco en el negocio. La recomendación es clara: diagnóstico inicial, mínimos imprescindibles y revisiones de ajuste al menos una vez al año.
