Aprender bien nunca ha sido tan necesario —ni tan sencillo. A medida que la información se multiplica y se acelera la exigencia por dominarla, crece también el desafío de estudiar con eficacia. En entornos académicos y profesionales, la capacidad para adquirir nuevos conocimientos de forma rápida y duradera se ha convertido en una competencia clave. Sin embargo, muchas personas siguen utilizando métodos de estudio poco adaptados a las demandas actuales. Esta tensión ha impulsado el desarrollo de nuevas propuestas que buscan actualizar las formas tradicionales de aprendizaje.
Una de ellas, desarrollada por el sociólogo italiano Giacomo Navone, se presenta como un sistema estructurado en torno a seis etapas que, según sus creadores, recogen aportes de la neurociencia, la pedagogía y la psicología cognitiva. Bajo el nombre de Curso Genius, esta metodología ha sido aplicada en distintos países y propone una secuencia que va desde la preparación previa hasta la exposición final del conocimiento. A continuación, se detallan sus principales componentes, tal como los describe el propio programa.
Preparar el terreno: la aproximación estratégica
Antes de abrir un libro o tomar apuntes, hay una fase que suele pasarse por alto: la preparación del entorno y del propio estado mental. Factores como el ruido, el desorden o la falta de objetivos concretos pueden interferir con la concentración desde el inicio. Algunas metodologías han empezado a incorporar diagnósticos personalizados, como test cognitivos, para ajustar el contexto de estudio al perfil de cada persona.
Este tipo de enfoque busca establecer rutinas previas al estudio que reduzcan la ansiedad y mejoren la disposición atencional, alineando las condiciones externas e internas del aprendiz con lo que se espera que logre.

Antes de abrir un libro o tomar apuntes, hay una fase que suele pasarse por alto: la preparación del entorno y del propio estado mental.
Leer más rápido, sin perder comprensión
La lectura rápida ha sido tradicionalmente asociada con una comprensión superficial. Sin embargo, distintos enfoques actuales defienden que es posible acelerar el ritmo sin sacrificar profundidad. La clave estaría en entrenar la mirada para captar bloques de palabras, en lugar de leer palabra por palabra, permitiendo al cerebro formar “imágenes globales” del contenido.
Algunos estudios, desarrollados en colaboración con universidades europeas, han señalado que esta forma de lectura mejora la productividad y reduce la fatiga, siempre que se complemente con estrategias activas de comprensión.
Comprender elaborando, no solo memorizando
Uno de los principios más extendidos en psicología educativa es que entender no es lo mismo que recordar. La comprensión profunda requiere conectar lo nuevo con lo conocido, reorganizar la información y ser capaz de explicarla con palabras propias.
En este sentido, técnicas como la elaboración activa —formular preguntas, establecer vínculos y hacer predicciones— pueden favorecer que el conocimiento se integre en la memoria a largo plazo. Investigadores como la profesora Emilia Costa han señalado que estos procesos de elaboración incrementan significativamente la capacidad de retención.

Comprender elaborando, no solo memorizando
Organizar la información de forma estratégica
Organizar bien los contenidos no solo facilita el recuerdo, también mejora la claridad mental. Desde mapas mentales hasta esquemas jerárquicos, diversas técnicas apuntan a que una buena estructura permite acceder con mayor rapidez a la información cuando más se necesita, como en exámenes o exposiciones.
Además, personalizar esa organización según el estilo cognitivo del estudiante puede contribuir a que el aprendizaje se vuelva más intuitivo. Estudios recientes han confirmado que esta estructuración influye positivamente en la capacidad para aplicar conocimientos en situaciones prácticas.
Memorizar para largo plazo
Las técnicas de memorización suelen asociarse con el aprendizaje mecánico, pero hay métodos que buscan activar capacidades más naturales del cerebro, como la visualización, la asociación espacial o las narrativas. Estas estrategias pretenden consolidar la información sin recurrir al repaso constante.

Memorizar para largo plazo
Saber exponer lo aprendido
Aprender no termina con la comprensión; también implica poder transmitir con claridad aquello que se ha interiorizado. La exposición efectiva —ya sea oral o escrita— requiere estructurar el discurso, elegir los puntos clave y adaptar el lenguaje a la audiencia.
Algunos modelos formativos incluyen incluso el entrenamiento en lenguaje no verbal y organización de ideas para situaciones como entrevistas, presentaciones o evaluaciones. Estudios dirigidos por expertos como el Dr. Riccardo Venturini han subrayado la relación entre las habilidades de comunicación y el desempeño académico y profesional.
Aunque los métodos de aprendizaje han evolucionado en las últimas décadas, no todos incorporan de forma explícita principios derivados de la investigación sobre procesos cognitivos. Algunas propuestas, como la del Curso Genius, estructuran el aprendizaje en distintas etapas —desde la preparación previa hasta la exposición del conocimiento— y lo combinan con herramientas adaptadas al perfil de cada estudiante.
Diversos testimonios recogidos en estudios internos y externos han reportado mejoras en rendimiento, motivación y capacidad de gestión emocional ante desafíos académicos. Aunque los resultados individuales pueden variar, lo cierto es que la reflexión en torno al “cómo aprendemos” se está convirtiendo en un campo cada vez más relevante en contextos educativos y laborales.