Bajo el sol ardiente de Singapur, las sirenas mexicanas emergieron del agua, sus movimientos un poema líquido, un suspiro final en la final de natación artística del Campeonato Mundial de Acuáticos 2025. Mientras tanto, en Dhaka, el eco de un desastre aéreo rompía la calma: socorristas, héroes anónimos, transportaban una vida herida, la esperanza colgando de un hilo.
Bogotá vibraba con el desfile de Independencia, 215 años de libertad ondeando en cada bandera, en cada paso marcial. Muy lejos, en Nueva Delhi, un Kanwariya inhalaba el humo sagrado, su pipa de arcilla un puente ancestral hacia Shiva, un rito que el tiempo no ha podido desdibujar.
En Siria, el éxodo beduino; en Hakkari, el tierno beso de un novio kurdo. La Torre de Esteban Hambrán respiraba aliviada, el fuego, domado. Y en la playa de El Saler, dos almas flotaban en la brisa marina, ajenas al trajín, mientras un acróbata desafiaba la gravedad en San José, celebrando la libertad sobre dos ruedas. La vida, en su infinita danza, continuaba