Lorenzo de’ Medici. “Este es mi nombre”, afirma uno de los pocos descendientes que todavía quedan de la familia que durante siglos gobernó Florencia y cuyo apellido es sinónimo de Renacimiento. Le separan de otro Lorenzo, el Magnífico, 502 años, pero la sombra de un personaje de tanto calibre puede ser muy alargada. “Llevar este apellido ha sido casi siempre una carga, a veces incluso demasiado pesada” afirma en el libro Los Medici, mi familia (Ariel), en el que también señala la “poca originalidad” de los periodistas “a la hora de entrevistar a un descendiente del Renacimiento”. “Nunca nadie me ha preguntado si he sido feliz”, se lamenta. Así que, recogiéndole el guante, la primera pregunta es obligada. “¿Ha sido feliz?”. Y responde como casi todo el mundo: “Creo que la felicidad son momentos y en el conjunto no me puedo quejar”.
Y es que este Lorenzo de’ Medici del siglo XXI no busca ser más que nadie, solo pretende ser conocido como escritor. “Después de treinta años creo que lo he conseguido”, apunta divertido. Autor de una decena de thrillers históricos, se ha estrenado en la no ficción con una especie de autobiografía familiar que es toda una declaración de intenciones. Por un lado, quiere terminar con esa idea generalizada de que los Medici se extinguieron a mediados del siglo XVIII. “Se extinguieron las dos ramas llamadas históricas”, explica. En la actualidad, siguen cuatro ramificaciones. “No somos una familia muy numerosa. Todos juntos no llegamos a los 15”, revela. Además, su rama está condenada a morir con él y su hermano, ambos sin hijos. “Nos hemos hecho a la idea de que ha llegado el final. Es el destino, y yo creo en el destino”, se consuela.

Lorenzo de' Medici junto a su hermano Carlo y su abuelo el príncipe Luigi en Ginebra
Pero la razón de más peso que le ha llevado a escribir la historia personal de los Medici es para corregir la “versión distorsionada de la familia” que proyectan ficciones recientes, como la famosa serie de Netflix. “Entiendo que el guion está hecho para entretener, pero si enseñas la historia, no puedes dar una versión adulterada”, se lamenta. “Si no, la gente retiene que Giovanni de Medici fue envenenado por sus oponentes”. 25 generaciones de Medici dan “material para varios guiones”, ironiza, y sin necesidad de fabular, ya que en muchos episodios familiares la realidad supera cualquier ficción alocada. Y más con los Medici, capaces de todo, incluso de tener tres papas: uno sin ser antes sacerdote, otro con un hijo, y el último sin ser miembro de la familia. De todos ellos habla en el libro, como de su propia vida.

Lorenzo de Medici fotografiado en la Quinta da Bacalhoa, Azeitão, Portugal
Lorenzo y su hermano mayor fueron educados como príncipes, con muchas reglas rígidas (como evitar hablar de religión, política o dinero) y rodeados de retratos de antepasados. “Teníamos que saber muchos idiomas [habla italiano, francés, inglés, alemán, español y portugués] y la historia de nuestra familia y de otras familias”. Y un dato curioso, también debían aprenderse de memoria El príncipe que Maquiavelo dedicó a los Medici, un libro “muy importante”, asegura. Sus padres se marcharon de Italia con la llegada al poder de Mussolini y se crió en lugares como Lausana, donde recibían la visita de artistas como Josephine Baker o Yul Brynner y tenían como vecinos a miembros de la realeza como la reina Victoria Eugenia, viuda de Alfonso XIII. También les visitaba a menudo el rey Humberto II de Italia. “Un gran señor”, recuerda. “Le pregunté por qué se presentaba con el título de conde de Sarre, y me respondió: ‘Si tú eres, no tienes que demostrar nada’, una lección que siempre he aplicado”.

Asegura que no añora la grandeza familiar de antaño. “Los títulos son cosas del pasado, van a ir perdiéndose”, augura. “No les veo ningún sentido, por eso soy republicano”, sorprende. Un republicano como los primeros Medici que dirigieron Florencia desde la sombra en el Quattrocento. Como Lorenzo el Magnífico. “Mi nombre es tan importante que no necesita ningún título”, se ríe. La familia dio dos reinas a Francia y su sangre corre por las venas de las monarquías europeas. ¿Le hubiera gustado que su familia siguiera en el poder? “El poder es adictivo y peligroso. Hemos estado mucho tiempo. Es suficiente”.