Jennifer Aniston vuelve a ponerse en el centro de la conversación con un relato en primera persona sobre el episodio que marcó su vida privada y su carrera: los años del supuesto “triángulo amoroso” con Brad Pitt y Angelina Jolie.
En su entrevista de portada con Vanity Fair, la intérprete recuerda el frenesí que rodeó su ruptura y cómo lo vivió: “Es una pena que tuviera que pasar, pero pasó. Y vaya si me lo tomé como algo personal”. Antes, había descrito el apetito mediático con una imagen nítida: “Era una lectura muy jugosa para la gente. Si no tenían sus telenovelas, tenían sus tabloides”.
De la diana mediática al mantra personal
Aniston revive el escrutinio por el supuesto triángulo con Brad y Angelina
Aniston revive el escrutinio por el supuesto triángulo con Brad y Angelina, que la convirtió en protagonista involuntaria de uno de los capítulos más sonados del Hollywood de principios de los 2000. La actriz admite que, por momentos, se vio convertida en blanco: “De algún modo nos estaban levantando para luego tumbarnos”, dice, y se corrige al detectar que rozaba una frase de su personaje en The Morning Show: “Dios mío, ¿acabo de citar The Morning Show?”.

Jennifer Aniston, en una escena de ‘The Morning Show’, serie en la que interpreta a la presentadora Alex Levy
Aun así, no reniega de su vulnerabilidad: “No tenía la suficiente fortaleza para no dejarme afectar. Somos seres humanos, aunque algunos no quieran creerlo… Piensan: ‘Te apuntaste a esto, así que lo asumes’. Pero en realidad no nos inscribimos para eso”. Brad, por su parte, negó entonces que su incipiente relación con Jolie fuera el motivo de la ruptura, aunque la presión pública y el relato mediático hicieron difícil que esa versión calara.
No tenía la suficiente fortaleza para no dejarme afectar”
El antídoto de Aniston fue un mantra sencillo: “Simplemente levántate por tus propios medios y sigue caminando, chica”. Con él logró salir de un ciclo emocional desgastante y reconstruir su vida lejos del ruido. Dos décadas después, mira atrás sin rencor y hasta bromea con la complicidad que mantiene con Gwyneth Paltrow, quien también fue pareja de Pitt: “Oh, por supuesto [que hablamos de Brad]. ¿Cómo no? Somos chicas”.
El reportaje retrata también el refugio que Aniston ha construido puertas adentro —su casa en Los Ángeles, concebida como un remanso sin ruido ni pantallas— y su empeño por desacoplarse del ciclo tóxico de titulares, sin dejar de trabajar al máximo nivel en The Morning Show. La pieza de Vanity Fair subraya esta “nueva era” en la que la actriz canaliza una autoridad tranquila y decide con quién, cómo y cuándo compartir su vida.
Hoy, con la distancia que da el tiempo, Jennifer Aniston ya no mira aquel capítulo con el peso de la herida, sino con la serenidad de quien sabe que sobrevivir también es un arte. Habla sin rencor, pero con la lucidez de quien aprendió a poner límites, a elegir sus batallas y a guardarse un espacio sagrado lejos del ruido. En sus palabras late una certeza: la vida puede zarandearte, pero siempre habrá una forma de levantarte, sacudirte el polvo y seguir caminando.