Mudarse a la capital supuso para Young Miko un contraste enorme con la vida que conocía. Pasó de crecer en un entorno tranquilo, rodeada de playa y con costumbres marcadas por la calma, a encontrarse de repente en un lugar lleno de movimiento. Esa diferencia entre ambos mundos marcó su carácter y todavía hoy la acompaña, incluso en medio de una carrera que la obliga a viajar con frecuencia y a convivir con ambientes completamente distintos a los de su infancia.
La artista explicó en una entrevista en El Mundo que esa etapa en Añasco quedó grabada en su manera de ser: “Yo podía ir a la escuela con el traje de baño debajo del uniforme y salía directa a la playa con mis papás”. De hecho, recuerda que al instalarse en San Juan las personas que conocía percibían un ritmo distinto en ella: “Siempre me decían: 'Tú hablas como lento', o 'eres una persona un poco pausada', y creo que mi infancia tuvo mucho que ver”.
La relación con la espiritualidad también se formó en aquellos años. La cantante señaló que dentro de su familia había una práctica religiosa muy marcada, pero que siempre se le ofreció la libertad de decidir cómo vivirla. Según relató, “me abrían las puertas y me decían: el domingo se va a la iglesia y puedes venir”. Esa posibilidad de elegir, más que imponer, la llevó a interesarse por descubrir y a cultivar su propia conexión personal.
En el mismo diálogo, la puertorriqueña reconoció un hábito que mantiene desde entonces: “Rezo todos los días y doy gracias por la comida, es algo en lo que me crié desde chiquitita”. A partir de ahí fue construyendo una relación propia con lo espiritual, que describe como cercana y flexible. Añadió que a veces habla sola en su habitación, convencida de que hay algo que escucha, y que siente esa comunicación como parte de su día a día.
Para ella, el hecho de haber crecido con esa apertura explica en gran medida su forma de ver la vida. Insiste en que disfruta haciendo el bien porque cree que, tarde o temprano, se devuelve. Incluso en los momentos de frustración se esfuerza por mantener la calma y confiar en que todo tiene un sentido. Y así, entre la memoria de la playa y sus convicciones personales, va marcando el camino de la persona que es hoy.