El príncipe Andrés no paga alquiler desde hace 22 años por su mansión de Royal Lodge

En el punto de mira

Un contrato legal permite al hermano del rey Carlos III residir gratis en su vivienda de 30 habitaciones hasta 2078

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El príncipe Andrés en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor el pasado mes de abril

KIRSTY WIGGLESWORTH / AFP

Una nueva revelación de la prensa británica vuelve a levantar ampollas en torno al príncipe Andrés. El hermano del rey Carlos III no ha pagado el alquiler desde hace más de dos décadas por su lujosa residencia, el Royal Lodge, ubicada a unos 5 km del Castillo de Windsor. Según un contrato de arrendamiento obtenido por el diario The Times, el hijo de la fallecida reina Isabel II vive en esta mansión de 30 habitaciones sin abonar una renta convencional, gracias a un acuerdo firmado en el 2003 con el Crown Estate, la entidad pública que gestiona las propiedades de la Corona.

El documento muestra que Andrés pagó en su momento una suma de un millón de libras para asegurar el arrendamiento de la propiedad, además de invertir alrededor de 7,5 millones de libras en renovaciones. A cambio, el alquiler anual quedó establecido como un “peppercorn rent” —una figura legal británica que implica un pago simbólico, literalmente, un grano de pimienta pero que suele ser una libra esterlina— con vigencia hasta el año 2078. Por lo tanto el Crown Estate considera que el príncipe Andrés ya pagó todos sus “granos de pimienta” por adelantado cuando financió el acondicionamiento de la residencia en la que vivió la Reina Madre. De modo que desde que entró a vivir allí no paga el alquiler que se considera en 260.000 libras al año.

Prince Andrew, Duke of York and Sarah Fergusson , Duchess of York attending annual funeral of Constantine of Greece in WindsorCastle, Berkshire on February 27, 2024

Andrés y Sarah Ferguson, que aunque separados, conviven bajo el mismo techo

Chris Jackson / GTRES

Aunque el contrato es completamente legal, ha generado indignación y controversia por las implicaciones éticas y políticas que conlleva. El Royal Lodge, además de ser una propiedad de gran valor patrimonial, no está al alcance de ciudadanos comunes, y su mantenimiento conlleva costes millonarios. El hecho de que el príncipe Andrés —sin funciones oficiales, sin ingresos públicos conocidos, y apartado de la vida institucional desde su implicación en el caso Jeffrey Epstein— mantenga el uso exclusivo de esta residencia, ha desatado críticas tanto en la opinión pública como entre algunos sectores políticos.

Una de las principales incógnitas es cómo puede el príncipe Andrés permitirse vivir en una propiedad de tal magnitud sin ingresos aparentes. Fuentes del Daily Mail señalan que no habría recibido herencias significativas tras la muerte de Isabel II o de la Reina Madre, y que actualmente no recibe ninguna asignación del monarca ni financiación pública.

Incluso tras perder su asignación anual de un millón de libras y la protección policial financiada por el Estado —decisión impulsada por el rey Carlos III—, el príncipe ha logrado mantenerse en el Royal Lodge. Según The Times, en caso de que Andrés abandonase la residencia antes de que finalice el contrato, el Crown Estate estaría obligado a pagarle más de medio millón de libras en compensación.

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La Capilla Real de Todos los Santos en el Royal Lodge, en los aledaños del castillo de Windsor.

Terceros

El exministro Norman Baker ha exigido transparencia sobre los términos del arrendamiento: “Si el príncipe Andrés no está dispuesto a mudarse a una vivienda más acorde a su estatus actual, el país tiene derecho a saber cómo se le permite seguir allí”. Baker añade que muchas propiedades reales incluyen cláusulas de rescisión que podrían ser invocadas si el rey lo considera conveniente.

El pasado 17 de octubre, el Palacio de Buckingham publicó un comunicado en el que el príncipe Andrés anunciaba que dejaría de usar su título de duque de York y otros honores reales, alegando que las acusaciones que pesan sobre él “distraen del trabajo de Su Majestad y la familia real”. Sin embargo, esta renuncia es solo simbólica: legalmente, Andrés conserva su título y los privilegios asociados a su nacimiento.

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Además, su exesposa, Sarah Ferguson, también sin título oficial, continúa viviendo con él en el Royal Lodge, en una convivencia descrita por algunos medios como una mezcla de dependencia mutua y aislamiento ante el creciente escrutinio público.

Pese a los esfuerzos del monarca por reducir el tamaño y el gasto de la institución, el príncipe Andrés se aferra a su residencia y estatus, escudado en un contrato difícil de revertir.

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