Joan Carrasco, profesor catalán en un instituto de Chicago: “En Estados Unidos es muy difícil que los niños suspendan, y repetir curso es casi imposible: tienen muchos programas de recuperación.”

Españoles por el mundo

El docente barcelonés explica cómo funciona el sistema educativo estadounidense, donde los alumnos tienen múltiples vías para aprobar y las desigualdades entre escuelas dependen del barrio en el que viven.

Joan Carrasco, profesor de Instituto de Estados Unidos

Joan Carrasco, profesor de Instituto de Estados Unidos

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La ola de profesionales catalanes que prueban suerte en el extranjero también ha llegado a las aulas. Mejores salarios, oportunidades de carrera y la curiosidad por conocer otros sistemas educativos empujan a maestros y profesores a participar en programas de intercambio con escuelas norteamericanas. En Estados Unidos, la combinación de falta de docentes, auge de los programas bilingües y distritos con grandes desigualdades de recursos abre las puertas a perfiles como el de Joan Carrasco (Barcelona), que trabaja en Chicago desde hace dos años.

Joan llegó allí a través del programa Profesorado Visitante del Ministerio de Educación, que coloca docentes españoles en escuelas de Estados Unidos y Canadá. “Hace dos años que estoy aquí. Ya hacía tiempo que lo pensaba; en 2019 me presenté para Florida, pero no me seleccionaron. Illinois era el único estado que buscaba profesores de educación visual y plástica, y en 2022 lo tuve relativamente fácil”, relata.

Diferencias entre sistemas educativos

Desde la tramitación de su programa, Joan Carrasco trabaja en la Ogden International School of Chicago, un centro con enseñanza desde infantil hasta duodécimo grado (el equivalente a segundo de bachillerato, con alumnos de 18 años). La escuela está dividida por edades en tres sedes repartidas por la ciudad.

Chicago

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Programas de integración de alumnos con dificultades lingüísticas

Aunque es profesor de visual y plástica, Carrasco coordina el programa bilingüe del colegio. Se llama TBE (Transitional Bilingual Education) y realiza un seguimiento de todo el alumnado que no tiene el inglés como primera lengua, para poder adaptarlo al currículo escolar. “Sería como las aulas de acogida de Cataluña, pero integradas dentro del aula”, apunta.

Aunque parece un modelo más inclusivo, admite que presenta dificultades: “Algunos llegan con un año de inmersión previa, pero otros llevan dos o tres años sin escolarizarse en su país de origen y tienen carencias en su propia lengua”, explica. Joan Carrasco comenta que dentro de este programa ayuda a los alumnos a superar exámenes como el Access, un certificado que les garantiza la compatibilidad con el resto de cursos.

El Campus del Este, uno de los centros de la escuela donde trabaja Joan Carrasco.

El Campus del Este, uno de los centros de la escuela donde trabaja Joan Carrasco.

Ogden School of Chicago

La brecha del dinero: barrios ricos con mejores escuelas

Carrasco explica la gran descentralización del sistema americano: “Los presupuestos dependen de impuestos locales. Si vives en un barrio rico, la escuela tiene muchos más recursos; en los barrios humildes, muy pocos. En Chicago eso se nota mucho: más inmigración en zonas con menos renta, más necesidades lingüísticas… y, a menudo, menos capacidad de contratación.”

El caso de la institución en la que trabaja es peculiar: “Está dividida en tres edificios (elementary, middle y high). El centro donde estudian los más pequeños está en un barrio rico y el de secundaria (middle) en uno más humilde; agruparon escuelas y ahora comparten presupuesto.”

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Evaluación continua y méritos individuales

En cuanto a equivalencias, el high school abarca desde 3º de ESO hasta 2º de bachillerato. Las diferencias, dice, son más de filosofía que de nivel: “Cada sistema responde a su sociedad. Aquí, en lengua, se pone el acento en la comprensión y la oratoria más que en la ortografía o la morfosintaxis.”

Para acceder a la universidad no hay selectividad. Cada universidad tiene su propio examen de ingreso y también se valoran habilidades deportivas, voluntariados o artículos especializados publicados

Joan Carrascoprofesor en EE. UU

La evaluación es muy continua: “En Estados Unidos hay muchas pruebas nacionales durante el curso que pesan en la reputación de la escuela. Para acceder a la universidad no hay selectividad; cada universidad tiene su examen propio y también cuentan las habilidades en deportes, voluntariado o publicaciones”, relata.

El campus de Harvard, una de las Universidades más prestigiosas de los Estados Unidos

El campus de Harvard, una de las Universidades más prestigiosas de los Estados Unidos

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La cultura del suspenso también es otro mundo: “Es muy difícil que los niños suspendan, y repetir curso es casi imposible. Los profesores parten casi siempre del aprobado y hay muchos programas de recuperación: exámenes dobles que compensan, actividades fuera del horario escolar y también en verano, todo para recuperar créditos. Suspender no es una opción.” En cambio, graduarse (cerrar la etapa) “ya no es tan fácil: tienes que tenerlo todo limpio”, explica.

Falta de educación holística

En la comparación con Cataluña, Joan echa de menos una mirada integral sobre el alumnado: “En Cataluña hacemos reuniones docentes semanales y una evaluación mucho más holística. Aquí casi no me reúno con mis compañeros: es muy individual.” Y eso pesa cuando hay historias de migración y trauma: “Tengo alumnos que han cruzado América Latina viviendo experiencias durísimas, y los profesores no siempre lo saben. Si no entiendes el problema personal, por muchas adaptaciones que hagas, es difícil ayudar.”

Aquí, en Estados Unidos por cuestionar a unos padres sobre la educación de sus hijos, te arriesgas a que te pongan una demanda

Joan Carrascoprofesor de instituto en Estados Unidos

Lo mismo ocurre con las familias. El docente catalán admite que a veces la relación con los hispanohablantes puede ser más fácil, pero que, en general, hay que ir “con pies de plomo” al dirigirse a los padres. “Echo de menos la implicación y la mediación a la catalana cuando hay conflictos; aquí, por cuestionar a unos padres sobre la educación de sus hijos, te arriesgas a que te pongan una demanda”, confiesa.

Joan Carrasco

Joan Carrasco

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A pesar de los tópicos, Carrasco no ve un abismo entre los adolescentes de aquí y de allí: “No hay tantas diferencias entre un alumno de Sants o Nou Barris y uno de Chicago. Compartimos muchos códigos por la globalización.” La gran diferencia es estructural: recursos desiguales, evaluación continua y presión por construir un perfil competitivo para acceder a la universidad.

Balance personal

Para él, como profesor, el balance material es ambivalente: “Cobro bastante más que en Cataluña, pero el nivel de trabajo es muy alto. La guía informativa del traslado lo califica de abrumador en términos de exigencia laboral”, explica. Muchas horas dentro y fuera del centro, gran volumen de alumnos y un currículo escolar sin equipo de apoyo son algunos de los aspectos que Joan cree que deberían ajustarse.

El programa permite estancias de hasta cinco años; a partir del tercero, pasa a ser una excedencia. “Estoy pensando si volver este año... aquí vivo bien, pero a veces es agotador”, reconoce. Y deja una última reflexión que resume su mirada: “Los sistemas están hechos para su sociedad. Entender al alumno y su contexto es lo que realmente marca la diferencia —en Cerdanyola del Vallès o en Chicago.”

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