Se veía venir y ya es una realidad. El final de Gran Hermano 20 está a la vuelta de la esquina, y eso que ha pasado poco más de un mes desde que la nueva casa de Tres Cantos abrió sus puertas. La cadena ha confirmado la cancelación anticipada tras varias galas con datos por debajo de lo esperado y un tramo Express que no ha conseguido superar el umbral del doble dígito. La decisión precipita así un cierre que llegará antes de Navidad y que comprime las expulsiones en una semana de vértigo para la producción.
En ese escenario, Ion Aramendi sostiene el frente dominical con un debate ajustado en duración y marcado por la urgencia. Este domingo notificará una nueva salida, fruto del ritmo acelerado de votaciones que ha reducido al límite la estancia de los concursantes. La situación contrasta con la serenidad habitual del presentador, que afronta el directo sin perder la compostura que ha acompañado su carrera desde sus tiempos de reportero. Ese aplomo que, al revisar su relato, está claro que se forjó antes incluso de llegar a los platós. Véase cuando jugaba al basket.
“Ha sido uno de los clubes de mi vida”
Un pasado en la Liga EBA que muchos espectadores no tienen en el radar
Su vínculo con el deporte comenzó en San Sebastián y tomó forma en Salamanca, donde compaginó la licenciatura en Periodismo con el baloncesto profesional. En 1996 se instaló en la ciudad para jugar en la Liga EBA, pasando por equipos como Salamanca Norte y Maderas Peralta, un periodo que compartió con sus hermanos. Aquella etapa le exigía entrenamientos diarios, viajes en carretera y partidos intensos en pabellones repletos. Una escuela de disciplina que, sin preverlo, luego trasladaría a la televisión.
Ion jugó al baloncesto hasta los 30 años, cuando una lesión le impidió continuar por ese camino.
En 2001 regresó al norte para defender la camiseta del Santurtzi, equipo al que dedicó algunas de sus mejores temporadas. Años después recordaría aquella etapa en Reacción en cadena, cuando tres miembros del club acudieron al programa para entregarle una bufanda y un álbum con fotografías de su paso por la entidad. “Ha sido uno de los clubes de mi vida”, dijo entonces al ver las imágenes. Entre bromas reconoció ser “un poco chupón”, aunque también destacó su habilidad para entrar a canasta, un gesto que los compañeros celebraban en cada encuentro.
La trayectoria deportiva, sin embargo, se vio interrumpida. Una lesión lo apartó de la competición en torno a los 30 años, justo cuando acumulaba experiencia y minutos en pista. La retirada le obligó a replantearse el futuro. Dejó atrás las canchas y emprendió una etapa en Australia, donde trabajó como encargado en un restaurante griego. Aquel periodo, alejado del deporte y del periodismo, reforzó la capacidad de adaptación que hoy se le atribuye. Al volver a España, mientras colaboraba en el negocio familiar, sus padres le animaron a presentarse a una oferta de televisión. De ahí nacería su salto a Sálvame y el comienzo de una nueva vida. Y el resto, es historia.
Un hogar en Madrid
La estabilidad familiar que sostiene su presente
La otra columna de su historia se encuentra en su vida familiar. Conoció a María Amores durante sus años universitarios y, desde 2011, han construido un hogar en Madrid junto a sus tres hijos. Ella dirige un videopódcast y trabaja en coordinación de casting, mientras él encadena proyectos en Mediaset, incluidos los debates dominicales del reality de convivencia que ahora vuelve a bajar la persiana. El caso es que la complicidad entre ambos se refleja en cómo organizan los horarios y en el modo en que afrontan los continuos cambios propios de la televisión.
Ion Aramendi y María Amores fueron padres de su tercera hija en común en 2022.
En varias entrevistas, Ion ha explicado que su familia representa un ancla en medio de una profesión cambiante. Los recuerdos de la Liga EBA, de los viajes a Salamanca, de los entrenamientos con sus hermanos o del regreso a Santurtzi siguen apareciendo cuando repasa su camino. Y hoy, en un plató sometido a decisiones urgentes por la cancelación de un formato mítico, reaparece ese pasado que dio forma a su temple. Volverá a demostrarlo al comunicar una expulsión más en una edición que se apaga con rapidez, mientras él mantiene el ritmo que aprendió muchos años atrás. En la cancha.
