No era extraño toparse con Gardel en el barcelonés café Torino o en los populares chiringuitos de la Barceloneta en 1925. Acérrimo admirador de la Ciudad Condal, además de arrasar en el teatro Goya, el cantor porteño grabó sus discos en el sistema eléctrico de Odeón, en la calle Pelai, y fue una de las primeras voces que se oyeron en Radio Barcelona.
Desde entonces, el tango fue popular tanto en los cabarets del barrio chino como en las bodas de postín.
Cultivado, Gardel trató a Santiago Rusiñol y, como furibundo culé, trabó amistad con el delantero Josep Samitier, al que dedicó un tango: Sami.
Nombrado socio honorario del Barça, visitó por última vez Barcelona en julio de 1932, tres años antes de fallecer en un accidente aéreo en Medellín el 24 de junio de 1935, a los 44 años.