Esta es una trágica historia en tres capítulos. Un misterio sin resolver que comenzó en el siglo XIII, tuvo un capítulo importante en 1915 y ha durado hasta nuestros días, en el que se ven involucrados poderosos nobles, monasterios medievales, estados que ya no existen, intrigas políticas y sangre.
Lo mejor será empezar por el principio, aunque ya les desvelo que todo acabará en un horrible asesinato premeditado, según explican los investigadores de la Universidad Eötvös Loránd en un artículo publicado en la revista Forensic Science International: Genetics.
Nieto del rey húngaro Béla IV
El duque Béla de Macsó, de la Casa de Árpád, vivió entre 1243 y 1272. Era nieto del rey húngaro Béla IV por parte materna y, por parte paterna, pertenecía a la dinastía Rurik, de origen nórdico y que dio numerosos grandes duques del Rus de Kiev durante siete siglos, desde su fundación en el año 882.
Según las crónicas austriacas del siglo XIII, el influyente lord Henrik I “Kőszegi”, de la familia Héder, y sus esbirros mataron a Béla en noviembre de 1272. Los restos del duque, gravemente mutilados, fueron recogidos por su hermana Margit y su sobrina Erzsébet, que los enterraron en un monasterio dominico del Banato de Macsó (o Mačva), una división administrativa que en aquel momento pertenecía al Reino medieval de Hungría que estaba situado en la actual Serbia.
Genealogía del duque Béla de Macsó
Seis siglos después, en 1915, una excavación arqueológica en la isla Margarita (Budapest) descubrió los restos óseos de un joven en la sacristía del monasterio dominico. Basándose en datos históricos, el lugar del entierro y las señales de lesiones traumáticas en los huesos, los investigadores sugirieron que los restos pertenecían al noble de la Casa de Árpád.
El cuerpo se envió al Instituto de Antropología de la Universidad de Budapest para su análisis. Los investigadores identificaron 23 cortes de espada en el esqueleto y varias lesiones mortales en el cráneo. Su conclusión es que Béla no murió en un duelo, sino que fue atacado por varias personas a la vez, desde distintos flancos, e incluso mientras yacía en el suelo.
Las últimas noticias que se tuvieron de este caso fueron el artículo que publicó el experto Lajos Bartucz en 1936 y las fotografías que publicó del cráneo en su libro en 1938. Algunos historiadores incluso valoraron la posibilidad de que los restos se hubieran perdido durante la Segunda Guerra Mundial.
A este misterio, sin embargo, aún le faltaba el tercer y último capítulo. En 2018, los antropólogos del Museo Húngaro de Historia Natural descubrieron una polvorienta caja de madera que formaba parte de sus colecciones, que albergan los restos de decenas de miles de individuos.
El cráneo del duque Béla de Macsó presentaba hasta nueve cortes hechos con espadas
Al abrirla, lo que encontraron fue una serie de huesos que, tras siete años de estudios forenses y genéticos, se han podido confirmar que pertenecían a Béla de Macsó. El hallazgo es significativo porque, aparte de los restos del rey Béla III, el duque del siglo XIII es el único descendiente confirmado de la Casa de Árpád cuyo esqueleto casi completo se ha conservado.
Según explican los científicos húngaros, el análisis de los restos proporcionará datos sobre el origen genético de la Casa de Árpád, la dinastía real de origen magiar fundada por el príncipe Árpad en el 890 y que fue clave en la creación del Reino de Hungría en el año 1000. Y no solo eso.
Un joven de unos 20 años
Los datos de ADN también permitirán obtener nuevos detalles de la dinastía Rurik, que gobernó el Rus de Kiev desde el 862 y también en los estados que sucedieron a este e incluso en los primeros tiempos del Zarato moscovita. El último monarca de este linaje fue Basilio IV de Rusia, que fue zar entre 1606 y 1610.
Los análisis realizados ahora revelaron que el individuo enterrado bajo el suelo de la sacristía del monasterio dominico de la Isla Margarita era un joven de unos veinte años. Su dieta incluía grandes cantidades de proteína animal, incluyendo una cantidad significativa de animales acuáticos (peces y posiblemente mariscos).
Las heridas que presentaba el cuerpo del duque Béla de Macsó
En su sarro dental se conservaron más de mil microfósiles. Los granos de almidón identificados procedían de trigo y cebada, con rastros de molienda, cocción y horneado. Esto indica que comió sémola de trigo cocida y pan de trigo horneado.
El hombre investigado no nació ni pasó su primera infancia en el lugar donde fue enterrado. Los valores encontrados señalaban que de niño vivió en la cuenca de los Cárpatos y en la región de Vukovar y Sirmia, que actualmente son parte de Croacia y Serbia pero que hace siglos formaban parte del Banato de Macsó.
La mitad de su genoma era escandinavo
Su genealogía indicaba que era bisnieto (descendiente de cuarto grado) del rey Béla III. El genoma completo indicaba un componente predominantemente escandinavo (casi la mitad), además de conexiones con el Mediterráneo oriental, que podían venir de su abuela materna, María Laskarina, esposa de Béla IV y miembro de la familia imperial bizantina.
Entre sus lesiones había nueve en el cráneo y 17 en el resto del esqueleto, todas causadas por un único incidente violento. Las heridas indicaban un probable ataque coordinado por tres personas. Un atacante se acercó a la víctima de frente y los otros dos llegaron por la izquierda y la derecha simultáneamente.
Una confrontación directa
El duque se enfrentó a sus asesinos en una confrontación directa e intentó defenderse. Los asesinos utilizaron dos tipos diferentes de armas: un sable y una espada larga. Las marcas de corte claras y profundas indican que la víctima no llevaba armadura. La agresión comenzó con golpes en la cabeza y el torso.
Cuando Béla de Macsó cayó al suelo, le infligieron heridas mortales en la cabeza y el rostro. La intensidad de la agresión, así como los numerosos cortes y golpes en la cara, indican una intensa implicación emocional, mientras que la coordinación de las heridas sugiere un asesinato premeditado, concluyen los investigadores.


