“¡Lo insoportable a la caza de lo incomible!” (“The unspeakable in pursuit of the uneatable!”) es una cita de la comedia de 1892 Una mujer sin importancia, de Oscar Wilde. El autor ataca a los que participan en la caza del zorro, subrayando que, a diferencia de la pesca o la caza del ciervo, el zorro no es un alimento para los seres humanos. Típico deporte de la clase alta rural inglesa, profundamente imbricado en la sociedad burguesa y aristocrática de ciertos condados o provincias, el cine clásico británico retrató a menudo esa actividad.
Por supuesto, el zorro no se cazaba para comer, ni se trataba de una tradición con fines económicos, sino que era, más bien, una forma de deporte o entretenimiento. Sus partidarios, conscientes de la antipatía clasista que provocan, inciden en que no solo la nobleza rural participa de esta actividad, sino también campesinos o agricultores, inquilinos de tierras y medianamente prósperos.
Tarjeta victoriana con una escena de caza del zorro, por Frantz Charlet (Swim Ink 2, LLC/CORBIS/Corbis via Getty Images)
Los recursos para tomar parte en la caza eran considerables. Hacía falta mantener un caballo capaz de correr largas distancias con paso rápido y financiar una jauría de perros especialmente criados para seguir la pista y el olor del zorro y extraerlo de su escondrijo o madriguera.
El zorro es un animal peligroso para el género avícola. En la Edad Media se lo cazaba sin ceremonia. Sin embargo, desde finales del siglo XVII, aproximadamente, la clase pudiente provincial estableció costumbres, reglamentos y hasta uniformes, principalmente de color escarlata, para terciar en ese pasatiempo de gente con los bolsillos bien forrados.
Laboristas y conservadores
La primera caza de este estilo fue establecida formalmente por el segundo duque de Buckingham, quien, paradójicamente, murió en 1685 por un resfriado que pilló mientras cazaba. Con el tiempo, la actividad se limitó a zonas específicas preparadas para ello, en lo que llegó a convertirse en un acontecimiento social.
Sus defensores alegaban la protección de los animales que eran comidos por los zorros, pero sus detractores no lo veían con buenos ojos. En el primer bando se situaban muchos agricultores de la campiña inglesa, que consideraban necesaria la caza para evitar lo que denominaban plagas de zorros. En efecto, un zorro es capaz de matar grandes números de aves de corral en una sola noche, e incluso ha habido casos de ataques contra niños en su cuna.
La caza del zorro, por Alexandre-François Desportes
Quizá el primer ataque contra la caza –referido, en este caso, a la matanza de aves con escopeta– fue lanzado por Harold Wilson, jefe laborista en la década de 1960, cuando acusó al jefe conservador Harold Macmillan de pasar sus vacaciones de verano masacrando aves en las tierras campestres propiedad de algún duque.
En el mundo de la revolución tecnológica, apuntó con sarcasmo Wilson, Macmillan se comportaba como un aristócrata de la época del rey Eduardo VII, es decir, del principio del siglo XX. Las biografías de Jorge V, bisabuelo del actual monarca, explican que el rey mataba centenares de aves campestres todos los años durante sus vacaciones veraniegas en el castillo de Balmoral, en Escocia.
A favor y en contra
Aunque los defensores de la caza arguyen que el zorro es una alimaña, los oponentes insisten en que hay maneras de controlar su población con métodos menos crueles que enviar una jauría de perros sabuesos para matarlos salvajemente. Sus valedores sostienen que, en general, nadie que viva en el campo pone objeciones. Lo ven como una parte importante de la cultura rural, útil, además, para el control de la especie.
Zorros en el jardín
La experiencia del zorro que poseen los habitantes de las ciudades, que constituyen la inmensa mayoría de los habitantes de Inglaterra (la legislación en Irlanda del Norte y en Escocia es diferente), se limita a lo que sucede en sus jardines domésticos, visitados a menudo por familias de esta especie.
Los animales pasan de un jardín a otro cavando hoyos, que los dueños se ven obligados a rellenar. Tampoco es raro hoy en día ver deambular a los zorros por las calles de un barrio urbano en busca de restos de comida. Los ayuntamientos distribuyen a los hogares pequeños cubos específicamente diseñados para los desechos orgánicos, pero los zorros saben cómo abrirlos, y su contenido acaba desperdigado por las aceras.
Los activistas de la League Against Cruel Sports (Liga contra los deportes crueles) desarrollaron una campaña, violenta por momentos, para impedir que siguiera la caza. Los activistas distribuían falsos olores con el fin de engañar a la jauría de perros, en tanto que los cazadores contestaban con sus fustas cuando sus oponentes les impedían el paso.
Aunque hasta 1960, más o menos, estaba de moda llevar abrigos, estolas o chaquetones de piel de zorro, hoy en día es imposible imaginar a un miembro de la familia real participando en una caza del zorro, o siquiera en la matanza anual de perdices u otras aves que aún pervive en Escocia. Quienes gastan miles de libras para sentirse duques ingleses de 1850 cazando ciervos o matando pájaros suelen ser billonarios de otros países.
The Queen
A propósito del ciervo, hay una escena de la película The Queen (2006), con Helen Mirren en el papel de Isabel II. Durante las vacaciones de la familia real en Escocia, el duque de Edimburgo busca reducir la tensión tras la noticia del trágico accidente sufrido la noche antes por Diana, princesa de Gales.
Así, decide sacar a sus nietos, William y Harry, para enseñarles cómo seguir la pista de un ciervo, sin asustarlo ni ponerlo a la fuga, actividad guiada a menudo por un especialista escocés, o ghillie. La reina le pide a Philip que no lleve con ellos fusiles. Luego Isabel recibe la noticia de la muerte de un ciervo de renombre, a manos de un huésped adinerado de un terrateniente vecino, y se dirige a contemplar el cadáver. Isabel queda visiblemente emocionada.
Posiblemente, la película buscaba sugerir que la reina, casi llorando por la muerte del ciervo, no era capaz de demostrar semejante emoción por la muerte de Diana. O bien indicaba que asumía que el público inglés se sentía tan afectado por la tragedia de Diana como ella ante la del ciervo.
Protesta en Helston, Inglaterra, contra una supuesta caza de zorros a pesar de la prohibición, 26 de diciembre de 2024
En 2004, el gobierno laborista de Tony Blair legisló para prohibir la caza al zorro con perros. La ley brinda modos de simular la caza, como haciendo seguir a los perros rastros de olores artificiales. No obstante, los activistas contrarios a la caza consideran que es fácil sortear la ley con argucias, o saltársela gracias a la escasa vigilancia en los campos.
Blair se empleó a fondo para conseguir la aprobación de la ley, ya que la Cámara de los Lores se opuso a ella en varias ocasiones. El entonces primer ministro recurrió a la Parliament Act, que autoriza al Parlamento a dar luz verde a una ley si esta ha sido aprobada por la Cámara de los Comunes dos veces con un año de diferencia. La Hunting Act de 2004, con todo, continúa siendo uno de los textos jurídicos más controvertidos del Reino Unido, y sus opositores siguen apostando por su reforma o su revocación.
