¿Y si el Cervantes de Amenábar fuera un esclavo berberisco?

Historia social

La documentación del Siglo de Oro pone de manifiesto la dureza con que se perseguía la homosexualidad en la península ibérica. Lo comprobamos a través de un caso particular, el del esclavo Joan de Bogia

Julio Peña en una escena de la película 'El cautivo'

Julio Peña en una escena de la película 'El cautivo'

Walt Disney Studios Motion Picture Spain

Las polémicas derivadas del estreno de El cautivo, la reciente película de Alejandro Amenábar, en la que Miguel de Cervantes mantiene relaciones sexuales con otro hombre, nos lleva a preguntarnos por la homosexualidad en la España del Siglo de Oro. Si queremos adentrarnos en el tema no desde la ficción, sino a partir de la investigación histórica más solvente, nada mejor que Nefando imperio (Comares, 2025). Este volumen colectivo es el fruto del primer encuentro científico para tratar la represión de las sexualidades no normativas en el marco de la monarquía hispánica.

En los siglos XVI y XVII se hablaba de “sodomía”. En la actualidad tendemos a creer que se trata de una forma de nombrar las relaciones entre personas del mismo sexo, pero no es así. El término hace referencia a cualquier forma de sexualidad que no tenga como finalidad la reproducción. Esto es lo que se conocía como pecado “nefando”, palabra que designa actos que no pueden ser nombrados sin horror o repugnancia.

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Nuestros conocimientos en este terreno se basan, sobre todo, en los territorios de la Corona de Aragón. Aquí, la Inquisición podía intervenir contra la sodomía y por eso contamos con una documentación de gran interés. En la Corona de Castilla, en cambio, eran los tribunales civiles los que perseguían las consideradas como desviaciones sexuales. De ahí que la atención de los historiadores haya sido menor, al tener que basarse en fuentes de menor calidad.

El crimen de sodomía se castigaba con la pena de muerte en la hoguera. Se consideraba una transgresión especialmente grave que no merecía incluirse en un perdón general, lo mismo que la herejía o el delito contra la persona del monarca. Los Reyes Católicos establecieron, en 1497, que debía aplicarse idéntica pena en los tres casos. Como señala el historiador Vicent Josep Escartí, el sodomita era un chivo expiatorio al que se hacía responsable de prácticamente todos los males de la sociedad. Entre ellos, calamidades como la peste o el hambre.

El caso Bogia

Los archivos siempre pueden darnos sorpresas. En lugar de discutir lo que hizo o no hizo Cervantes, un cristiano preso en tierras musulmanas, pensemos en Joan de Bogia, un esclavo musulmán procedente del norte de África que se hallaba en la casa de un mercader de Valencia. Según el proceso judicial al que fue sometido en 1553, se le acusó de tener relaciones con un joven de doce o trece años llamado Marco de Carrera.

Este muchacho se hallaba solo en la ciudad y buscaba una casa donde trabajar como sirviente. Bogia le ofreció comida y le condujo al domicilio donde vivía. Allí, por la noche, habría intentado propasarse sexualmente. El joven ofreció resistencia, por lo que la penetración no llegó a efectuarse. La justicia, establecido el hecho por la confesión del sospechoso, quiso saber si este había tenido intimidad con otra persona o incluso con un animal, ya fuera mula, caballo o cualquier otra especie.

Representación de la muerte en la hoguera del caballero von Hohenberg y su escudero, condenados por sodomía, frente a las murallas de Zúrich (1482).

Muerte en la hoguera del caballero Von Hohenberg y su escudero, condenados por sodomía, frente a las murallas de Zúrich (1482)

Dominio público

Las preguntas del fiscal se sucedieron mientras Bogia afirmaba o negaba. Como berberisco que era, trató de dejar claro que nada tenía que ver con los árabes. Estos, en su opinión, eran todos sodomitas. Él, por el contrario, pertenecía a un grupo étnico del que no podía decirse exactamente lo mismo porque había de todo. Como es obvio, este tipo de afirmación carece del más mínimo valor sociológico. Solo es una estrategia de defensa del protagonista para no ser identificado con un colectivo al que los cristianos consideran su principal enemigo.

El profesor Escartí también apunta que el inculpado, en un intento poco convincente de exculparse, afirmó que había practicado la sodomía inducido por el diablo. Esta era una línea de argumentación muy frecuente en la época, con la que el reo daba a entender que él no era personalmente responsable de sus actos.

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Perseguir a los disidentes sexuales equivalía a una forma de control social. De ahí que la justicia quisiera saber si Bogia conocía a otros homosexuales valencianos, a los que se hacía referencia con el término despectivo de “bujarrones”. El norteafricano aprovechó la ocasión para denunciar a un sobrino de su propietario. ¿Por qué aceptó convertirse en un delator? Lo más seguro es que intentara, a través de un acto de colaboración, ganarse la benevolencia del tribunal. No le sirvió de nada. La sentencia le condenó a morir ajusticiado. 

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