José Manuel Lucía Megías, asesor de ‘El cautivo’ de Amenábar: “La teoría sobre la homosexualidad de Cervantes viene de los años 80, cuando se usaba como un ataque para buscarle un defecto”

Entrevista

El catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense es autor de la biografía ‘Cervantes íntimo’. Hablamos con él sobre el genio alcalaíno del Siglo de Oro

La historia tras ‘El cautivo’, la película de Alejandro Amenábar sobre los años de presidio de Cervantes en Argel

José Manuel Lucía Megías, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los estudiosos cervantistas más importantes

José Manuel Lucía Megías, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los estudiosos cervantistas más importantes

© Jesús Miguel de la Fuente

Ha sido asesor histórico y filológico de El cautivo, la nueva película de Alejandro Amenábar que se estrena hoy, centrada en los años de cautiverio de Miguel de Cervantes en Argel. José Manuel Lucía Megías (Eivissa, 1967) trasciende en Cervantes íntimo (Plaza & Janés) la imagen heroica y las páginas inmortales del autor del Quijote para acercarse al hombre real: el que vivió entre papeles, mujeres, enemigos y silencios. Ni fracasado ni rígido en su moral sexual. En esta conversación, el catedrático y biógrafo indaga en las zonas oscuras para invitarnos a descubrir otras vidas posibles del genial escritor.

¿Qué misterios sobre Cervantes siguen vivos para un experto como usted?

En mis últimos diez años de investigación he intentado acercarme a Cervantes. Sabemos mucho sobre el personaje que él mismo se fue creando en sus obras. Nos dejó huellas de cómo quería ser visto, no tanto 400 años después, sino cómo quería ser visto por sus contemporáneos, sobre todo por aquellas personas que tenían acceso al poder y podían tomar decisiones sobre su vida.

Se han ido construyendo muchos mitos en torno a Cervantes desde el siglo XVIII, cuando se escribe la primera biografía. Todo ello es un material valiosísimo para acercarnos a su figura, pero a mí me interesa más ese otro personaje que ha quedado en la sombra, el que realmente vivió desde 1547 hasta 1616 y del que nos hemos olvidado un poco.

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Y ahí vienen las sorpresas, porque cuando situamos a Cervantes en su época, en el Siglo de Oro, que es mi línea de trabajo, nos damos cuenta de que realmente muchas de las cosas que pensamos que son grandes verdades y las ponemos en mayúscula, afirmando que eso fue así y no de otra manera, no son más que construcciones en el tiempo de una sociedad que necesita mitos.

¿Qué ganamos entonces cuando sacamos a Cervantes de las estatuas gloriosas y lo metemos en la piel de un hombre?

Lo fundamental es que podemos dialogar con él de tú a tú. Una de las grandes paradojas que tenemos con Cervantes es que todos los que nos dedicamos a él terminamos teniendo una pasión por una literatura sorprendente que todavía nos sigue desafiando 400 años después. Cuando levantamos un pedestal, lo que hacemos es que muchas personas lo consideren algo ajeno, algo distante, que no les pertenece en su cotidianidad.

Imagen de Miguel de Cervantes

Detalle del retrato de Miguel de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui

REDACCIÓN / Otras Fuentes

Sin perder de vista que nos hallamos delante de un grandísimo escritor, rescatar a ese hombre nos puede permitir contemplar su obra desde esa mirada mucho más de compañero, de lector, de una persona que quiere compartir su vida.

¿Es Cervantes el mejor personaje que ha salido de la pluma de Cervantes?

Es uno más. No es el mejor. Seguramente porque no se dedicó a hacerse. Si Cervantes hubiese tenido el empeño de construirse realmente como un personaje completo, no le hubiera salido mal. Él se cree un personaje, y lo que yo defiendo es que cuando vuelve del cautiverio de Argel, e incluso cuando está en Argel en el momento de la epístola a Mateo Vázquez de Leca (1577), secretario de Felipe II, empieza a hablar de él mismo. Es decir, que aparece un yo protagonista, no tanto por una reivindicación del autor o una reivindicación de la literatura, sino de una reivindicación de esa persona que necesita ganar un oficio para poder mantener a su núcleo familiar.

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Los papeles y los despachos en el siglo XVI son tan complejos como hoy en día, es complicado llegar a quien tiene que tomar las decisiones, y si esa persona tiene delante referencias, pues mucho mejor. Pero si esas referencias no pueden ser de un amigo, ni de un familiar o cliente, ¿qué es lo que hace Cervantes? Utiliza lo que tiene en sus manos, que es la literatura, y entonces se convierte en personaje. Defiende lo mismo que defiende su currículum: que ha sido alguien heroico como soldado en los tercios italianos y un ejemplo de honestidad y de lucha en defensa de la cristiandad, cuando ha ayudado a los demás a intentar fugarse de Argel en sus cinco años de cautiverio.

Crea ese personaje para ayudar a esa persona que necesitaba un empujoncito para conseguir un oficio en la corte. Y aunque consiguió el de comisario real de Abastos, le hubiera gustado más ser secretario u obtener un puesto más fijo.

Una de las cosas más fascinantes de su libro es que sale a la luz el tema del deseo y del sexo… ¿En tiempos de censura se vuelve más literario?

Siempre nos encontramos dos niveles en cualquier momento de la historia. Uno es el nivel oficial, del poder, que trata de establecer un único modelo educativo, religioso, pero también sexual y amoroso. Pero existe otro nivel que es el de la cotidianidad, el nivel real de las relaciones educativas, amorosas, sexuales que las personas tienen en su día a día. El poder siempre intentará que no tenga una proyección social, que deba hacerse en la oscuridad.

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Ahí es donde se encuentra la gran dificultad, en indagar ese segundo nivel que seguramente es mucho más habitual de lo que pensamos si solamente nos quedamos con las leyes, los manuales o las penas y castigos que mantienen el orden establecido.

Si abrimos el foco nos encontramos con una cantidad de literatura erótica que 400 años después nos sorprende por su procacidad, que si alguien se atreviera a hacer en nuestro tiempo seguramente sería tachado de pornográfico. Eran textos que corrían de mano en mano en pliegos de cordel o en manuscritos.

¿Fue entonces el Siglo de Oro también dorado en las relaciones íntimas o más bien oscuro?

Fue dorado como en casi todas las épocas. Pero no podemos mirar la sexualidad desde los ojos de la Iglesia católica como institución, porque su idea es que el sexo solo sirve para la procreación y lo que no siga esa línea es pecado nefando y antinatural. Desde el punto de vista de la mirada del poder, el sexo tiene que estar supeditado al matrimonio con la finalidad de procrear y el matrimonio es fundamental porque es un sistema de control de la sociedad. Lo que no es delito o pecado es la vida cotidiana. Y si atendemos a los informes o los formularios de la Inquisición en Aragón, que es la que se dedica a perseguir los pecados de sodomía, da la impresión de que la gente estaba teniendo sexo a todas horas.

¿Qué dice el silencio de Cervantes sobre su vida íntima?

Eso sería si él utilizara la literatura para trazar un reflejo de su propia existencia. Cervantes tiene una relación muy particular con la literatura. Está toda la vida escribiendo. Es un curioso innato, todo le interesa. Y nos damos cuenta de que lo que realmente él quiere dejar de escritura lo realiza en los tres últimos años de su vida. Es lo que quiere dejar para la posteridad, el resto de su obra es lo que yo llamo literatura instrumental, literatura que le puede permitir conseguir algo en su vida particular, en su vida cotidiana y, sobre todo, en su vida profesional.

Cuando escribe, por ejemplo, la epístola a Mateo Vázquez, quiere demostrar que él puede ser un magnífico secretario. Cuando escribe La Galatea en 1585 o las obras de teatro tras su salida de Argel, e incluso la primera parte del Quijote, son obras instrumentales. Es un libro de caballerías que le encarga Francisco de Robles para aprovechar el tirón económico conseguido por el Guzmán de Alfarache, publicado en 1599, que ha tenido un éxito increíble.

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Pensar que Cervantes no quiere contar cosas de sí mismo es una manera muy moderna de entender la literatura del siglo XVI, que no es ese espacio donde uno proyecta sus alegrías o penas.

En su ensayo ni afirma ni niega la supuesta homosexualidad de Cervantes, ¿por qué nos cuesta tanto imaginarla?

Siempre quedó una pregunta en el aire, ¿qué había pasado en Argel? La cuestión de la supuesta homosexualidad viene de los años ochenta; antes no se planteaba ese tema. Pero esta cuestión de la homosexualidad arranca en un momento en el que se querían hacer grandes cambios en los paradigmas de la literatura, en la manera de entender el arte, la cultura y los grandes mitos.

Hay un texto fundacional, la biografía de Cervantes escrita por Fernando Arrabal, que no es un texto biográfico, sino un texto creativo hecho por un autor fascinante y genial que deja correr su imaginación. Entonces esas teorías de la homosexualidad se plantean como un ataque, la manera de buscarle un defecto a esa estatua de bronce subida en un pedestal de mármol que se ha ido construyendo desde el siglo XVIII.

Plano de Argel en el siglo XVI.

Representación de Argel en el siglo XVI

Terceros

Yo sostengo que no puedes ir contra un mito construyendo otro mito, porque al final el de la homosexualidad acaba siendo otro mito. Olvidémonos de los mitos y vayamos a la época, al hombre, un hombre que estuvo en Italia y en Argel, lugares donde la sexualidad era mucho más abierta que en cualquier ciudad de Castilla o Aragón. No solo es la homosexualidad, Cervantes pudo tener una vida bisexual o incluso poliamorosa. Hay que situarle en el contexto sexual de su época.

¿Dónde termina el Cervantes histórico y empieza el literario?

Buscar en los textos literarios elementos biográficos es un error metodológico que hemos cometido durante 400 años. Y así nace el mito de un Cervantes ejemplar, heroico, y también el de un escritor fracasado en su época que, con el paso del tiempo, se convierte en el príncipe de los ingenios, el mejor de los escritores.

Cervantes no es un outsider que no interesa a ningún editor de su época. Es más, muchas de sus obras tuvieron un éxito tremendo de ventas

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José Manuel Lucía MegíasAutor de 'Cervantes íntimo'

Pero no es así. Cervantes estuvo en la vida literaria de su tiempo. Pudo publicar sus obras. Hay que pensar que, desde 1613 a 1616, alumbra sus mejores libros, especialmente el Quijote de 1615, el que le convierte en figura de la literatura moderna. No es un outsider, alguien fuera del sistema que no le interesa a ningún editor. No fue un fracasado, ni sus obras fueron un fracaso. Es más, muchas tuvieron un éxito tremendo de ventas.

¿Pero era tan famoso en su tiempo como lo fueron Lope de Vega o Góngora?

Eso es otra cuestión. Lope es la gran expresión de la voz del poder. Y después Góngora le quita a Lope la corona de la poesía y se convierte en ese autor al que todos quieren imitar. Quevedo también está ahí. Estamos hablando de un momento en el que hay muchísimos grandes escritores.

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Pero Cervantes no es el último de esos cientos de escritores. Sus obras se estrenan en los corrales de comedias. A él no le interesaba el teatro del poder, el teatro de la Gran Vía. El teatro que solo sirviera para entretener es el teatro de Lope de Vega. Él va a jugar en otra liga, y si no consigue llegar a las tablas llegará al éxito a través de la imprenta.

Cervantes tiene una idea muy clara, y además la publica un año antes de morir. La segunda parte del Quijote (1615) le sirve para dejar su testamento, el programa literario al final de su vida. Si Cervantes es el fracasado, entonces es el fracasado que triunfa.

Ha sido asesor de la película El cautivo, de Alejandro Amenábar. Una cinta que se centra en los años del cautiverio de Argel, años cruciales para el escritor.

Sí, es una etapa crucial que le interesaba mucho a Alejandro. Él llega a mí después de la lectura de La juventud de Cervantes (Edaf, 2016), aunque llevaba mucho tiempo trabajando en la película. De pronto le interesa esa imagen de Argel que yo estoy ofreciendo. Entro en la película cuando ya está muy desarrollado todo el proceso.

Una imagen de 'El cautivo'

Julio Peña yAlessandro Borghi en 'El cautivo'

Terceros

Ha sido un trabajo de dos años con ellos realmente maravilloso, primero con Alejandro en el guion y después con la dirección de arte en el último año. Mi trabajo ha sido más filológico que histórico, he podido trabajar con los diálogos, conseguir que lo que se escuche sea lo más natural posible, que no se utilizara ninguna palabra que no pudiera oírse en el Siglo de Oro.

¿Qué tipo de lector imagina para su libro?

No me dirijo a un lector académico que ya sepa sobre Cervantes, sino a ese otro que un momento dado cree que sabe sobre Cervantes y se sorprende al comprender que todo aquello que cree que sabe no es más que una construcción.

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Y también a un lector que no se asuste de leer este tipo de historias porque se lo va a pasar bien. Ya que vamos a hablar de humor, hablemos también de sexo, hablemos con humor y, sobre todo, para que realmente el lector no solo comprenda que hay cosas que a lo mejor tiene que replantearse, sino que además lo haga con una sonrisa y si puede ser con una carcajada.

¿Qué zona oscura de Cervantes aún le queda por investigar?

Lo que a mí me fascina en este momento son todas las mujeres que están alrededor de Cervantes. De la madre y las hermanas a su propia mujer Catalina o su hija Isabel. Ellas tienen su propia historia que contar. Una historia que merece ser contada. Al conocerlas a ellas mejor, también conoceremos la realidad y el ambiente en el que movió Cervantes.

¿Y algún hombre también?

Me interesa muchísimo un personaje masculino que también merece contar su historia. Juan Blanco de Paz, delator de Cervantes en su intento de huida de Argel, que ha quedado como el gran villano en el imaginario y el relato que nos brinda Cervantes. Seguramente es un personaje que valga la pena rescatar, porque los villanos tienen también otra cara y en un momento concreto pueden darnos mucha información sobre Cervantes.

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