La dinastía imperial Han, segunda de la China unificada tras la de Qin, pasó a la historia por su estabilidad y por sentar los cimientos de la cultura y el Estado chinos. Los emperadores Han gobernaron durante unos cuatrocientos años (de 206 a. C. a 220 d. C.) en China, y el propio término han aún define a las gentes del país (hanren) y su lengua principal (hanyu).
Sin embargo, para mantener su poder tuvieron que sostener una lucha constante contra otro núcleo de poder existente en el sur: el reino de Nanyue, con capital en la entonces llamada Panyu (hoy Guangzhou, o Cantón). Alrededor de la por entonces, como ahora, bulliciosa capital comercial, el rey Zhao Tuo creó un estado independiente en 204 a. C., prácticamente al mismo tiempo que los Han se establecían como emperadores.
Poder y muerte
La excavación arqueológica de las tumbas reales de la época, a partir de los años ochenta del siglo pasado, arrojó luz sobre la rivalidad entre unos y otros jerarcas. Además, aportó nuevos conocimientos sobre la cultura funeraria de las élites chinas.
Mausoleo Yanling del emperador Jing y la emperatriz Wang, Xianyang, dinastía Han.
Las tumbas de los reyes, sus parientes y ciertos altos oficiales se han revelado como palacios pensados para la inmortalidad de sus moradores. Estos pasaban a la eternidad protegidos por guardianes de barro y rodeados de lujosos objetos de jade y oro. Los increíbles tesoros encontrados en sus sepulcros, de unos dos mil años de antigüedad, nos hablan en todo momento de los juegos de poder en la antigua China y de la obsesión de la realeza con la vida eterna.
Auténticos palacios reales
Existen decenas de tumbas de señores y parientes de la realeza Han. Las más ricas conocidas pertenecen a los reyes de Chu, en el área de la ciudad de Xuzhou, en el este de China. El reino de Chu era uno de los dominios hereditarios que se concedían a ramas de la familia imperial. La mayoría de sus sepulcros fueron saqueados en algún momento, pero conservan parte de sus riquezas. De ahí que constituyan una fuente muy valiosa de conocimiento para los arqueólogos.
Lo más destacado del área de Xuzhou se encuentra en tres tumbas del siglo II a. C. excavadas en el interior de la roca. En la menos manipulada de ellas por parte de bandidos se halló una serie espectacular de piezas de orfebrería y jade. Llama la atención el traje confeccionado con este último material, así como un féretro también recubierto con placas de esta piedra. En otra tumba apareció un ejército de terracota pintado muy bien conservado, así como otra nutrida colección de jades. Y en otra más, un sello real de plata que permitió identificar a su ocupante.
Ejército de terracota en Yangling
Los ajuares de estas y otras tumbas del área de Xuzhou guardan abundantes elementos en común. Uno de los principales son las figuras de barro, que representan a las personas que habrían acompañado al difunto en su viaje a la eternidad. No solamente se trata de los célebres guerreros de terracota, que aquí los hay de muy diferentes tipos, sino también de figuras referentes a las artes y al entretenimiento, como bailarinas (de una plasticidad asombrosa en el movimiento de los brazos), asistentas de alto rango y hasta concubinas de los reyes. También hay músicos, que tocan instrumentos tradicionales como el se, campanas, flautas y otros de viento.
Bailarinas de la tumba del rey Tuolan de Chu, en Xuzhou, Han occidentales, s. II a. C.
La sociedad Han entendía la vida eterna como una continuación de su paso por la tierra. Por esta razón, al morir, se preocupaban por llevarse todas las comodidades de las que disfrutaron en su vida cotidiana: lámparas y vasijas de bronce, quemadores de incienso, recipientes para vino de arroz, cucharas personalizadas con inscripciones… En una de las tumbas se ha encontrado hasta un elegante escusado de piedra.
Jade contra los demonios
En este universo funerario el jade es el elemento más trascendental, por su omnipresencia, su significado y la calidad de los objetos elaborados con él. Así ocurre tanto en las tumbas de los reyes de Chu como en las de los rivales de Nanyue.
Recipiente de jade para beber, ss. III-II a. C., perteneciente al reino de Nanyue
El jade era, desde tiempos inmemoriales, un material con atribuciones protectoras, y en China se creía que resguardaba de los demonios. Para evitar que el diablo pudiera hacerse con los cuerpos de los fallecidos, el jade se convertía en parte esencial del rito funerario. Así, se acompañaba el cuerpo de amuletos de este material, como una daga para servir al difunto en el más allá o una taza para recoger el rocío de la mañana, que garantizaba la inmortalidad.
Se han hallado numerosos artilugios de jade de uso común, como vasos y vasijas, pero los más notables son los de lujo, un capítulo aparte por su riqueza artística: hay anillos, colgantes en forma de arco elaboradísimos, o con diferentes formas de dragón, y bellísimas empuñaduras de espadas. Son piezas muy bien trabajadas y profusamente decoradas.
La relevancia del jade era tal que, a su muerte, algunos monarcas y nobles eran envueltos en un vestido hecho con pequeñas placas de esta piedra, cosidas con hilos de materiales nobles. El traje les cubría todo el cuerpo, de los pies a la cabeza.
No menos importante
En la tumba de Zhao Mo, segundo monarca del reino de Nanyue, salieron a la luz objetos prácticamente iguales en su diseño a los de las tumbas de la familia imperial, lo que explica su proximidad cultural. Descubierta en 1983, es la más importante de la historia de este reino. No por casualidad, sino por afán de imitación.
Tumba excavada de Zhao Mo
El sepulcro de Zhao Mo se excavó, como los del reino de Chu, en el interior de la roca, consta de varias cámaras (siete en su caso) y sigue prácticamente en todo el modelo de los reyes Han. En este sentido, incluye objetos de bronce, jade y oro: instrumentos de música, colgantes, discos de jade, llamados bi (un símbolo de rango y autoridad moral), vasijas para vino, quemadores de incienso… Aunque presenta algunas particularidades, como ornamentos para la equitación y juegos de mesa.
Los magníficos sellos de oro hallados en su tumba destacan como principal símbolo del estatus del monarca. Dentro de una caja laqueada, colocada sobre el pecho de Zhao Mo, se encontró un sello dorado decorado con la figura de un dragón también de oro. La inscripción del sello revela la soberbia de su poseedor: se consideraba “emperador” del reino de Nanyue. Hasta sus dimensiones son mayores que las de cualquier otro sello de oro del período, incluidos los de la familia imperial.
Sello de Zhao Mo
Ya el abuelo de Zhao Mo, Zhao Tuo, el fundador del reino, se otorgaba a sí mismo el título de emperador de puertas adentro, aunque en el año 179 a. C aceptara formalmente ser vasallo del emperador de la dinastía imperial Han.
Freno a la soberbia
Buena parte de los objetos encontrados en el sepulcro de Zhao Mo los confeccionaron artesanos locales, aunque los estudiosos también han observado algunos otros, en bronce y jade, procedentes del norte. Pese a su parecido con las piezas de las tumbas septentrionales, resulta evidente que, en conjunto, las de Nanyue no alcanzan el nivel de sofisticación de las riquezas Han. De hecho, el tiempo puso a Nanyue en el lugar que China le tenía reservado.
Traje funerario de jade de Zhao Mo
La osadía del reino rebelde llegó a su fin poco después de la muerte de Zhao Mo. Las diferencias internas entre las facciones favorables y contrarias a la corte Han derivaron en un golpe de Estado que inspiró a Wudi, entonces emperador Han, a invadir y someter a Nanyue para siempre. Desde el año 111 a. C. quedó bajo soberanía china.
Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 534 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a [email protected].

