El peligroso paralelismo entre Hitler-Stalin con Polonia y Trump-Putin con Ucrania

Historia de una infamia

Del Pacto Ribbentrop-Mólotov a las negociaciones entre EE. UU. y Rusia: Europa frente al riesgo de un nuevo reparto imperial

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Adolf Hitler y Josif Stalin

Otras Fuentes

En septiembre de 1939, el mundo asistió atónito a uno de los pactos más infames de la historia: el acuerdo entre Adolf Hitler y Iósif Stalin para repartirse Polonia. El Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, no solo selló el destino de Polonia, sino que también marcó el preludio de la II Guerra Mundial y el inicio de una de las mayores tragedias de la humanidad: el exterminio sistemático de los judíos europeos.

Aquel acuerdo, basado en el cinismo y la ambición imperial, dividió Europa en esferas de influencia y dejó a las naciones más pequeñas, y a millones de personas inocentes, a merced de las grandes potencias. Hoy, casi un siglo después, Europa se enfrenta a una situación inquietantemente similar: las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia para poner fin a la guerra en Ucrania, excluyendo a la Unión Europea, evocan los fantasmas de 1939. ¿Estamos repitiendo los errores del pasado?

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El Pacto Ribbentrop-Mólotov, firmado el 23 de agosto de 1939, fue un acuerdo de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. Sin embargo, su protocolo secreto escondía un plan macabro: el reparto de Polonia y la delimitación de esferas de influencia en Europa del Este. Para Hitler, el pacto era una forma de asegurarse la retaguardia mientras invadía Polonia. Para Stalin, era una oportunidad para expandir el poder soviético hacia el oeste. 

El resultado fue catastrófico: el 1 de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia desde el oeste, y el 17 de septiembre, la Unión Soviética hizo lo propio desde el este. Polonia, abandonada por sus aliados occidentales, fue borrada del mapa. Este pacto no solo demostró la disposición de las potencias totalitarias a sacrificar a las naciones más pequeñas en aras de sus intereses, sino que también reveló la fragilidad del orden internacional.

Su protocolo secreto escondía un plan macabro: el reparto de Polonia y la delimitación de esferas de influencia en Europa del Este

El contexto histórico de aquel momento es crucial para entender la magnitud de la traición. Polonia, renacida como estado independiente en 1918 tras más de un siglo de particiones, se encontraba en una posición precaria entre dos gigantes: la Alemania nazi y la Unión Soviética. Aunque había firmado alianzas con Francia y el Reino Unido, estas potencias occidentales no acudieron en su ayuda cuando fue invadida. 

Por su parte, Stalin, desconfiando de las intenciones de las democracias occidentales, optó por un pacto temporal con Hitler para ganar tiempo y espacio. La URSS, que había sido excluida de los acuerdos de Múnich en 1938, veía en el pacto con Alemania una forma de proteger sus fronteras y expandir su influencia. Sin embargo, esta alianza entre dos regímenes ideológicamente opuestos fue una de las mayores traiciones de la historia, y sus consecuencias se extendieron mucho más allá de Polonia.

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Para la comunidad judía de Polonia, el pacto y la posterior invasión marcaron el inicio de una pesadilla. Polonia albergaba una de las mayores poblaciones judías del mundo, con más de tres millones de personas que habían encontrado en el país un refugio relativo tras siglos de persecuciones en Europa. Sin embargo, la invasión nazi en 1939 desencadenó una ola de violencia sin precedentes. 

Los judíos polacos, confinados en guetos y sometidos a brutales políticas de segregación, se convirtieron en las primeras víctimas del Holocausto. La Solución Final, el plan nazi para el exterminio sistemático de los judíos, comenzó a tomar forma en los territorios ocupados de Polonia, con la construcción de campos de concentración como Auschwitz, Treblinka y Sobibor. Para los judíos, el Pacto Ribbentrop-Mólotov no fue solo una traición geopolítica, sino el preludio de una tragedia humana de proporciones inimaginables.

Hitler saluda a las tropas alemanas que se dirigen a Polonia.

Hitler saluda a las tropas alemanas que se dirigen a Polonia.

Bundesarchiv, Bild 183-S55480 / CC-BY-SA 3.0

Winston Churchill, entonces Primer Lord del Almirantazgo y uno de los pocos líderes occidentales que se opuso firmemente al apaciguamiento de Hitler, denunció el pacto entre nazis y soviéticos como un acto de cinismo sin precedentes. 

Churchill, que más tarde se convertiría en primer ministro del Reino Unido, había advertido repetidamente sobre el peligro de Hitler y la necesidad de una alianza firme con la URSS para contener a Alemania. Sin embargo, las democracias occidentales, aún traumatizadas por la Primera Guerra Mundial, optaron por una política de apaciguamiento que resultó desastrosa. 

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Churchill, en sus memorias, describió el pacto como “una alianza entre el diablo y el infierno”, y predijo correctamente que no traería más que destrucción. Su oposición a cualquier acuerdo que sacrificara a las naciones más pequeñas en aras de la conveniencia de las grandes potencias sigue siendo una lección relevante hoy.

La sombra de 1938

Hoy, Europa se enfrenta a una situación que recuerda peligrosamente al Pacto Ribbentrop-Mólotov. Las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia para poner fin a la guerra en Ucrania, excluyendo a la Unión Europea, sugieren un intento de reeditar aquel reparto de esferas de influencia. Donald Trump, con su desprecio hacia la UE, y Vladímir Putin, con su obsesión por restaurar el poder ruso, podrían estar trazando un nuevo mapa geopolítico a espaldas de Europa. Como en 1939, las naciones más pequeñas son las que pagan el precio. 

Ucrania, al igual que Polonia en su día, se encuentra atrapada entre dos gigantes. Las posibles concesiones territoriales a Rusia, similares a las que Hitler y Stalin impusieron a Polonia, no solo serían una traición a los valores democráticos, sino también una amenaza para la seguridad europea. Si Ucrania cae, ¿quién será el siguiente? Polonia, las repúblicas bálticas, Finlandia... La sombra de 1938, cuando las potencias occidentales intentaron “apaciguar” a Hitler con concesiones territoriales, planea de nuevo sobre Europa.

La historia nos enseña que los acuerdos entre potencias a expensas de las naciones más pequeñas rara vez traen paz duradera. El Pacto Ribbentrop-Mólotov no evitó la Segunda Guerra Mundial, sino que la aceleró. Del mismo modo, un acuerdo entre EE. UU. y Rusia que ignore a Europa no solo debilitaría la posición geopolítica de la UE, sino que también podría desencadenar una nueva era de inestabilidad. 

Europa no puede permitirse ser un mero espectador en esta partida. La defensa del modelo europeo no es solo una cuestión de principios, sino también de supervivencia. Frente a las amenazas externas e internas, Europa debe reafirmar su autonomía estratégica, incrementar su gasto en defensa y fortalecer su cohesión interna.

La historia nos enseña que los acuerdos entre potencias a expensas de las naciones más pequeñas rara vez traen paz duradera

En 1938, las potencias occidentales intentaron “apaciguar” a Hitler en Múnich, concediéndole los Sudetes a cambio de una paz ilusoria. Hoy, las negociaciones entre EE.UU. y Rusia en Arabia Saudí podrían repetir aquel error. Como bien señaló el intelectual británico Timothy Garton Ash, “es el regreso a Múnich, el Múnich de 1938”. 

Europa no puede permitirse otro Múnich. La lección de 1939 es clara: cuando las potencias deciden el destino de Europa a sus espaldas, el resultado suele ser catastrófico. Es hora de que Europa despierte y defienda su lugar en el mundo. El futuro del continente depende de ello.

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