El SIFNE, los espías franquistas que no querían mancharse las manos de sangre

Guerra Civil

Tras el golpe del 17 de julio de 1936, los servicios de información de los dos bandos de la guerra civil española tuvieron que reconstruirse. El SIFNE fue la iniciativa más exitosa

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Un batallón de infantería del cuerpo de Ejército de Urgel del Ejército Nacional en la Guerra Civil

EFE

Durante los meses siguientes a las elecciones de febrero de 1936 que dieron el triunfo al Frente Popular, un importante número de personalidades contrarias a la República se fue instalando en la zona suroeste de Francia en busca de seguridad.

Allí, un grupo de carlistas exiliados estableció el germen de una red de información dirigida por Rafael Olazábal, dependiente de la Junta de Guerra Carlista de Pamplona. Su central estaba ubicada en San Juan de Luz, en la villa Nacho Enea, propiedad de Antonio de Angulo Sánchez de Movellán, marqués de Cavides.

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Contando con ese punto de partida, Francisco Moreno Zulueta, conde de los Andes, contactó con el antiguo embajador en París, José María Quiñones de León, y con miembros de la Lliga Catalana con la intención de ampliar la todavía exigua red.

Con la autorización del general Emilio Mola Vidal, el apoyo económico de Francesc Cambó y Juan March y el intelectual de Eugeni d’Ors y Joan Esterlich, entre otros, el 20 de agosto de 1936 tuvo lugar en la villa La Ferme (Bayona) la que podríamos calificar como reunión fundacional del Servicio de Información de la Frontera Nordeste de España (SIFNE).

Sin sabotajes ni violencia

Al frente del nuevo organismo se situó José Bertrán y Musitu, un abogado barcelonés, estrecho colaborador de Cambó, que había sido uno de los fundadores de la Lliga Regionalista. Había llegado a ocupar el cargo de ministro de Gracia y Justicia en 1922, aunque por poco tiempo, dadas sus discrepancias con José Sánchez Guerra, su jefe de gobierno.

Religioso y monárquico, Bertrán y Musitu era un buen organizador, dotado de una clara inteligencia y con una amplia red de contactos que supo aprovechar muy bien. Aunque carecía de experiencia en labores de información, era un buen analista, y su pasado como jefe del somatén de Barcelona le sirvió de mucho.

El abogado José Bertrán y Musitu, jefe del SIFNE

El abogado José Bertrán y Musitu, jefe del SIFNE

Dominio público

El SIFNE nació como un servicio de información puro, ajeno a sabotajes y violencias. Así lo explicó su propio director al acabar la guerra: “Los sabotajes, los crímenes, el incendio son opuestos a los menesteres propios de un servicio secreto de información, y si no lo fueran, el SIFNE no los habría realizado, porque su función de orden privado excluía toda actividad que pudiera comprometer al mando en el orden internacional, porque no es lo mismo ejecutar un acto de esta naturaleza que mandarlo, y yo confieso que habría sentido, para ordenar su ejecución, repugnancia moral y hasta física”.

Colocado bajo el control de la Junta Técnica del Estado con sede en Burgos, su labor principal era la de recabar datos que sirvieran a la causa de los sublevados. En especial, los referidos al tráfico de armas hacia la zona republicana. Para ello, se estableció un amplio y eficiente sistema de escuchas y control en los principales puertos franceses, carreteras y vías ferroviarias.

Prensa y propaganda

No tardó en ampliar sus cometidos con la infiltración de agentes en zona enemiga –tenía prohibido hacerlo en la España nacional–, el interrogatorio de evadidos y el contacto con las redes de la quinta columna establecidas en Catalunya a través de Andorra (en especial, el llamado Círculo Azul y el grupo TODOS).

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Fotografías procedentes del expediente personal del coronel de EM y jefe del SIPM, José Ungría Jiménez.

Otra de sus funciones era la contrainformación y el proselitismo, tanto en Francia como en la España republicana, llegando, según recientes estudios, a contactar con ciertos miembros de Estat Català que habían abandonado Esquerra Republicana de Catalunya, con vistas a negociar la situación de Catalunya tras la guerra.

Del mismo modo, se habrían infiltrado en las fuerzas de la Generalitat durante las semanas previas a los hechos de mayo de 1937, a fin de favorecer la destrucción de las organizaciones anarquistas.

Barricadas en Barcelona durante los ‘Fets de maig’, los hechos de mayo de 1937.

Barricadas en Barcelona durante los ‘Fets de maig’, los hechos de mayo de 1937

Terceros

Junto a las funciones que correspondían a un servicio de información, la central del SIFNE funcionó también como la representación oficiosa de la España nacional en Francia, y mantuvo un servicio que leía toda la prensa republicana que llegaba, con el propósito de sacar información entre líneas. De ello se encargaba Fernando Canthal Girón.

En este sentido, se creó un riguroso fichero que se amplió con un servicio de información de radio dirigido por Manuel Corcho. Además, en Nacho Enea operaba una agencia que realizaba labores de prensa y propaganda, dirigida por Íñigo Bergoville, alguna de cuyas noticias eran difundidas desde San Sebastián por Radio Verdad.

En su momento álgido, la organización generó un amplio dosier diario que llegaba a las autoridades nacionales por diversas vías. Desde la entrega en mano hasta la valija diplomática, sin olvidar medios tan simples como el telégrafo, más un resumen semanal para la 2.ª Sección del Cuartel General del Generalísimo. La mayoría de sus informes no contaban con cifrados complejos, y a veces se distribuían sin clave alguna, ya que prevalecía la rapidez sobre el secreto, a excepción de los que se consideraban muy importantes.

Tentáculos internacionales

La concienzuda labor del SIFNE fue muy pronto valorada por las autoridades franquistas, pero el hecho de que gran parte de sus integrantes fueran de origen catalán y provinieran de la Lliga despertó más de una suspicacia, en especial, por parte del general Severiano Martínez Anido, nombrado ministro de Orden Público. Sin embargo, no interfirieron demasiado en su labor, dados sus buenos resultados.

José Calvo Sotelo (izqda.), con Severiano Martínez Anido y Miguel Primo de Rivera en una imagen de 1925

De izquierda a derecha, José Calvo Sotelo, Severiano Martínez Anido y Miguel Primo de Rivera en una imagen de 1925

Dominio público

Si bien su ámbito de actuación se centraba en Francia, Catalunya y Aragón, no tardaron en establecer redes que llegaron hasta Bélgica, Italia, Argelia o Gran Bretaña. Para ello, sus responsables contaron con la colaboración de los servicios de inteligencia militares de Alemania (Abwehr) e Italia (SIM), así como de la simpatía de numerosos miembros del grupo monárquico de extrema derecha Action Française, e incluso de la organización secreta La Cagoule, que colocó a varios de sus agentes en el SIFNE.

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Sin embargo, el perfil de los miembros de la organización, al menos en sus inicios, distaba del de estos últimos, pues solía tratarse de personal con un notable nivel cultural, bien relacionado y con medios, que actuaba de forma independiente, aunque coordinado por la oficina central. Su estructura era radial. Cada agente solo conocía a su jefe inmediato, y este convergía con los demás en la oficina central. Se identificaba con una letra (inicial de la ciudad en que residía) y un número.

La rotación fue constante, tanto por renuncias (se arriesgaba mucho y se ganaba muy poco) como por despidos. Su número llegó a ser tan alto que generó problemas financieros, máxime cuando las ayudas privadas fueron disminuyendo con el tiempo. Entre los agentes más conocidos se hallaban el novelista Josep Pla, el periodista Carlos Sentís o el exministro Felipe Rodés y Baldrich.

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El periodista Carlos Sentís en la ciudad alemana de Nuremberg para asistir como reportero a los juicios contra los jerarcas nazis

Otras Fuentes

La centralización fue su final

La labor del SIFNE no pasó desapercibida para la policía francesa. Su presión propició el traslado de la sede principal al Grand Hôtel de Biarritz, y de allí a una amplia residencia conocida como La Grande Frégate, también en Biarritz, que el 3 de julio de 1937 fue registrada por la Gendarmería Nacional francesa a raíz de una denuncia del periódico comunista L’Humanité.

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El Hotel du Palais de Biarritz, Francia

Getty

Poco después, el 30 de julio de ese año, se decretó la expulsión del territorio francés del conde de los Andes, de Bertrán y Musitu y de su hijo Felipe, así como de otros destacados miembros del SIFNE. Sin embargo, no por ello la organización fue desmantelada. Desde entonces, la sede central se ubicó en Irún, mientras que las secciones se dispersaron por distintas poblaciones del País Vasco francés, desde donde siguieron maniobrando con una notable efectividad.

Sin embargo, el SIFNE no pudo superar el proceso de centralización que se estaba llevando a cabo en la España nacional, con el fin de que el Ejército controlara todos los servicios de información. Si bien pudo zafarse del intento de interferencia del SIM nacional (Servicio de Información Militar), su transformación, el 30 de noviembre de 1937, en el SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) dio al traste de forma amistosa con el SIFNE.

Dirigido por el coronel José Ungría Jiménez, el nuevo servicio nació no solo con la intención de establecer una funcionalidad completa y precisa, sino con la de absorber los demás servicios existentes. Ungría supo actuar con tacto, aprovechando las dificultades económicas del SIFNE, tendiéndole la mano e integrando en sus redes a los elementos de este último que se consideraran válidos, entre ellos, al propio Bertrán y Musitu.

El coronel José Ungría Giménez, que fue jefe del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), en una imagen de 1939.

El coronel José Ungría Giménez

EFE

El párrafo de la carta recibida por este último, el 2 de marzo de 1938, así lo señalaba: “El SIFNE va a integrarse ahora en un organismo más amplio. Y en este momento, el Gobierno quiere que oficialmente quede bien claramente expresada la gratitud de España a los beneméritos y altruistas creadores de aquel servicio y bien presente el deseo de que sigan prestando su colaboración inteligentísima y entusiasta a la Causa Nacional”.

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