Con un peso cercano a la media tonelada y diseñado para resistir las infernales condiciones de presión y temperatura de Venus, es muy probable que un fragmento del satélite Kosmos 482 sobreviva a la fricción atmosférica y llegue al suelo casi intacto, posiblemente a más de 250 kilómetros por hora (en órbita se mueve a 28.000 km/h).
La historia de este artefacto soviético se remonta a la primavera de 1972, en plena carrera espacial. Mientras Estados Unidos acumulaba alunizajes, la URSS, oficialmente al margen de esa competencia, enfocaba sus esfuerzos en misiones robóticas a otros planetas, con Venus como objetivo principal.
Sin embargo, lograr un aterrizaje exitoso en Venus demostró ser un desafío formidable. Desde 1961, seis naves habían fracasado en el intento, no por falta de precisión, sino porque las extremas condiciones venusianas aplastaban y “freían” las cápsulas durante su descenso en paracaídas, mucho antes de tocar la superficie.

Reproducción del módulo de aterrizaje del satélite Venera 7 en el Museo de Cosmonáutica Sergei Pavlovich Korolyov
El hito lo marcó la Venera 7 en diciembre de 1970, al impactar la superficie a casi 100 km/h con su paracaídas hecho jirones. A pesar de ello, logró transmitir información durante 23 valiosos minutos antes de sucumbir al calor extremo: 475 ºC y más de 90 atmósferas de presión.
La siguiente oportunidad para explorar Venus se presentó en la primavera de 1972, cuando la Unión Soviética preparó dos naves gemelas, aún más robustas, con cápsulas diseñadas para resistir 100 atmósferas y 500 ºC. Venera 8 despegó sin problemas, alcanzando su destino en verano y confirmando que Venus distaba mucho de ser un paraíso tropical.
Apenas cinco días después, se lanzó su gemela, pero el motor que debía impulsarla hacia Venus se apagó tras solo dos minutos de ignición, la mitad de lo previsto. Como resultado, la nave, con su pesada cápsula de aterrizaje, quedó atrapada en una órbita terrestre muy elíptica. Reacias a admitir el fracaso, las autoridades soviéticas la rebautizaron discretamente como Kosmos 482 y la relegaron al olvido, aunque los servicios de seguimiento continuaron monitorizando su trayectoria.

Científicos trabajando en 1972 en el satélite soviético Venera 8, gemelo del Kosmos 482
Meses después, el radar detectó la separación de un fragmento, que se identificó como la masiva cápsula de descenso. Debieron ceder los flejes metálicos que la sujetaban, por otra parte diseñados para abrirse sin mucha resistencia antes de la llegada a Venus.
Con el tiempo, el leve rozamiento atmosférico fue reduciendo la altura de vuelo de ambos objetos. En mayo de 1981, el cuerpo principal de la nave se desintegró en la reentrada, mientras que la cápsula, con su forma esférica (que ofrece menos superficie a la fricción del aire), ha permanecido en órbita hasta hoy.
Protegida por gruesas paredes de acero y titanio, y concebida para resistir la inmersión en la densa atmósfera venusiana, es casi seguro que la cápsula del Kosmos 482 soportará bien la reentrada en la atmósfera terrestre, mucho menos agresiva. Aunque su paracaídas no funcionará tras medio siglo en el espacio, algunas imágenes telescópicas de la cápsula sugieren una forma alargada, lo que podría indicar un despliegue parcial del mismo. En todo caso, no puede contarse con él para frenar la caída.
¿Dónde irá a parar? Imposible predecirlo con exactitud hasta pocas horas antes de la reentrada. Su órbita, inclinada 52 grados, implica que podría impactar en cualquier punto entre los paralelos 52º Norte y Sur: Europa Central, Asia, África, Australia y casi toda América. O, lo más seguro, en el océano, que cubre la mayor parte del planeta.

Skylab
El riesgo para la población es bajo, dada la escasa probabilidad de que caiga en zonas habitadas. Incidentes pasados, como la caída de las estaciones Skylab o Salyut 7, resultaron en la dispersión de restos en áreas rurales sin causar víctimas, aunque sí generaron preocupación y daños menores.
Cuando el objeto que cae aún es controlable, se le suele dirigir hacia el Punto Nemo, en medio del océano Pacífico. Pero esta vez no es el caso. Sin embargo, quienes se encuentren en la trayectoria de reentrada podrán disfrutar de un espectáculo visual único: un meteoro con una brillante estela incandescente que podría extenderse a lo largo de varios kilómetros.