Desde su fundación en 1948, el Estado judío se había marcado la persecución de los criminales de guerra nazis como una de sus prioridades. Cuando tres años después Isser Harel fue nombrado director del Mosad, el nuevo servicio de espionaje israelí, se dispuso a reunir todo el material disponible sobre los fugitivos nazis.
Dos nombres encabezaban la lista de la antigua Haganá, el ejército clandestino judío creado en 1920 para protegerse de la población árabe: Adolf Eichmann, que organizó la deportación de los judíos de la Europa ocupada, y Josef Mengele, el sádico médico de Auschwitz, ambos símbolos de la barbarie nazi. Los espías del Mosad viajaron por todo el mundo siguiendo algunas pistas sin éxito.
El primero había rehecho su vida en Argentina, adonde llegó en 1950. Dos años después, su mujer, Veronika, y sus tres hijos siguieron sus pasos desde Alemania para encontrarse con el “tío Riccardo Klement”, identidad con la que Eichmann se había puesto en contacto con su familia.
Fue precisamente el hijo mayor de Adolf, Nicolas, quien delató involuntariamente a su padre, tras confesar a una vecina el papel que su padre “desaparecido” había desempeñado en las SS, sin saber que aquella era judía. La joven escribió al fiscal del estado alemán de Hesse, Fritz Bauer, quien puso en marcha la maquinaria. Hasta Isser Harel llegó la confidencia de Bauer.
Descartado demasiado pronto
Localizaron la dirección de Nicolas Eichmann en el número 4261 de la calle Chacabuco, donde encontraron dos nombres en un contador eléctrico. Uno era Clement, con c. También descubrieron que la casa estaba registrada a nombre de un tal Francesco Schmidt, ciudadano austríaco.
Ephraim Irani, el agente del Mosad en Argentina, recibió la orden de investigar a Schmidt, en la sospecha de que se tratase de Eichmann. Sus conclusiones fueron negativas: no le pareció que encajara con la descripción de Eichmann contenida en su expediente y tampoco le resultaba creíble que el antiguo nazi viviera en un barrio de clase tan baja. Descartada la pista sin más, Harel retiró a su agente.

Certificado de la foto de la Cruz Roja Internacional de Eichmann, expedida al nombre falso de Ricardo Klement, con la que Eichmann emigró a Argentina
Dos años más tarde, el fiscal Bauer recibió un nuevo soplo sobre Eichmann, esta vez desde Italia: el nombre falso de Eichmann en Argentina era Ricardo Klement. Sin dudarlo un momento envió la información al Mosad, pero pasaron dos meses sin que Harel tomara ninguna decisión.
Bauer no se dio por vencido y viajó a Jerusalén para entrevistarse con Haim Cohen, fiscal general de Israel. La idea de pedir su intermediación dio resultado: en febrero de 1960, un agente del Mosad viajaba a Buenos Aires con pasaporte diplomático para comprobar de una vez por todas la pista argentina.
“El conductor es rojo”
Para evitar sospechas, el agente, Zvi Aharoni, envió a un voluntario local a la casa de la calle Chacabuco. Estaba vacía, pero el apellido Clement seguía en el contador eléctrico. Unos pintores que trabajaban en la casa confirmaron que una familia alemana se había mudado de allí hacía un mes.
Aharoni echó mano del expediente de Eichmann y, al ver que el 4 de marzo era el cumpleaños de su hijo Nicolas, compró un regalo y mandó a un ayudante a la casa de Chacabuco para preguntar por Nicolas Klement. Esta vez los pintores revelaron que un hijo de los Klement seguía trabajando en un garaje cercano. Se trataba de Dieter, hermano de Nicolas, que no solo facilitó al ayudante la nueva dirección, sino que señaló que el apellido no era Klement, sino Eichmann.
La familia se había mudado al número 18 de la calle Garibaldi, en San Fernando, una comunidad obrera de casas precarias en las afueras de Buenos Aires. Aharoni vigiló el domicilio y pudo ver a un hombre que, aun envejecido, se ajustaba a la descripción general de Eichmann.
El agente se apresuró a llegar a la embajada y envió un mensaje cifrado urgente a la sede del Mosad en Tel Aviv: “El conductor es rojo”. Había encontrado a Eichmann. Pero necesitaba una fotografía. El 3 de abril, otro ayudante de Aharoni se acercó al alemán con un maletín que escondía una cámara en la cerradura. Mientras preguntaba a Eichmann si había una casa en venta en la zona, el ayudante sacó las primeras imágenes nítidas del exnazi en quince años.
“Legalizar” el secuestro
Aharoni regresó a Israel con las fotos. Harel, su jefe, informó al primer ministro, el laborista David Ben Gurión, de que Eichmann había sido localizado. El líder del Estado judío, que estaba decidido a secuestrar a Eichmann y llevarlo a Jerusalén para ser juzgado, ni siquiera consideró pedir su extradición a Argentina.
Alemania acababa de recibir un rotundo no a su solicitud de captura de Mengele (que se esfumó para siempre apenas supo del trámite), y lo mismo les había ocurrido en los años cincuenta a Francia y otros países europeos. El gobierno argentino protegía a nazis y colaboracionistas sin ningún pudor.

Fotografía del documento de identidad argentino de Mengele, 1956
Pero un tema preocupaba a Ben Gurión. Según la ley israelí, ¿era posible juzgar legalmente a Eichmann si se le llevaba al país por la fuerza? Harel habló con Haim Cohen, el fiscal general, y le reveló el plan del secuestro, lo que ya de por sí resultaba insólito, puesto que, según recordaría el director del Mosad, “él era el encargado de aplicar las leyes de la nación y yo le estaba diciendo cómo las iba a infringir”.
Cohen avaló la operación: “La naturaleza sin precedentes del crimen hace que el procedimiento legal internacional sea prácticamente imposible”. Salvada la barrera, Ben Gurión ordenó a Harel que preparara el secuestro. Para proteger la operación, el primer ministro se valió de una treta política a la que era muy aficionado. Era lo que los norteamericanos llaman “negabilidad”: la toma de decisiones de modo que sea fácil desmentirlas o al menos controlar los daños. Ben Gurión no informó a sus colegas de gabinete ni a su presidente, y mucho menos a la Kneset, el Parlamento.
Los Vengadores
Harel creó para la Operación Eichmann una unidad especial en el Mosad a la que llamó Nomkin, Vengadores. La bautizó así en honor a la unidad del mismo nombre fundada por algunos miembros de la brigada judía del ejército británico al terminar la Segunda Guerra Mundial.
Los primeros Vengadores persiguieron a criminales de las SS para entregarlos a los aliados. Pero al comprobar que quedaban libres o escapaban aprovechando el caos de la posguerra, decidieron ejecutarlos ellos mismos sin contemplaciones. Sus sucesores no matarían esta vez al objetivo. Ben Gurión lo quería vivo. Y no es que pretendiera exactamente hacer justicia: él mismo reconoció más tarde que no le importaba la sentencia. Quería ofrecer al mundo un juicio histórico, un espectáculo cargado de lecciones morales.
Los agentes seleccionados por Harel eran hombres que sabían cómo trabajar en el extranjero y adaptarse a necesidades especiales. Eligió también a miembros del personal de operaciones que podían planear la misión, además de ejecutarla. La unidad tenía en total trece agentes, que se ofrecieron formalmente como voluntarios y aceptaron la “inexistencia” oficial de la misión. Harel les explicó que iban a realizar una labor de suma importancia: por primera vez los judíos juzgarían a uno de sus verdugos y harían que el planeta escuchara la verdad del Holocausto.
El equipo encargado de ejecutar directamente la operación estaba formado por siete especialistas en operaciones clandestinas. Al frente se colocó a Raphael Eitan, jefe de misiones especiales. Dado el carácter encubierto e ilegal de la operación, el equipo no debía dar ningún paso en falso que abriera un indeseado conflicto con Argentina. Habría planes de viaje, documentos falsificados, casas francas, rutas de huida, tapaderas y decenas de planes alternativos. El equipo contempló todas las contingencias y los peores escenarios.
La captura
El 22 de abril Aharoni regresó a Buenos Aires como hombre de negocios alemán. Formaba parte de una avanzadilla de cuatro agentes encargados del trabajo preliminar. El equipo de captura llegaría una semana después, y finalmente se uniría a ellos el jefe, Harel. Había tanto en juego que el director del Mosad decidió correr un riesgo inusual y dirigir la operación personalmente.
La noche del 29, en una reunión en la casa segura principal, los Vengadores ultimaron el plan. Sabían que Eichmann volvía de su trabajo todas las tardes en el mismo autobús, hacia las 19:45 h, y luego caminaba por la calle Garibaldi hasta su domicilio. Los secuestradores le esperarían en un coche, con otro de apoyo aparcado a varios metros de distancia. Tras capturar al objetivo, ambos coches abandonarían la zona siguiendo una ruta designada con antelación hasta la casa segura.

Isser Harel
El 11 de mayo Harel ordenó la captura. Eichmann no llegó en el autobús previsto, sino en el siguiente, a las 20:05 h. Se apeó y empezó a caminar. Los agentes comprobaron con unos binoculares de visión nocturna que se trataba de él. A unos cincuenta metros de la casa, Peter Zvi Malkin, el encargado de apresar a Eichmann, se aproximó al objetivo y pronunció lo único que sabía chapurrear en español: “Uno momentito, señor”.
Eichmann retrocedió, Malkin se abalanzó sobre él y cayeron en una zanja. Eichmann empezó a dar alaridos. Acudieron otros dos agentes y entre los tres lograron agarrarlo por las piernas, meterlo en el coche y taparlo con una manta antes de salir disparados. Eichmann solo acertó a decir en alemán: “Ya me he resignado a mi suerte”.
Protestas internacionales
Las fechas de la Operación Eichmann no se eligieron al azar. En Buenos Aires iba a celebrarse el 150 aniversario de la Revolución de Mayo, que desencadenó la independencia de Argentina. La delegación israelí volaría a Buenos Aires en un avión especial de El Al que había organizado Harel. Nadie sabía que el avión se iba a utilizar para sacar a Eichmann de Argentina el 21.
Harel daba por hecho que la familia del fugitivo no avisaría a las autoridades para no desvelar su identidad. Estaba en lo cierto. El propio Eichmann, que permaneció la mayor parte de aquellos diez días con una pierna encadenada a una cama, cooperó con los agentes del Mosad hasta el punto de firmar una declaración en la que indicaba que salía voluntariamente de Argentina para ser juzgado en Israel.
El día del traslado, los agentes sedaron a Eichmann y le vistieron con el uniforme de un tripulante de cabina de El Al. Un pasaporte falsificado le daba una nueva identidad como ciudadano israelí. Le metieron en una furgoneta y se dirigieron al aeropuerto. En el control de entrada no sospecharon nada, pues todos sus pasajeros se identificaron como empleados de El Al, y se les permitió el paso.
Dos días después, el 23, el primer ministro Ben Gurión comparecía ante la Knesset para informar de la captura de Eichmann. El anuncio fue recibido con una gran ovación por los parlamentarios israelíes. Pero la operación, a todas luces ilegal, fue muy contestada internacionalmente, y no solo por Argentina, que expresó su más absoluta indignación por la violación de su soberanía. El gobierno israelí tuvo que defenderse, y aseguró que el secuestro había sido obra de voluntarios judíos que actuaron por su cuenta, algo inverosímil que, sin embargo, sería aceptado por la comunidad internacional en aras de la diplomacia.

Ben-Gurión hablando ante el Kneset (parlamento de Israel) en 1957
En Argentina, el presidente, Arturo Frondizi, se vio abrumado por las protestas de la derecha radical y la explosión de una violenta ola antisemita. Las tensas negociaciones que su gobierno entabló con el de Ben Gurión no llegaron a buen puerto y Argentina solicitó en junio una reunión urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que resolvió que Israel debía presentar una disculpa oficial.
Al final, tras muchos tiras y aflojas, ambos países emitieron un comunicado en el que daban por cerrado “el incidente causado por la actuación de ciudadanos israelíes”. Israel no admitiría oficialmente la autoría de sus servicios secretos hasta 2005, cuarenta y cinco años después del secuestro.
Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 480 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a [email protected].