Anna Caballé, escritora y profesora: “Rosa Chacel se negaba a reconocer que las mujeres necesitaran un espacio político distinto porque entendía que eso favorecía lo que conocemos como 'feminismo de la diferencia”

Entrevista

La escritora, profesora y crítica literaria Anna Caballé aborda en ‘Íntima Atlántida’ la compleja biografía de Chacel, verso suelto en la literatura española del siglo XX

La profesora y crítica Anna Caballé acaba de publicar 'Íntima Atlántida', biografía de Rosa Chacel

La profesora y crítica Anna Caballé acaba de publicar 'Íntima Atlántida', biografía de Rosa Chacel

Cedida

Pocas personas en España tienen una trayectoria tan sólida como la de Anna Caballé en el estudio de la historia de las mujeres. Ahí están investigaciones como Concepción Arenal. La caminante y su sombra (Taurus, 2018), con la que obtuvo el Premio Nacional de Historia. Su último libro, Íntima Atlántida (Taurus), visibiliza a Rosa Chacel (1898-1994), una novelista injustamente olvidada que ha empezado a suscitar un creciente interés en los últimos tiempos. No es casual que se trate de una mujer consagrada a la literatura: Caballé se ha dedicado con pasión a estudiar a las mujeres que escriben, lo que le ha permitido acceder a una importantísima vía de autorrepresentación femenina.

Por otro lado, su cultivo de la biografía desmiente los prejuicios del mundo académico contra este género, supuestamente inservible para conocer el pasado por el carácter anecdótico que se le atribuye. Aquí, en cambio, el acercamiento a una personalidad concreta sirve para adentrarnos en un período tan fascinante y conflictivo como el siglo XX español.

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¿Por qué es tan importante la aportación de Rosa Chacel al género autobiográfico?

Rosa Chacel tiene pocos paralelos que estén a su altura. Es autora de una autobiografía (Desde el amanecer); de centenares de cartas (algunas de ellas publicadas, como la correspondencia con Ana María Moix); de unos diarios (titulados genéricamente Alcancía) escritos desde los primeros días del exilio (1940) y hasta pocas semanas antes de morir, en 1994, es decir, a lo largo de cincuenta años. Escribió un ensayo teórico sobre la creación autobiográfica (La confesión) y, por último, es autora de una biografía de su marido (Timoteo Pérez Rubio y las semanas del jardín).

La escritora Rosa Chacel en una instantánea de c. 1928

La escritora Rosa Chacel en una instantánea de c. 1928

Álbum / Archivo ABC

¿Estaba más dotada para el relato corto pero se empeñó en escribir novelas?

Sin duda, su empeño en escribir una novela filosófica o vanguardista, como reclamaba en los años veinte del pasado siglo Ortega y Gasset, sin un argumento que la sostuviera, hace que algunos de sus cuentos, con la misma pretensión formal como punto de partida, logren una perfección que sus novelas más forzadas, como La sinrazón, Acrópolis o Ciencias Naturales, en mi opinión, no consiguen, pues el drama que plantean no acaba ni de formularse ni de resolverse. En cambio, tiene cuentos soberbios, a la altura de Borges: Amanecer en Extremadura, El pastor… son piezas maestras.

¿En qué consistió su vínculo con Ortega y Gasset?

A su vuelta de Roma, en 1927, Chacel entró en contacto con la Revista de Occidente, que como sabemos no era solo una revista, sino también y sobre todo un proyecto cultural que concentraba unas afinidades intelectuales, estéticas y políticas en torno a la figura del maestro, Ortega y Gasset. Ella llegó con su novela, Estación. Ida y vuelta, bajo el brazo, y su intención al escribirla había sido adoptar la filosofía de Ortega. El pensador no fue capaz de apreciar aquel esfuerzo que hizo Chacel, aunque supo valorar su talento y le encargó una biografía para su otro proyecto de Vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX. Sería Teresa, una novela muy lograda, inspirada en la figura de Teresa Mancha, la amante del poeta José de Espronceda.

ORTEGA Y GASSET: Aspen, Colorado. (Estados Unidos), 2-6-49.- Un primer plano de José Ortega y Gasset, de 68 años de edad, que ha asistido al congreso del segundo centenario de Goethe,donde dictará dos conferencias y que por primera vez ha hecho unas declaraciones a la prensa. El señor Ortega y Gasset regresará a Europa en fecha próxima. EFE

Primer plano de José Ortega y Gasset

REDACCIÓN / EFE

En todo caso, es sorprendente que se cite a Benjamín Jarnés, a Francisco Ayala o Antonio Espina como seguidores de la estética orteguiana en sus producciones de los años veinte y treinta y no se incluya a Chacel, la más ambiciosa en su propósito de todos ellos.

¿Cómo es que la escritora no le hizo fácil la vida a las personas de su entorno?

Bueno, dicho así suena muy fuerte, pero lo cierto es que Chacel hace bueno el dictum griego, atribuido a Heráclito de Éfeso, de que “carácter es destino”. La personalidad de Chacel, formada en la intimidad y el aislamiento de ser hija única, muy dotada y acostumbrada por ello a convertirse en el centro y el atractivo de la vida familiar, determinó su forma de relacionarse con el mundo en un futuro. Yo la defino en la biografía como una que hace de las ondulaciones de su propia mente, a veces engañosas, su única realidad. Vivir con una persona así no es fácil.

Rosa Chacel no parecía tener demasiado tacto. Usted menciona una carta que dirigió a Ortega que “debió de sumir en el estupor al maestro”.

Desde luego, porque no creo que fuera lo habitual, y menos tratándose de una joven sin estudios de filosofía, porque Chacel fue siempre y en todo autodidacta. Que sepamos, Ortega no contestó a la airada carta que le escribe Chacel en respuesta al poco entusiasmo con que recibió Estación. Ida y vuelta. Chacel venía a decirle en la carta que o bien no la había leído o no la había leído de verdad. No comprendía que no se entusiasmara con su novela.

Rosa Chacel en 1982

Rosa Chacel en 1982

Propias

Su relación con su esposo, el pintor Timoteo Pérez Rubio, parece por momentos un sinvivir. ¿Se amaron pese a todo?

Sin duda. Creo que su historia pone de manifiesto que no lograron encontrar un encaje a los sentimientos respectivos. Timoteo era un hombre encantador, inseguro y muy enamoradizo. Chacel era todo lo contrario, rígida en sus convicciones y dispuesta a un amor leal y duradero que la protegiera del mundo. Timoteo quería a Rosa, admiraba su fuerza y su talento, al tiempo que buscaba relaciones más confortables para él y para sus necesidades afectivas. Chacel cargó con ello, disimuló el distanciamiento y las infidelidades como pudo y hasta el final, pero con un coste personal altísimo.

Timoteo le fue infiel con Blanca, la propia hermana de la escritora. Tuvo que ser un golpe devastador para ella.

Tuvo un escarceo con Blanca, no sabemos hasta qué punto llegó su relación, pero no me cabe duda de que Blanca se enamoró de Timo. Las dos hermanas tardaron años en volver a verse, y apenas hay una referencia a Blanca en los diarios de Chacel. Se llevaban dieciséis años. Por eso considero a la escritora como hija única, porque cuando nace Blanca, fruto de un acercamiento del matrimonio de los padres, Chacel ya vuela sola. Su carácter ya está formado.

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¿Podemos considerar a la autora como miembro de la generación del 27?

Cuando regresó del exilio, insistió siempre en ubicarse en dicha generación, por considerar que a su edad ella representaba una manera, tal vez la mejor, de entender España y entenderla lejos de la tradición bufa o picaresca, que Chacel abominaba. Aunque sus relaciones con los poetas más conocidos de la generación (Lorca, Alberti, Salinas, Guillén…) fueron tangenciales. Muy intensas serían, sin embargo, con Luis Cernuda o Juan Gil-Albert. Pero dudo que podamos explicar la obra de Chacel por el mecanismo de las generaciones. El suyo es un caso distinto y personalísimo.

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Residencia de Estudiantes

Uno de los sonetos de Rosa Chacel que incluye en su libro, Si ese argonauta muerde tus tobillos, tiene una clara influencia culterana. ¿Compartía entonces la autora el redescubrimiento de Luis de Góngora propio de los autores del 27?

En efecto, yo la considero una escritora barroca, tanto en su poesía como en su prosa, de la cabeza a los pies. Y en este sentido pudo compartir el entusiasmo de los poetas del 27 por Góngora. El tricentenario de la muerte del cordobés vino a representar una celebración fundamentalmente estética, alejada de los patrones nacionales que encarnaban otras figuras como Cervantes, Lope o Calderón. No lo había pensado hasta ahora, pero Góngora y Chacel compartían el orgullo y la susceptibilidad. Dos seres muy parecidos, en cierto modo.

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Su relación con María Zambrano fue de amistad y también de rivalidad. ¿A qué se debía esa ambivalencia?

En la Guerra Civil, todas las simpatías de Chacel estaban con el anarquismo y las ideas libertarias. Eso, una vez instalada en Valencia, huyendo de los ataques aéreos que sufría la capital de España, la enfrentó a la mayoría de colaboradores de la revista Hora de España, comunistas de partido o afines a él. Zambrano se posicionó con los comunistas, y eso las distanció. Tampoco creo que hubiera antes una verdadera amistad entre ellas. Las unía el magisterio ejercido por Ortega y el hecho de considerarse discípulas suyas.

María Zambrano, hacia 1934

María Zambrano, hacia 1934

Propias

¿Cómo es que, por lo que parece, nunca llegó a simpatizar con el feminismo?

Ella se negaba a reconocer que las mujeres necesitaran de un espacio político e ideológico distinto del común a todos los seres humanos. Entendía que eso favorecía lo que después hemos conocido como el “feminismo de la diferencia”, que pone el énfasis en la revalorización del mundo femenino por entenderlo distinto del masculino y con una problemática propia y no menos trascendente (maternidad, crianza, cuidados…). Todo eso Chacel lo desdeñaba, le parecían “asuntos mujeriles”.

Lo que le preocupaba era que el logos femenino pudiera competir en igualdad de condiciones con el masculino, sobreponiéndose a su inferioridad sexual en términos de deseo y poder y a su inferioridad intelectual al haber estado marginado del mundo del conocimiento por espacio de siglos.

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Vivió en el exilio, pero no se sentía una exiliada. ¿Era sincera o jugaba a ponerse una máscara?

En la medida en que salió de España en dirección a París, en marzo de 1937, reconocía que apenas había luchado por la República, y, en consecuencia, su exilio era distinto del que sufrieron aquellos que se mantuvieron en España hasta el final de la contienda, como María Zambrano, por ejemplo, o su propio marido, Timoteo Pérez Rubio. Me parece muy honesto por su parte reconocer que su implicación fue mínima.

Rosa Chacel fue una mujer siempre incómoda con ella misma. Supongo que eso explica la influencia sobre ella de Søren Kierkegaard, un pensador decimonónico que reflexionó tanto sobre la angustia.

Sí, sin duda, y Kierkegaard también era un hombre que se sentía profundamente incómodo con su físico, como le acabaría ocurriendo a Chacel. En todo caso, es un pensador muy afín a ella. La insistencia de Kierkegaard en el valor de la subjetividad y la importancia de la estética, de la forma; su terrible sensibilidad; la preocupación ética, la fusión de literatura y pensamiento… Y, por supuesto, la noción de angustia que Kierkegaard relaciona con el drama de la libertad del ser humano y que es el fundamento del existencialismo.

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 Los escritores Miguel Delibes, Rosa Chacel y Rafael Alberti durante un descanso en los Cursos de Verano de San Lorenzo del Escorial, en 1991

Terceros

Chacel se sentía además muy identificada con la conducta prófuga del danés. Kierkegaard rompe con su novia, Regina Olsen, pero no consigue escapar de ella, queda atrapado en aquel acto. Y también Chacel escapa una y otra vez de Timo, y cuanto más se aleja, más dependiente es de él.

Su libro se ha beneficiado de su entrevista a Carlos Pérez Chacel. ¿Qué le ha aportado el testimonio del hijo de la autora? ¿Cómo fueron sus relaciones con su madre?

Fueron varias entrevistas, y, sobre todo, la primera fue interesantísima. La relación con su madre fue de amor y odio al mismo tiempo. Carlos le reprochaba a su madre los sucesivos internados cuando era niño, hecho que lo convirtió en un ser implorante de afecto y protección. Él pedía a su madre seguridad, pero ella nunca fue capaz de desenvolverse económicamente por sí misma, transmitiéndole un sentido dramático y fatalista de la vida. De mayor, Carlos es consciente de todo ello, y su relación con ella es de acercamiento y rechazo al mismo tiempo.

Chacel sintió una abrumadora sensación de fracaso. ¿Estaba justificada? ¿Tal vez sus expectativas eran un tanto excesivas?

Yo creo que el problema fue la necesidad de reconocimiento que siente desde el principio, precisamente porque de pequeña estaba acostumbrada a recibirlo. Ancla todas sus expectativas en los demás, en lugar de afianzarse en sí misma. Eso, a la larga, resulta muy frustrante, porque ¿dónde está escrito que los otros llegarán a satisfacer nuestras expectativas plenamente?

Háblenos de cuando el nombre de la autora sonó para el premio Cervantes. ¿En qué medida se mezclan cuestiones políticas en este tipo de galardones?

Sonó varias veces y con fuerza. Me atrevo a decir que la publicación de sus diarios en 1982 no le hizo ningún favor. Allí quedan expuestas con mucha crudeza opiniones que no sentaron bien en el mundo literario, digamos que perjudicaron su imagen. El poco entusiasmo demostrado cuando la victoria de Felipe González, afirmando que aquello no iba a durar… En fin, muchas cosas. Por lo demás, entiendo que es un premio que, como cualquier otro, depende de la sinergia de los miembros que lo conforman cada año. A veces se acierta y otras no.

Estatua de Rosa Chacel sentada en un banco de la Plaza del Poniente de Valladolid

Estatua de Rosa Chacel sentada en un banco de la Plaza del Poniente de Valladolid

Rondador / CC BY-SA 4.0

Usted afirma que Rosa Chacel “se mostraba obsesionada con su pasado, con todo aquello a lo que pudo vincularse y no lo hizo”. ¿Hubiera suscrito ese verso estremecedor de Joaquín Sabina que dice “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”?

Pues sí, desde luego. Lo que no sucedió, pero que de algún modo sucedió o pudo suceder, es carne de nostalgia. El imaginario de Chacel había quedado anclado en la España que dejó atrás en 1937, porque los años de su juventud fueron los más felices y poderosos, o empoderados. Después, lo único que le importaba era ser alguien precisamente donde no podía serlo, porque durante el franquismo la obra de los exiliados estaba prohibida, sobre todo hasta mediados de los sesenta, cuando empezó a darse a conocer tímidamente la realidad del exilio gracias a los primeros artículos y libros de Rafael Conte, etc. Y es cuando ya viene Chacel por primera vez a España, en 1962, y se da cuenta de que apenas se la conoce.

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