Menos ego y más paisaje: la fotografía de José Guerrero y lo que nos enseña sobre el espacio y nosotros mismos

Exposición

Hasta el 24 de agosto, Fundación MAPFRE nos invita en su Sala Recoletos en Madrid a viajar por los paisajes poéticos y plenos de ausencias de José Guerrero sin salir de la capital

Tríptico ‘Brechas III’, José Guerrero (2024). Cortesía de la Galería Alarcón Criado

Tríptico ‘Brechas III’, José Guerrero (2024). Cortesía de la Galería Alarcón Criado

© José Guerrero, VEGAP, Madrid, 2025

La historia del paisaje es curiosa. Empezó siendo accesorio, telón de fondo de la tragicomedia humana. Nacían y morían los salvadores, los dioses perseguían ninfas, los reyes ganaban batallas y, al fondo, como quien no quiere la cosa, transcurría el mundo, con sus montañas, ríos y árboles. Naturaleza inmutable, aparentemente ajena a la anécdota, aunque, a veces, los artistas escogían plantas o pájaros determinados para añadir una capa de simbolismo a la escena.

Nuestro mundo, sin nosotros

Con la invención renacentista de la perspectiva, los pintores pudieron representar ese escenario natural cada vez con más verismo y profundidad hasta que, un día, la naturaleza expulsó del lienzo a los dioses, las ninfas, los santos y los monarcas. Empezamos a usar los cuadros como ventanas desde donde contemplar el mundo y descubrimos lo bello que podía ser ese mundo sin nosotros. Nació el género del paisaje. 

‘Castell del Rey, Almería’, José Guerrero (2007). Serie “Andalucía”. Colección Museo Centro de Arte Dos de Mayo

‘Castell del Rey, Almería’, José Guerrero (2007). Serie “Andalucía”. Colección Museo Centro de Arte Dos de Mayo

© José Guerrero, VEGAP, Madrid, 2025

Sin embargo, no tardamos en readjudicarnos el papel protagonista. Los románticos coleccionaban vistas pintorescas, ansiosos por experimentar emociones sublimes. Fue un camino de ida y vuelta: el mundo exterior se fue convirtiendo en excusa para expresar el mundo interior de cada artista. Entretanto, la naturaleza virgen iba desapareciendo, ahogada en hormigón, hendida por raíles y tendidos eléctricos, superada por orgullosos rascacielos.

En esas estábamos cuando se inventó la fotografía. No es sorprendente que la primera instantánea de la historia fuera un paisaje urbano tomado por Joseph Niépce desde una ventana. Aunque, en honor a la verdad, llamarla instantánea es bastante generoso: el tiempo de exposición era demasiado largo para captar el paso fugaz de la mayoría de los transeúntes, y la calle parece vacía, fantasmagórica, sin tráfico ni peatones, salvo una diminuta figura apoyada en una fuente. Como una de esas ciudades vacías, silenciosas, que no conocimos hasta la pandemia de 2020.

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Ese es, exactamente, el mundo que explora para nosotros José Guerrero (Granada, 1979) en esta muestra en la Sala Recoletos de Fundación MAPFRE comisariada por Marta Gili. Un mundo de edificios –el artista estudió arquitectura técnica– y de instantáneas –se formó como fotógrafo en la Escuela de Arte de Granada–. Pero, sobre todo, un mundo de ausencias. En sus fotografías, el ser humano ni está ni se le espera. El único vestigio de su paso por el mundo es arquitectónico y frágil: una piscina vacía, una cabaña de pastor, un letrero publicitario en ruinas...

Con Guerrero, el paisaje –y con él, el mundo– se descompone en sus elementos esenciales: la línea del horizonte, el ocre infinito del campo manchego, el cielo que se abre paso por una brecha angosta y vertical, la penumbra del mármol en su cuna, antes de que lo adultere el cincel, los planos de color de un edificio.

'Caseta y piscina', José Guerrero (2007). Serie “Andalucía”. Cortesía de la Galería Alarcón Criado

'Caseta y piscina', José Guerrero (2007). Serie “Andalucía”. Cortesía de la Galería Alarcón Criado

© José Guerrero, VEGAP, Madrid, 2025

Despojadas de lo accesorio, aisladas de su contexto y del ruido, estas imágenes se vuelven intensamente elocuentes. Podemos contemplarlas durante horas, aisladas o en diálogo con sus compañeras, ya que el fotógrafo granadino trabaja en series temáticas, con ligeras variaciones sobre un mismo tema. Como las olas del mar o las llamas de una hoguera, semejantes entre sí pero siempre distintas, estas series invitan a una meditación hipnótica. No nos cuentan una historia; simplemente, son, y nos permiten, como espectadores, ser con ellas.

Fotógrafo en serie

Guerrero inició su trayectoria gracias a la beca Joven Autor Andaluz, que la Caja San Fernando le concedió en 2005, permitiéndole desarrollar “Efímeros” (2003-2006), la primera de estas series, centrada en la ruina y lo fragmentario, en los restos de presencia humana que dejamos atrás hasta que se funden de nuevo, lentamente, con la naturaleza. En la misma línea, “La Mancha” (2009-2012) explora la huella agrícola entre el azul del cielo y el amarillo de los campos de cultivo.

‘Carrara #04’, José Guerrero (2016). Colecciones Fundación MAPFRE

‘Carrara #04’, José Guerrero (2016). Colecciones Fundación MAPFRE

© José Guerrero, VEGAP, Madrid, 2025

Entre 2017 y 2018, la arquitectura sedujo de nuevo al fotógrafo durante un viaje a México, donde descubrió las coloridas construcciones de Luis Barragán. De ahí surgió la serie “BRG”, con maquetas geométricas que recrean edificios inexistentes, pero posibles, y que nos hacen cuestionarnos los límites de la realidad espacial. ¿Qué es fotografía y qué artificio?

“Carrara” (2016) nos sumerge en la cantera de donde Miguel Ángel extraía los bloques de mármol donde esculpió algunas de sus obras más preciadas. La solidez de la piedra original se opone a la blancura artificial de las estatuas.

“GFK” se adentra en el paisaje imaginario a partir de los errores de codificación que se producen, a veces, al guardar un archivo digital de imagen

Otra cantera, ubicada, en este caso, entre Huelva y Motril, inspiró “Brechas”, una de las series en las que actualmente sigue trabajando. Aquí, la mirada ya no encuentra la paz del horizonte, sino que debe vislumbrar la realidad a través de rendijas verticales. Así son, también, los obstáculos de la vida diaria, esos árboles que nos impiden ver el bosque. La serie continúa con más composiciones verticales, esta vez urbanas, tomadas en la medina de Fez, en Marruecos, que le permiten rastrear los efectos de la luz y estimular la imaginación del espectador.

‘GFK #001’, José Guerrero (2024). Cortesía de la Galería Alarcón Criado

‘GFK #001’, José Guerrero (2024). Cortesía de la Galería Alarcón Criado

© José Guerrero, VEGAP, Madrid, 2025

Su última serie, “GFK”, se adentra en el paisaje imaginario a partir de los errores de codificación que se producen, a veces, al guardar un archivo digital de imagen. Líneas y colores aleatorios a los que nuestra mirada intenta dotar de sentido, convirtiéndolos en fabulosos rascacielos, interferencias que recubren de una pátina onírica la imagen de una playa, un descampado, un bosquecillo.

En un mundo en el que las ventanas ya no determinan lo que vemos, porque un millón de imágenes hierven cada día en las pantallas de nuestros teléfonos, al alcance compulsivo de nuestros dedos; en un mundo superpoblado por seres que se autorretratan, incansables, compitiendo por nuestra atención, las fotografías de José Guerrero son la voz de la ausencia. Nos enseñan, más que a mirar, a contemplar, a pausar el tiempo, a reconsiderar el lugar que ocupamos en el espacio que nos rodea. Menos ego y más paisaje.

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