“Desde el día en que Winston Churchill tomó el cargo de primer ministro hasta Pearl Harbor –escribe Max Hastings–, su principal objetivo político se centró en arrastrar a Estados Unidos a la guerra”. Gran Bretaña se había quedado sola ante Hitler tras el demoledor desastre de Francia. Sin el apoyo de Estados Unidos, solo era cuestión de tiempo que sucumbiera.
La Coordinadora Británica de Seguridad
La caída de Francia había trastocado también los planes estratégicos estadounidenses. El presidente Franklin Delano Roosevelt multiplicó sus iniciativas para que el Congreso le permitiera ayudar a los británicos. Pero el aislacionismo era y es una idea fuertemente asentada en la política exterior de Estados Unidos y en su opinión pública.
Los británicos sabían que Roosevelt no podía llevar a su país a la guerra sin el aval del Congreso, y para ello debía convencer a la prensa y a sus conciudadanos de lo acertado de la decisión. No se trataba de interferir en la política del país, lo que podía crear un efecto contraproducente, sino de utilizar los medios de comunicación y la propaganda para remodelar la opinión pública.
Churchill autorizó al MI6, la inteligencia exterior británica, para crear en Nueva York una rama que investigara las actividades nazis en el continente americano, previniera el sabotaje a la navegación británica y, sobre todo, influyese en los estadounidenses a favor de Gran Bretaña.
Al frente de esta operación figuraba William Stephenson, un antiguo piloto canadiense de la Gran Guerra y hombre de negocios al que los estadounidenses conocían como “Bill el Intrépido”. Hay quien ve en Stephenson una de las fuentes de inspiración de James Bond (Ian Fleming, entonces en la Inteligencia Naval, le conoció). Stephenson era el tipo de “enviado especial” que necesitan los países en guerra, un hombre de mundo con muchos contactos. A partir de 1936, “Bill”, que disponía de su propia red de inteligencia, proporcionó a Churchill información sobre el rearme alemán. Cuando la guerra estalló, simplemente pasó del sector privado al servicio de Su Majestad.

El canadiense William Stephenson en los años treinta, antes de dirigir la organización British Security Coordination (BSC) en Nueva York
Stephenson viajó a Washington en abril de 1940, un mes antes de que comenzara el ataque alemán en el Oeste, para entrevistarse en secreto con Roosevelt y el director del FBI, John Edgar Hoover, con quien establecería una fructífera relación. Tras la derrota de Francia en junio, Churchill dio carta blanca a Stephenson para desarrollar actividades en Estados Unidos.
Con el nombre de Coordinadora Británica de Seguridad (BSC), la organización se instaló en las plantas 36 y 37 del rascacielos RCA del Rockefeller Center. En su momento de mayor auge, Stephenson, que figuraba como “oficial de control de pasaportes”, controlaba una organización de más de mil personas solo en su cuartel general y de quizá otras dos mil en todo el continente.
Se acordó que las actividades conjuntas de la BSC y el FBI se mantendrían en secreto, incluso para el Departamento de Estado. Los británicos entregaron a Washington toda la información (no demasiado abundante) sobre las investigaciones atómicas de los alemanes. Sin embargo, Stephenson se guardó mucho de que conocieran toda su agenda. Los británicos tampoco reveleron hasta 1942 que gracias a Ultra conseguían leer las comunicaciones estadounidenses.
Convencer a toda una nación
Los historiadores del espionaje consideran a la BSC “una enorme agencia secreta de manipulación de noticias y propaganda negra a nivel nacional”. Hoy la llamaríamos guerra híbrida. Se difundieron artículos probritánicos y antialemanes en periódicos y radios estadounidenses. La BSC inició una campaña de acoso y desprestigio contra las organizaciones pronazis o aislacionistas.
La prensa es uno de los canales clásicos de la propaganda. Desde sus oficinas, la BSC influía en periódicos como el Herald Tribune o el New York Post. Numerosos periodistas, como el célebre columnista de sociedad Walter Winchell (amigo íntimo de Hoover), trabajaban para los británicos. La BSC disponía de su propia agencia de prensa, la Overseas News Agency (ONA), que proporcionaba noticias a los medios estadounidenses “fabricadas” por los británicos.

El columnista Walter Winchell
La World Radio University Listeners (WRUL), una emisora independiente, se convirtió sin saberlo en el principal órgano de difusión de Stephenson, al transmitir noticias de la ONA que se suponían neutrales. Los oyentes de la WRUL se conmunicaban con la emisora, lo que permitió monitorear las reacciones a las noticias.
Cuando Stephenson amplió su campo de acción a Latinoamérica, la BSC adquirió secretamente la agencia norteamericana Transoceanic Press, especializada en noticias en español.
No se puede negar que la BSC le echó imaginación al asunto. Un astrólogo austrohúngaro llamado Louis de Wohl, en nómina del MI6, declaró ante la prensa estadounidense que la carta astral de Hitler anunciaba numerosos desastres. Se imprimió un perverso “pasatiempo para los amantes de la democracia”, llamado Vik, que detallaba hasta 500 formas de acosar a los simpatizantes de la causa nazi, desde llamadas a sus domicilios a altas horas de la noche, desinflar las ruedas del coche, introducir ratas muertas en los depósitos de agua, etc.
Pero no todo eran juegos. El abogado y hombre de negocios alemán Gerhard Alois Westrick fue el blanco de la acción de la BSC. Westrick viajó a Nueva York, comisionado por el ministro de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop, para tratar con los grandes hombres de la industria americanos en Nueva York. Stephenson desencadenó una feroz campaña de prensa contra él. La revista Time le dedicó un artículo llamándolo “el tentador alemán”. Cuando el New York Herald divulgó su domicilio, la policía tuvo que darle protección.

La BSC operaba desde los pisos 35 y 36 del Edificio Internacional, Rockefeller Center, Nueva York durante la Segunda Guerra Mundial
Westrick abandonó el país sin conseguir nada. Las relaciones con él, aireadas por el Herald, también provocaron la dimisión del presidente de la Texaco Oil, que había proporcionado a Hitler petróleo venezolano.
Incluso el propio Roosevelt acabó intoxicado por la propaganda negra de la BSC. La Segunda Guerra Mundial fue la primera contienda en la que los sondeos se tomaron en cuenta para las directivas políticas. En septiembre de 1941, estos mostraban una opinión pública refractaria a entrar en la guerra. Al mes siguiente, como caído del cielo, los estadounidenses tuvieron acceso a un mapa alemán de Sudamérica dividida en cinco Gaus (provincias), entre las cuales figuraba Neuspanien, que abarcaba Panamá y su estratégico canal. Al parecer, el mapa había sido robado de la valija de un enviado alemán en Buenos Aires. El 27 de octubre, Roosevelt lo mencionó en un discurso a la nación: “Este mapa deja claro el designio nazi, no solo contra Sudamérica, sino también contra Estados Unidos”. En realidad, había sido fabricado por la BSC.

El supuesto mapa nazi
Los profesionales ilustran a los recién llegados
El adjunto de Stephenson era un oficial del MI6 nacido en Australia, Dick Ellis, quien instruyó a los americanos, que estaban relativamente verdes en el asunto, en las artes del espionaje. Ellis pudo ser el autor del organigrama inicial de la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos), la precursora de la CIA, al frente de la cual Roosevelt había puesto al abogado William J. Donovan. Uno de los grandes servicios de Stephenson a la causa aliada fue “promocionar” a Donovan en los medios de la inteligencia de Londres.

William Donovan, jefe del OSS durante la guerra, impone una medalla al mérito a William Stephenson, director de la British Security Coordination (BSC) de 1940 a 1945
Tras la entrada en guerra de Estados Unidos en diciembre de 1941, mucha de la actividad de la BSC pasó al FBI. Un centro de censura se instaló en los subsuelos del hotel Hamilton Princess, en las Bermudas, donde 1.200 personas analizaban el tráfico postal, de radio y telegráfico con destino a Europa en busca de actividades de espionaje alemanas. En uno de los centros de entrenamiento de la BSC en el lago Ontario, el Camp X, se planificó el asesinato del jefe de las SS Reinhard Heydrich en Praga. Entre 500 y 2.000 agentes aliados pasaron por Camp X.
Entre la legión de escritores y propagandistas al servicio de Stephenson se encontraba Roald Dahl, el futuro autor de literatura infantil, quien disfrutaba de un puesto americano tras haber combatido con la RAF. Tras la guerra escribiría una historia secreta de la BSC a la que solo tuvieron acceso unos cuantos elegidos, entre ellos Churchill, y que solo llegó al gran público en 1998. Toda una lección de secretismo y de propaganda... contra un aliado.